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Martes femenino: A un año de Corazón de Kristal, Conti Constanzo trae de vuelta al señor Anguita, alias «sólo sexo» Historias de sábanas

Martes femenino: A un año de Corazón de Kristal, Conti Constanzo trae de vuelta al señor Anguita, alias «sólo sexo»

Conti Constanzo
Por : Conti Constanzo Descubrió su pasión por los libros de pequeña, cuando veía a su abuelo leerlos y atesorarlos con su vida. Cada ejemplar de su biblioteca debía cumplir un único requisito para estar ahí: haber sido leído.
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La escritora que cada domingo nos hace gozar con sus historias en Braga, celebra un año de su novela Corazón de Kristal y lo hace con un relato erótico como sólo ella sabe narrarlo. «Corazón de Kristal hizo que saliera la mujer interior que todas llevamos dentro. Nos permitió sentirnos lindas y por qué no decirlo… mujeres de la noche», señala.


Cristóbal Anguita, alias el señor “sexo y sólo sexo”

Despertar por las mañanas es realmente maravilloso, sobre todo porque día tras día amanezco abrazado por Kristal, mi esposa, mi señora, mi mujer. No tengo nada por qué quejarme, me he dado cuenta que he tenido un pasado desastroso queriendo algo con alguien que jamás me importó tanto como sí lo hace mi pequeña. Da lo mismo si es de día o de noche, estoy ciego y perdido si no sé dónde está o qué está haciendo, porque a pesar de los años ella hace lo que le da la gana y, aunque intento negarle algunas cosas, sus malditas sonrisas finalmente lo consiguen todo.

Del témpano de hielo que tenía por corazón queda nada o casi nada, sólo aparece cuando estoy lejos de ellos, de mi familia, o cuando tengo que esperarla sentado en el bar, ahogando mi rabia con un vaso de whisky mientras ella baila feliz en ese club que le gusta tanto, y por supuesto y para mi mala suerte ese día que además lo anuncian con bombos y platillos se llena. Octavio, mi suegro es el único que al menos me comprende, porque lo que es ese tarado de Manuel, incluso la incita a que vaya una vez por semana. Menos mal que Kristal tiene algo de cordura y baila sólo una vez al mes, ¡si a estas alturas hasta Chantal es mi aliada!

Dejo de pensar en esas cosas porque mi humor está empeorando, y tengo que poner la mejor cara para dejar a Colomba en clases, y voy exactamente una hora atrasado, pero no me importa, follar con mi mujer por las mañanas es fascinante. Todo es silencio y las luces se cuelan por la ventana dándome la luz justa para admirarla y perderme en su cuerpo con la emoción encendida y el tiempo justo para amarla, pero hoy, hoy todo fue diferente, nos retrasamos un poco más y aquí estoy ahora, volando con cuidado por la carretera.

-Papá -me distrae Colomba mirándose al espejo para arreglarse un cabello que se la desordenado, en eso es igual de pretenciosa que su abuela Chantal-, ¿qué me vas a regalar para mi cumpleaños? Ahora soy grande, voy a cumplir siete años, puedo tener mi propio caballo.

-No -la corto tajante, llevamos mucho discutiendo sobre este tema.

-Pero papá, mi abuelo me dijo…

-Pero tu papá soy yo y se acabó.

-Entonces mi mamá me va a regalar a su yegua Luna.

-Pero no la puedes montar por su pata, recuerda que ella ya no puede hacer esfuerzos -le digo y sé que me estoy comportando como un verdadero egoísta, pero me niego a regalarle un animal que le pueda hacer daño, Colomba ya se cayó una vez del lomo de Draco y por eso me niego a que vuelva a montar.

-Entonces no quiero nada -rezonga mirando hacia la ventana y dice algo sobre su tío Manuel.

Cuando llegamos al colegio le ofrezco llevarle la mochila, pero se niega a entregármela… ¡Es igual a su madre cuando se enoja!

La directora que es un amor de persona nos recibe feliz, pero antes de que me marche me dice que la acompañe a la oficina.

Mierda, yo también voy atrasado al banco, pero por mi pequeña soy capaz de esto y mucho más.

-Señor Anguita -comienza la directora y noto que está un poco complicada-, tengo que comunicarle algo.

-Dígame -le sonrío y estoy seguro que la mujer llega a suspirar.

-Bueno, mire, resulta que Colomba les ha contado a todos sus compañero que celebrará su cumpleaños.

-Sí -respondo con arrogancia-, mi hija se merece una gran celebración y así será.

-Sí, sí, no lo pongo en duda, pero como comunidad escolar estamos en desacuerdo con el lugar.

“Eso sí que me molesta, qué tiene de malo llevar a los niños al campo si sus padres también están incluidos”, pienso y me calmo para no mandarla a la mierda.

-No le veo el problema.

-Pero señor Anguita, ¡el club nocturno Passapoga no es un lugar para niños! –exclama y yo me quedo momentáneamente paralizado. ¿Pa-ssa-po-ga?

-¿Cómo dijo? -ladro sin poder contener la rabia.

-Bueno, es que Colomba nos contó que ahí celebraría su cumpleaños.

Sin importarme nada lo que esta señora piense me pongo de pie, le doy la mano y camino directo a la salida, esto lo tengo que solucionar ya.

