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Análisis de participaciones en empresas ubica a Saieh como multimillonario de bajo perfil


El multimillonario Steven Bresky, de 58 años, eludió durante cinco años la visibilidad que generalmente acompaña a la gran riqueza.

En 2007 Bresky heredó la participación de su padre por el 74 por ciento en Seaboard Corp., una empresa naviera de comercio y carga de productos básicos por un valor de US$5.700 millones que generó el año pasado casi un tercio de sus ingresos faenando 5 millones de cerdos. Las acciones de Bresky tienen hoy un valor de US$1.700 millones.

“Lamentablemente se niega a ser entrevistado”, dijo la asistente de Bresky, Amanda Doyle, desde la oficina central de la empresa en Merriam, Kansas, el 14 de marzo. “No da muchas notas”.

Un análisis de las participaciones en empresas estadounidenses y latinoamericanas que cotizan en bolsa sacó a la luz a Bresky y otros multimillonarios que no han figurado en ninguna clasificación internacional importante sobre la riqueza. La mayoría de sus fortunas de 10 dígitos deriva de tenencias de acciones e ingresos de dividendos.

Bresky, presidente de Seaboard, pasó inadvertido hasta ahora teniendo sus acciones, que bajaron un 9 por ciento desde que las heredó, a través de Seaboard Flour LLC y SFC Preferred LLC, dos holdings con sede en Newton, Massachusetts.

Seaboard Corp., que también se dedica al azúcar y la energía, compró la mitad de Butterball, la marca de pavo, por US$178 millones el año pasado a Maxwell Group, con sede en Garner, Carolina del Norte.

Lejos de Silicon Valley

Alvaro Saieh, de 62 años, se hizo multimillonario cuando sus acciones del sexto prestamista más grande de Chile, Corpbanca, aumentaron 63 por ciento en 2009 para luego subir más del doble al año siguiente. Su participación del 63 por ciento tiene un valor que supera los US$2.100 millones.

Saieh, que tiene un doctorado de la Universidad de Chicago y es de origen palestino, creó su empresa encabezando la compra del centenario Banco de Concepción en 1995 y usándolo para comprar rivales.

El estadounidense Graham Weston, de 48 años, también evitó ser clasificado entre los más ricos del mundo, en parte dirigiendo una empresa de tecnología en San Antonio, Texas a 2.740 kilómetros de Silicon Valley. Weston es dueño de un 15 por ciento de Rackspace Hosting Inc., proveedor de sistemas de tecnología de la información para la Web.

Sus acciones tienen un valor de casi US$1.100 millones.

La empresa llevó a cabo su oferta pública inicial en agosto de 2008. Las acciones de Rackspace han subido más de 12 veces desde entonces alcanzando un mínimo de US$4 por acción en febrero de 2009, lo que convirtió a Weston, el principal accionista de la empresa, en multimillonario.

Weston detesta hablar de su fortuna. Después de ver fracasar espectacularmente las ostentosas punto.com una década atrás, junto con sus seguidores de Rackspace decidieron adoptar lo que definen como una política sin estrellas.

“Queríamos ser juzgados por nuestra esencia, no por nuestro brillo”, dijo Weston en una entrevista telefónica el 14 de marzo. Weston destinó parte de su dinero –vendió unos US$60 millones de acciones de Rackspace desde 2008- a ayudar a emprendedores y estudiantes locales. Weston y los empleados de Rackspace han aportado US$2 millones en subsidios para atender escuelas locales, financiar programas de tutorías y proveer insumos.

“Como corporación, es una manera de estar en contacto en forma filantrópica, no sólo con el dinero sino también con nuestro entusiasmo”.

Sobreviviente del Holocausto

El crecimiento económico en alza en América Latina está acuñando una nueva ola de magnates ricos. El auge de la demanda del consumo en Brasil convirtió en multimillonarios a Samuel Klein, un inmigrante polaco de 88 años sobreviviente del Holocausto, y a su hijo Michael. En 2009, Klein vendió su cadena de tiendas de electrodomésticos, Casas Bahia Comercial Ltda., al multimillonario minorista Abilio Diniz.

La familia Klein recibió una participación conjunta en Via Varejo SA, tal como se conoce actualmente a la unidad de la empresa insignia Cia. Brasileira de Distribuição Grupo Pão de Açúcar de Diniz. La participación tiene un valor de US$2.000 millones en este momento, en tanto Samuel Klein es dueño del 54 por ciento. Michael Klein, de 59 años, que es el máximo responsable ejecutivo de Via Varejo, controla el resto. Los Klein también tienen efectivo. Como parte de la venta a Diniz, la familia mantuvo las tenencias de la propiedad de Casas Bahia. Diniz paga 140 millones de reales (US$78 millones) anuales de alquiler. La oficina de prensa de Casas Bahia dijo que la familia no estaba disponible para hacer declaraciones.

Sustancias químicas y cobre

El multimillonario Antonio del Valle, de 74 años, transformó Mexichem SAB en uno de los productores químicos más grandes del continente americano adquiriendo más de 15 competidores desde 2007. Las acciones de la empresa con sede en Tlalnepantla, México, han aumentado más de 50 veces desde 2002, lo cual lleva el patrimonio de la familia con el 48 por ciento de la participación, que él controla, a US$3.200 millones.

Del Valle se inició en la banca. Fue director de Grupo Financiero Bital SA hasta que sus socios lo vendieron a HSBC Holdings Plc en 2002, pagándole en efectivo y en acciones de Mexichem –conocido entonces como Grupo Industrial Camesa. Documentación regulatoria mexicana indica que la familia ha podido aumentar su participación en Mexichem reinvirtiendo la mayor parte de sus dividendos y lo recaudado de una venta de acciones de 2005 en la empresa.

Del Valle también es dueño del prestamista Grupo Financiero Ve Por Más SAB, que es propiedad de un pequeño grupo de accionistas, y de Elementia SA, que fabrica productos de cobre y aluminio y pertenece en parte a Carlos Slim, el hombre más rico del mundo según el índice de Multimillonarios Bloomberg.

El número de multimillonarios que no salen a la luz es difícil de cuantificar. “Cuesta dar una cifra. Si alguien dice que puede, hay que ponerlo en duda”, dijo Anthony DeChellis, responsable de Banca Privada para toda América de Credit Suisse en Nueva York. “Es algo muy difícil de saber”.

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