Una vez en el auto acelero y pongo el manos libres, llamo a Kristal a su móvil y no me responde, vuelvo a llamarla y al fin contesta.

-¿¡Me puedes decir por qué mierda mi hija dice que su cumpleaños será en el club!?-espeto furioso.

-Buenos días, Cristóbal -escucho que me responden y si antes estaba cabreado ahora hiervo de rabia-, veo que mi pequeña maravilla ya te lo dijo.

-Pásame a mi mujer. Ahora.

-Kristal -me aclara como si no supiera como se llama-, está en la ducha. –Y justo cuando voy a resoplar escucho su voz, eso significa que él también está en el baño.

-¡Qué crees que haces en el baño!

-Por el de arriba y la de blanco, deja de gritar que te arrugarás más de lo que ya estás, porque si no te has dado cuenta te están saliendo canas, en cambio mi princesa se ve cada día mejor, ya hasta pareces su padre.

-¡Manuel… -gruño cuan animal con rabia-, pásame con mi mujer!

Mientas respiro como un toro a punto de atacar escucho como Kristal le dice a ese… que le entregue el teléfono y él en respuesta le pregunta si le pasa la toalla. ¡Juro que quiero matarlos a los dos!

-Cristóbal -habla por fin Kristal con esa voz tan suave capaz de amansar a la bestia, pero como no la estoy viendo no surte efecto.

-¿Qué mierda hace Manuel en el baño? ¡Y contigo!

-Cristóbal -la escucho suspirar y mejor me tranquilizo antes de que esto sea peor-, estamos conversando ¿Cuál es el problema?

-¡Están en el baño y tú estás desnuda! -grito enajenado dándole un manotazo al volante. Esta mujer me va a volver loco, lo sé.

-Tú sabes que es como mi hermano y…

-¡¿Cómo tu hermano?! -la corto antes de que continúe-, que no significa que lo sea… ¡y es hombre!

Escucho que se ríe y eso me cabrea un poco más, pero me abstengo de decirle algo o mi noche terminará viendo series por internet en el sillón, justo hoy cuando Chantal y Fernando se llevarán a los niños.

-¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan molesto?

-Me puedes decir cómo es que Colomba le ha dicho a sus compañeros que va a celebrar su cumpleaños en el Passapoga, ¡si yo dije que lo celebraríamos en el campo!

-Ah… es eso -murmura y sé porque la conozco que está complicada por la respuesta, pero lo que oigo me molesta de sobremanera.

-Escucha adonis de pacotilla, mi pequeña maravilla, mi sobrina y mi ahijada no está mintiendo y tiene toda la razón, yo mismo le dije que podríamos hacer algo aquí con algunas de sus amigas, ¡es que ya las veo a todas con tocados y plumas! -aplaude como si fuera la mejor de las ideas.

-¡Ese mundo no es para ella! -grito-. Y pásame a mi mujer que contigo no quiero hablar.

-Te está escuchando, el teléfono esta en alta voz.

-Punto uno, Cristóbal, quédate tranquilo, yo voy a arreglar esto, y punto dos, no hables de mundos diferentes, yo crecí ahí y no soy ninguna pervertida -se defiende y con eso sé que con mi comentario la he ofendido.

-Pequeña, no intentaba ofenderte, pero piensa en lo que van a decir las mamás de las compañeras de Colomba.

-No te preocupes, Cristóbal -me regaña enérgicamente-, me imagino lo que dirán porque yo pasé por lo mismo, no voy a dejar que mi hija se exponga innecesariamente, pero si ella quiere ponerse plumas y bailar en el escenario con algunas de sus amigas a las tres de la tarde y sus madres no tienen problemas, la voy a autorizar, ¿y sabes por qué? -me pregunta y no soy capaz de responderle, sólo la escucho-, porque tú, yo y ellas mismas también podrán acompañar a las niñas ese día. Y ahora si no tienes nada más que decirme, podrías irte a trabajar que yo también tengo cosas que hacer en el trabajo.

-¿Y si tienes que ir a trabajar por qué estás con Manuel? -le suelto, estoy molesto y no lo puedo evitar.

-Porque si mal no recuerdas, hoy Benjamín, tu otro hijo no tiene jardín y yo tengo una reunión que no pude aplazar, entonces, ¿adivina quién lo va a cuidar?

-No se me había olvidado -miento como cosaco.

-Perfecto, entonces, hasta luego, Cristóbal, si sigo hablándote sólo con la toalla puesta voy a terminar resfriada y… -antes de que siga porque prefiero que se vista le corto el teléfono y me voy a mi oficina.

Mi enfado no disminuye en nada durante el día, pero tampoco aumenta y debo reconocer que es en gran parte porque entiendo que me comporté un poco borde con Kristal y con ese, y además mi niña me ha mandado un mensaje diciéndome que soy el mejor papá del mundo y que no le importa que le regale un caballo, pero que si puedo y no me cuesta mucho le regale un peluche de unicornio. ¡Y eso sí que puedo y quiero hacerlo! Así que ahora estoy como idiota buscando el peluche más grande que encuentre, aunque estoy seguro que lo que le regale su tío favorito le va a gustar mucho más.

Mis hermanos se han ganado a mis hijos más que rápido.  No sé porque Fernando no tiene su propio hijo, Chantal aún es joven, y bueno Rodrigo aunque es joven también podría tener uno por ahí, ¿Por qué tengo que compartir a los míos? Ya suficiente tengo con tener que compartir a mi mujer y a mis niños mañana en la casa.

Durante la tarde recibo llamadas de toda la familia para confirmarme que mañana nos veremos todos y que nadie faltará, pasaremos un lindo sábado  compartido con los padres de Kristal, los míos y por supuesto su tan querido hermano, menos mal que también irá Juan Pablo y eso lo hace ser un poco menos insoportable.

Cuando estoy poniéndome la chaqueta para ir a buscar a mi mujer a la academia recibo un llamado por teléfono de un número privado, me llama la atención y lo dejo pasar, pero cuando vuelve a sonar decido cogerlo.

-¿Si? -respondo osco.

-Cristóbal, soy yo.

Resoplo, no hay nada en este mundo que agrie más el día que escuchar la voz de este loco.

-¿Qué quieres? No tengo tiempo.

Sólo avisarte que mañana iré a tu casa en la tarde por la celebración familiar de mi sobrina nieta -recalca esas palabras como si fueran un escudo.

-Olvídalo -le suelto y sé que debo parecer un toro porque puedo incluso sentir las aletas dilatadas de mi nariz.

-Olvídalo tú, Kristal me invitó. Te estoy avisando por cortesía y porque no quiero que mi princesa tenga problemas contigo.

-No es tu princesa, y ella jamás tendría problemas conmigo por alguien como tú.

-Perfecto, como digas -dice burlándose-, hasta mañana entonces. Ah y una última cosa, mi niña me ha pedido un caballo.

-¡Ni se te ocurra! -le grito y hasta la secretaria que está tomando sus cosas para irse me mira extrañado. Generalmente nunca grito.

-Agradece que me lo pidió a última hora, si no mañana tendrías un pura sangre en la puerta de tu casa de campo, esa que te compraste para impresionar a Andrea, la zorra que te abandonó -me suelta y antes de que le vaya a responder corta el teléfono como el cobarde que es.

Definitivo, mi día ha sido un completo asco, y más cuando veo que tengo un nuevo mensaje de Kristal que dice que me ama con todo su corazón, pero que se irá sola a casa.

¡¿Por qué mierda no puedo ir a buscarla?!

 

Kristal del cielo, alias la princesa Disney

Por el de arriba que hoy estoy cansada y solo quisiera llegar a mi casa a dormir, creo que los años en la academia me están pasando la cuenta, pero hoy es el día para sorprender a mi adonis, y aunque sé que llegará enojado, la familia es importante y no puedo dejarlos de lado porque a él le gusta la soledad, por decirlo de algún modo. Pero aprovechándome que esta noche estaremos solos he decidido sorprenderlo como corresponde.

-¡Hasta que hora te espero! -me grita Manuel desde el auto con Benjamín sobre sus brazos.

-¡Voy! -le grito en respuesta, en tanto Ámbar me entrega todo lo que le he pedido que busque para mí. Realmente en el Passapoga se encuentra de todo y más. Cuando me despido de las chicas veo hacia el cartel de neón rojo que anuncia su nombre y suspiro, siento que este lugar es mi segunda casa, y aunque en un principio no quería aceptarlo ni hacerme cargo de nada, creo que ya va siendo hora de asumir mis responsabilidades como hija de Octavio, el rey de la noche santiaguina, y por qué no decirlo, de distintos países del mundo. Porque si hay una cosa que mi padre sabe hacer, es agrandar su imperio, incluso en Asia cuenta con dos locales.

-Hola, mi niño hermoso -saludo con beso en los morritos a mi hijo, que es realmente igual a su padre, y él, tan lindo, me enseña su auto negro de murciélago.

-My princess, todo es tan difícil con este niño -suspira teatralmente Manu-, ¡todo el día quiere jugar con esas cosas con ruedas!

-Le gustan los autos -lo disculpo y ante la mirada reprobatoria de mi adorado Manu lo siento en su sillita.

-¿Por qué no es como mi pequeña maravilla y juega con muñecas? -rezonga como un niño.

-Porque tu pequeña maravilla es fanática de las muñecas y además te sigue en todas las locuras.

-Mi pequeña maravilla será una estrella, de eso estoy seguro. ¡Por el de arriba y la de blanco que lo sé! ¡Será la mejor jineta del mundo mundial!

-¡Manu! -chillo para bajarlo de esa nube de sueños en que está-, Colomba no será jineta de caballos de carrera, ¿quieres dejarme viuda?

-Mmm -hace como que no le importa.

-¡Manuel Galdámez! No vuelvas a decir una cosa así y escúchame bien: yo me muero si le pasa algo a mi marido.

-Mira, Kristalito -me dice enojado limpiándose las manos en un pañuelo húmedo-. Tu adonis del sexo últimamente está realmente insoportable y no me digas que no. ¿Cuál es el problema de que mi pequeña maravilla celebre su cumpleaños en el Passapoga, o que tenga un caballo? A ver, dime -me insta poniéndose las manos en las caderas.

-Yo lo entiendo -suspiro riendo y pensando en que Manu tiene razón, últimamente está un poco estresado-, él no está acostumbrado a esto.

-¡Han pasado ocho años! O se acostumbra o se va, te aseguro que ni a ti ni a los niños les haría falta nada.

-Basta, y no vuelvas a decir algo así. ¡Es que a ti se te ocurren unas cosas de padre y señor mío! Al menos me lo hubieras preguntado primero.

-¿Te acuerdas cuando cumpliste diez años, Kristal? -me pregunta y mis recuerdos comienzan a aparecer como luces de farol: mis diez años también los celebré en este lugar y me sentí la niña más bonita de todo el mundo. Ese día todo brillaba en torno a mí.

-Veo por tu silencio que te acuerdas muy bien, y es por eso que le dije que sí a la pequeña maravilla, ella lo lleva en la sangre, es tan parecida a ti, tiene incluso tus mismos gestos.

-¿Será porque es mi hija?

-El de atrás también es tu hijo y nada que se te parece.

-Porque se parece a Cristóbal.

-Es igual a él, hasta con eso de los autitos.

-¿No quieres a mi niño? -le pregunto en tono serio pero cariñoso.

-Con toda mi alma, Kris, pero se me hace todo tan difícil con él, es… es tan niño y siempre tiene las manos sucias. ¡Mira como me dejó mi camiseta de Armani! ¡Y es de la última colección!

-Si te complica tanto puedo pedirle a otra persona que lo cuide cuando yo tengo algo que hacer.

-¡Pero te volviste tonta de verdad? ¿Te zapatean los enanitos en la cabeza? Nadie es mejor que yo para mi asquerosito preferido, aunque me deje la ropa inservible y me haga jugar con esos autos espantosos.

-Pero es que como te quejaste -digo tomándole la mano, sé que para Manu esto es difícil, él siempre fue diferente y jamás tuvo amigos en su niñez.

-Me quejo porque estoy viejo y mañoso, incluso en casa tenemos dos pistas de carreras.

-¡Qué! -chillo girándome a verlo.

-Insensata, mira para delante que me llevas directo hasta el cielo, y sí, no me mires así, qué querías, fuimos al centro comercial y mi asquerosito la quería. ¡Y yo no le iba a decir que no!

-No tienes que consentir a mis hijos con todo lo que te pidan -lo regaño ahora sí de verdad.

-¿Y qué quieres que haga si yo no puedo consentir a los míos? -responde con melancolía-, si en este país de mierda ni siquiera podemos adoptar. ¿Te imaginas a un Manuelito corriendo con pantalones de Dolce y Gabbana por mi departamento? -suspira con nostalgia.

-Sí, me lo imagino -reconozco-, mis hijos tendrían unos primos muy a la moda, Manu. Pero algún día las leyes cambiarán.

-No me quieras confundir con ideas altruistas, sé en el país que vivo y porque vivo en él.

-¿Y por qué?

-Porque sin ustedes yo no podría vivir -reconoce limpiándose una lágrima rebelde sin que yo me dé cuenta-, y además porque alguien debe abogar por mi pequeña maravilla cuando sea grande, sino seguro el adonis anticuado ese que tienes por marido la meterá a un convento, y lo peor es que estoy seguro que Octavio lo apoyaría, si uno dice salto… ¡el otro le pregunta hasta donde!

-Y eso que se odiaban tanto -recuerdo.

Ah… pero dentro de todo el señor sexo y solo sexo es un buen hombre, te ama y eres su mundo, y quiere a mis niños con todo su corazón, por eso le perdono tantas cosas, únicamente por eso, y ahora dejemos de hablar y apresúrate que Chantal ya me ha llamado dos veces.

-¡Dos! Me va a matar por la tardanza.

-No, el que te va a matar seré yo que tendré que hacer magia contigo en veinte minutos. ¡Veinte!

-Pero eres un maestro.

-Lo soy, y por eso me amas, ¿pero de verdad te quieres disfrazar?

Asiento con la cabeza porque aunque Manu es open mind yo al parecer no tanto y hablar de sexo me mata de vergüenza.

-El traje no te va a durar nada puesto -me advierte-, bueno, si a eso le podemos llamar traje.

-Es lindo -me defiendo.

-A un fetiche no se le puede decir lindo o feo, solo es una fantasía que últimamente todas las mujeres quieren cumplir, pero tú lo quieres hacer al revés… ¿acaso ella se llamaba Cristina Grey?

-Es la idea, sorprenderlo -le cierro un ojo.

-¿Y podrías por favor darle un latigazo bien dado de mi parte?

-¡Manu!

-¿Qué? Si no te estoy pidiendo que lo dejes marcado, solo un par de azotes más bruscos y sin tanto morbo.

Comenzamos a reír al unísono y antes de llegar al departamento de mi madre la veo con Colomba y su gata.

Con besos y abrazos les dejo a mi chico y mi hija con suerte me lanza un besito: para ella su abu es un hada que incluso brilla y a mí… ¡me encanta!

Una vez en mi casa comienzo a preparar todo con ayuda de Manuel, que aunque se queja cada dos minutos me ayuda igual. No es que tenga que cambiar muchas cosas de mi habitación, pero si necesito darle un toque más oscuro por decirlo de alguna forma. Así que enciendo velitas por todo el rededor y una música tenue comienza a sonar por los parlantes.

Veinte minutos después la imagen que me devuelve el espejo es de otra mujer. Mi pelo esta lacio, mis ojos pintados ahumados, mis labios rojo y mi cuerpo lleva un sostén de látex con una braguita que tiene un cierre adelante que cruza hasta atrás y para acompañar todo me he puesto unas botas de tacón que me llegan hasta los muslos, incluso me cuesta caminar.

-¡Wow! Te juro por el de arriba que si fuera del otro equipo te agarraría aquí y ahora.

-¡Manu!

-Bueno, bueno, pero es que de verdad te ves otra. Y todo gracias a mí.

-Sí, todo gracias a ti -le digo y lo acompaño hasta la puerta, falta poco para que llegue mi adonis y espero que no venga ni cansado ni con hambre, porque no tengo nada de nada para cocinarle.

Le entrego las llaves del auto a Manu y con dos besos imaginarios en mis mejillas se despide y se va.

Cuando veo por la ventana aparecer el auto de mi adonis corro para tomar posición de como quiero que me vea y dejo las dos copas de vino perfectamente alineadas sobre la mesita de noche.

-¡Kristal! -me llama un poco más fuerte, y hasta podría jurar que enojado porque no lo he recibido en la puerta como de costumbre.

Cristóbal Anguita.

-¿Dónde demonios está mi mujer? No está ni siquiera su auto, voy directo a la cocina y todo está completamente ordenado, signo de que no hay nadie.

-¡Kristal! -vuelvo a llamarla pero no escucho nada y como poseso comienzo a encender las luces de toda mi casa hasta que escucho una música proveniente desde el piso superior y con lo irritado que estoy subo las escaleras de dos en dos-. ¿Kristal?

De pronto me detengo como si una pared se pusiera enfrente y no me dejara avanzar. Las llaves de mi auto son lo primero que se me caen al suelo.

-Kristal… -tartamudeo como un soberano imbécil, en mi vida la había visto vestida así. ¡Mierda! Esta mujer definitivamente me va a matar de un ataque al corazón.

-Lucy… -la llamo por su alter ego de mujer desinhibida que solo adopta en el sexo.

-En todo su esplendor, Anguita.

No me importa parecer un lujurioso, no cuando ella está poseída por Lucifer y así mis ojos comienzan a recorrerla completamente, me detengo en sus senos y sé que esa maldita tela negra brillante es lo primero que quiero quitarle. Sigo por su vientre plano y me detengo justo…

-¿Qué mierda es ese candado?

-Esa boca, Anguita -me regaña dándose un latigazo en su mano, y yo que estoy absolutamente absorto en esta realidad incluso siento que me pega a mí-. ¿Te gusta lo que tienes en frente?

Como un verdadero pelele asiento con la cabeza y mis ojos siguen recorriéndola ahora por sus muslos y no me importa reconocer que así como está vestida sin siquiera tocarla ya estoy duro y siento que mi pene se va a reventar.

-¿Quieres que te castigue por ser una chica mala, Lucy?

-Señor Anguita, pero que equivocado está, el que será castigo por ser un chico malo será usted -me dice y ahora se pasa el látigo por entre medio de sus senos y antes de que termine cuan animal me lanzo hacia ella y mi boca frenéticamente ataca la suya. Mi Lucy no opone ninguna resistencia y cuan ágil como es da un salto y enrosca sus piernas por mi cintura agarrando mi cara para que la mire.

-Así no va el juego, señor Anguita, hoy mando yo.

Se me escapa una risa desde el alma, y en respuesta un latigazo se estrella en mis glúteos.

-¿Sabes que todo tiene consecuencias verdad?

-Aja, y yo diría que las consecuencias acá las vas a pagar tú -jadea lamiéndome la oreja. Clavándome las uñas en la espalda al mismo tiempo que entierra sus dientes en mi lóbulo.

De la misma forma en que se subió, se baja de mí y con esos tacos de infarto quedamos absolutamente a la misma altura.

-Quítate la ropa, Anguita.

Mis ojos se abren al escuchar esa voz, la verdad es que me gusta mandar a mí, sobretodo en el sexo.

De pronto camina decidida y me tira hacia el colchón, la miro sorprendido.

-¿Problemas de audición, abuelito? Aquí hoy mando yo. ¿Tiene algún problema? -me dice levantando una ceja y yo sonrío al más puro estilo del señor sexo y solo sexo.

-La pagarás caro, Lucy, pero te advierto que si esa boca…

-Mmm, esta boca, señor Anguita -murmura tirándome la corbata y luego junta sus labios carnosos al tiempo que me desabotona la camisa como una verdadera maestra. Me aprieto contra su cuerpo para al menos así poder sentirla un poco más en tanto nuestras lenguas bailan en perfecta armonía retándose en una ridícula carrera de poder para ver quién domina a quién, y cuando creo que ya es hora de mostrarle quién es el que manda me aparto y soy yo quién coge su cara saboreando la sensación del éxito otorgado por mí.

-Eres increíble.

-¿Quieres más? -me provoca moviendo sus caderas sobre mi pelvis que clama por mucho más.

-Siempre quiero más de ti.

Y con eso se vuelve a apegar todavía más y estoy a punto de tumbarla contra el colchón pero me aguanto. Además creo que si lo hago echaría por la borda todo este juego que ha creado para mí y aunque está tratando de decirme que en el sexo manda ella, de todas formas voy a demostrarle lo contrario y sostengo su mano.

-Olvídalo, Anguita.

Mi respiración se está acelerando y mi paciencia agotando, no soy un santo y nunca lo he sido y este no será el momento para intentarlo, además… estoy fracasando en el intento.

Pero cuando siento una esposa por sobre mi muñeca la miro alucinado y aunque me resisto, es ella la que con suavidad vuelve a tirar de mi brazo hacia la cabecera de la cama.

-Este es mi juego.

-Bésame.

Niega con la cabeza riendo y mordiéndose el labio para que no se escuche la carcajada que está a punto de soltar.

-Aquí no mandas tú. -Con eso y aprovechándose de mi desconcierto escucho el clic que da por cerrada la esposa metálica forrada por piel negra.

Cuando estoy esposado de una mano mi mujer ahora convertida en una fémina dominante termina de desabrocharle los botones, y su boca comienza un reguero de besos por mi pecho. Me está excitando y lo sabe, es como un sexto sentido y aunque intento no demostrárselo para que no crea que ya me tiene totalmente dominado mi cuerpo me traiciona con un temblor. Cuando llega a mi pantalón mis caderas se levantan solas, ni siquiera ponen resistencia cuando de un tirón me baja los bóxer, intento moverme y el ruido de la esposa chocando con el cabecero me anuncia que no puedo.

-¡Mierda, Kristal! -jadeo enojado, o más bien impotente.

-Controla esa boca, Anguita, si no te gusta que yo diga groserías tu tampoco lo hagas o… -sonríe con esa picardía que me trastorna-, lo pagarás caro -anuncia sentándose sobre mis muslos.

-No tengo que pagar nada -rezongo y me vuelvo a mover.

-Mmm, ¿seguro?

-Segurísimo.

-¿Y no quieres que… -dice tocándome el pene con suavidad de abajo hacia arriba-, con él tenga una seria conversación?

-Por la mierda ¡sí!

-Entonces dime, Cristóbal Anguita, ¿quién está al mando hoy? -pregunta la muy pilla sin detener el movimiento de su mano.

-¡Tu! ¡Ya, está bien! Tú, Lucy, la hija de Lucifer está al mando -le digo esa pesadez a ver si así se enoja y me deja tomar el control a mí, pero lo que hace no me lo espero, sin previo aviso su boca baja y me chupa con unos suaves mordiscos y regresa a la punta.

-Mierda -gruño-, tu boca me va a matar.

-Lo sé, por eso te has casado conmigo.

-¡Años rogándote! -le recuerdo para que le remueva en algo la conciencia, pero al parecer ni eso le afecta.

-Yo… podría lamerla entera si tuviera algo más interesante que chupar -comenta en tono inocente, cosa que no es-, …pero. -Susurra y envuelve su boca empujando hasta el fondo, intento relajarme, concentrarme en otra cosa y así durar aunque sea un poco más, pero tras una envestida más profunda mis convicciones me fallan y una corriente eléctrica proveniente de mi estómago comienza a apoderarse de mí, pero en un acto reflejo como si ella lo supiera se aparta.

 

Kristal del Cielo Rodríguez Rodríguez

-En realidad creo que sí le falta algo que haga que sea más agradable de degustar -digo tan excitada como él, pero quiero que esto sea a mi modo. Lentamente salgo de encima y camino con todo el glamour que mis piernas me pueden dar en este momento y cojo las dos copas de vino, pruebo un poco de la mía y regreso de vueltas donde está mi marido mirándome con cara de pocos amigos.

-¿Quieres?

Él no responde, pero asienta con la cabeza.

Justo cuando le voy a entregar la copa, creo que me apresuro un poco y el líquido se derrama justo en…

-Oh -intento contener la risa, porque ni aunque hubiera querido que fuera intencional me habría salido mejor, como diría mi Manu, el de arriba y la de blanco están a mi favor.

-¡Estoy mojado! -exclama como quien acaba de descubrir América.

-Sí, creo que debo limpiarlo, tienes toda la razón -le digo y sin utilizar mis manos comienzo a lamerle el abdomen, y todo lo que sigue húmedo para ¿secarlo? Cristóbal jadea y se contornea levantando la pelvis, sé a dónde quiere que llegue, pero aquí mando yo y alargo un poco más la tortura dándole pequeños mordiscos hasta llegar a la altura de su pene.  Soplo la punta y el tiembla, se estremece y como soy tan buena con la lengua comienzo a beberme el delicioso vino que mezclado con su sabor es un verdadero manjar de los dioses.

Sigo acariciándolo, provocándolo, llevándolo hasta su máximo. De vez en cuanto lo introduzco hasta el final, pero no soy tan cruel para dejarlo así, con las manos acaricio su estómago hasta que siento un poco más su sabor.

-Kristal… por favor -suspira anhelante.

-Si quieres me detengo.

-¡No! Pero yo quiero hacer lo mismo, date la vuelta.

Lo miro por un segundo sin entender hasta que sus ojos chispeantes me ordenan que lo haga y tal como me ordenó me giro hacia su cara, claramente esto no es un sesenta y nueve, pero cumple su objetivo a la perfección.

Con la mano libre me rodea por la cintura, me atrapa más hacia su boca y cuando su lengua hurga se encuentra con el látex, que hasta yo misma odio en este momento, pero antes de decirle algo, de muy mala gana Cristóbal baja el cierre y quedo totalmente expuesta ante él. Hasta ahí no más llega mi linda pantaleta de látex. Pero cuando su cálida y húmeda lengua llega a mi clítoris me olvido de todo.

-Este es mi vino favorito -jadea y da una lamida profunda que termina con mi clítoris entre sus dientes-. ¿Quién manda ahora?

-Este… este es un juego que podemos jugar los dos -respondo atrapando su glande con los dientes, hasta que me pierdo en la sensación y comienzo a succionar más fuerte igual como lo está haciendo él acompañado todo de pequeños mordiscos lujuriosos y morbosos.

Cuando creo que ya no puedo obtener más placer, dos mágicos dedos acompañan la sensación haciéndome chillar de sorpresa.

El temblor que comienza a subir por mis piernas está a punto de convertirse en un orgasmo pero como no quiero terminar sola mi boca succiona con energía y profundidad llevándolo y llevándome al límite del placer en donde no existe nada más que temblores incontrolables.

Gimo, jadeo y mis caderas se mueven junto con las de Cristóbal y así, en una posición que antes nunca había experimentado llego hasta la meta, arrastrándolo también a él. Mi cuerpo da todos los estertores capaces de entregar al tiempo que trago todo sin dejar nada.

Dos segundos después soy abducida no sé cómo y quedamos uno mirando al otro, hablándonos con el poder del silencio, con la complicidad de dos personas que se aman intensamente y que no se avergüenzan de lo que sienten o de lo que hacen dentro de la intimidad de su mundo.

-Ya no tengo más vino.

-No necesito vino para probar tu sabor -sonríe y vuelve a mover la mano, claro que ahora mucho más relajado-. Pero si me gustaría que me soltaras.

-¿Y mi juego?

-Quiere hacerte el amor, necesito sentirte, quiero entregarme y que te entregues -susurra en mis labios y con eso nos volvemos a besar, pero ahora por un largo rato. Mi lengua dibuja sus labios y su cuello hasta que cuando me siento vacía llego de nuevo a ese lugar tan tibio del que nunca quiero escapar. Cristóbal hunde sus dedos en mi pelo y al mover la mano recuerdo que aún no lo suelto, pero no quiero tener que separarme de él, y lo sabe, así que me acomodo sobre su cuerpo y sin dejar de mirarnos a los ojos le digo mientras hundo su pene erecto dentro de mí.

-Te amo, Cristóbal Anguita, y me alegro haberte derramado esa copa hace tantos años atrás.

-Y yo, Kristal del Cielo, me alegra haberte encontrado, me sálvate regalándome un corazón que ya no es de cristal y que solo late por ustedes, y aunque suene muy mal, especialmente por ti-reconoce estrechándome entre sus brazos y un nuevo beso con más intensidad nos envuelve.

Y así, sin pedírmelo olvido mi fantasía, besar a mi marido es llegar al limbo de las emociones, sus labios suaves y carnosos acarician mi alma dejando todo de lado, ni yo soy Kristal ni él es Cristóbal, somos solo un cuerpo entregándose a otro ser, con amor, con lentitud y con ternura. Y aunque no lo puedo jurar porque mis ojos están cerrados siento como algo caliente moja mi cara antes de llegar nuevamente juntos a un orgasmo.

 

Cristóbal Anguita.

¿Puede existir algo mejor que amanecer con esta mujer enroscada a mi piel?, no lo creo. Kristal está completamente desnuda con el pelo revuelto sobre la cara. Con cuidado me levanto, no quiero despertarla pero sí quiero que me mire, que me ponga atención, después de todo solo estamos ella y yo.

Voy hacia la cocina, recojo el diario y le preparo un chocolate caliente, sé que le encanta y por eso me voy a ganar un premio extra.

Cuando despierta se despereza un par de segundos, ve la hora y en vez de tirarse a mis brazos por el chocolate que sostengo como idiota, salta en dirección contraria.

-¡Estoy atrasada! -chilla-, todos llegarán a las doce.

Miro el reloj y veo que son las diez.

-Faltan dos horas -digo con tranquilidad mirando el vaivén de sus senos.

-Y tú tienes que ir a comprar en tanto yo ordeno todo… esto -anuncia haciendo un gesto con la mano y yo resoplo, a mí me basta con cerrar la puerta y ya.

-Kristal…

-Vamos, por favor, no arruines este día tan bonito con tu mal humor.

-¿Mal humor es querer pasar el fin de semana con mi mujer y mis hijos solos?

-Lo que tú quieres es que te agradezca como a ti te gusta por el desayuno.

-Eso sí que lo vas a hacer -respondo siguiéndola hacia la ducha, y claro…, por supuesto que me agradece como quería, aunque si hubiera sido un poco más largo no me quejo.

Y ahora estoy solo comprando todo lo que mi mujer me ha pedido, y ya voy nuevamente atrasado. ¡Y yo que antes era tan puntual! Sí, Kristal es una mala influencia para mí, pero a la mierda ¡me encanta!

Al llegar a casa me inclino y beso a mi mujer en los labios, el mejor elixir para poder existir y de pronto como un bobo me quedo mirando lo que cuelga de su cuello. Mis manos se van automáticamente al corazón de cristal que pende del mío hace años, y me tranquiliza saber que sigue ahí, pero no comprendo cómo hay uno igual en ella.

-No me mires así, ahora los dos compartiremos algo más.

-Pero tú si tienes corazón –argumento sin entender nada.

-Este corazón simboliza mucho más, es nuestro amor, por eso quiero llevarlo yo también, claro…si a ti no te molesta -me dice más despacio.

Como un lobo me lanzo a sus brazos, quiero besarla y algo más, es realmente increíble, y haciendo acopio de todas mis fuerzas me separo agitado, y cuando la observo veo que no lleva más que un gran polerón que le llega hasta los muslos, miro la hora y le digo:

-Ya todos están por llegar ¿a qué hora te vas a vestir?

-¡Anguita! -chilla en reprobación-, ¡ya estoy vestida!

Pongo los ojos en blanco y justo cuando voy a contradecirla escucho el sonido de la moto de mi hermano Rodrigo, y con eso sé que la paz ya se ha acabado.

Así todos comienzan a llegar y aunque me encantaría estar solo, esto es familia y todos quieren celebrar a mi pequeña que está con un vestido blanco, parece un ángel caído del cielo. Al recibir su beso me siento en la gloria, pero me dura poco ya que su abuelo Rafael se la lleva, y sí, en este momento odio a mi padre. Pero con mi campeón es diferente, además mientras estaba en el supermercado por esas casualidades de la vida encontré un auto para su colección… ¡y justo ese no lo teníamos!

La mañana ha sido mejor de lo esperado, todos están felices, Chantal y Fernando parecen enamorados de quince años, mis padres felices por compartir con nosotros, Manuel se ha comportado a la altura y creo que eso es obra de Juan Pablo, después se lo voy a agradecer.

Rodrigo y su novia se encargan de entretener a los chicos, los persiguen por todas partes y es aquí cuando yo me pregunto ¿Por qué no tienen sus propios hijos que tienen que acaparar a los míos?

El asado me ha quedado realmente espectacular, todos me alaban y nos ponemos a conversar de todo y nada hasta que él tiene que comenzar a recordarme que mi mujer es autosuficiente.

-¿Ya les contaste a todos como te fue en la reunión ayer? -le pregunta a Kristal que está a medio pinchar un apio. Maldición, con toda la adrenalina de ayer se me olvidó preguntárselo a mí. Incluso ni le toqué el tema del cumpleaños de mi niña en ese antro de la perdición.

-¡Bien! -responde feliz-. Creo que nos llevaremos bien y todo funcionará de maravilla.

-Mira princesa, la próxima vez te acompaño.

-¿Y por qué tendrías que acompañarla tú si se puede saber, Manuel? -pregunto enojado. ¡Dios! Si no es su marido.

-Uff, adonis, porque te salió competencia al camino.

-¿Perdón? -casi me atraganto.

-¿Qué? ¿Acaso mi princesa no te ha contado como es el verdadero adonis de la contabilidad? –y mirándola a ella continua-, ¿no le contaste quien es Mauricio Costabal?

-Manuel -lo regaña Juan Pablo y yo ya estoy a punto de perder los estribos, pero lo que sigue me deja de piedra.

-No… -reconoce Fernando-, ¿la empresa donde trabaja Costabal les llevará la contabilidad? Si es así, afírmate hermanito, ese sí que es todo un cabrón.

-Es buena persona -lo defiende Kristal y eso me molesta más.

-¡Buena persona! -chilla Manuel venenoso-, ese de buena persona tiene lo que yo tengo de hetero, pero de que es el rey de los adonis, sí que lo es. Y yo encantado te acompaño.

Sin importarme que todos estén en la mesa saco mi móvil y lo busco en internet, cuando sale su imagen me lo quedo mirando, sí, es un verdadero cabrón, su estampa me lo dice y aunque jamás lo admita en voz alta, el hdp tiene muy buena pinta, eso hace que… mi mujer jamás vuelva a tener tratos con él.

-¡Podríamos invitarlo a alguna presentación! -aplaude Manuel.

-Ni se te ocurra -la miro desafiante y ella solo sonríe.

-Que troglodita, yo solo decía para que la contabilidad les saliera más económica.

-Tranquilos -dice Octavio que acaba de llegar con mi hija en sus brazos.

-¡Papi, papi! -chilla con su voz cantarina Colomba-, ¿podemos jugar a los policías con Rodrigo y su polola?

-Claro que sí, y los pueden arrestar para siempre.

-¡¡Si!! -vuelve a chillar-, ¡con las esposas que están en el velador de la mamá! –suelta como si nada y un silencio se hace alrededor de la mesa. Mi mujer mira a mi madre colorada como un tomate, pero segundos después risas estallan por todo el lugar. Y como dice “su Manu” el que nace con rayas…

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