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El castigo a las mujeres trans por la falta de educación sobre diversidad sexual Yo opino

El castigo a las mujeres trans por la falta de educación sobre diversidad sexual

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Gabriela Olivares
Por : Gabriela Olivares Académica del Campus Creativo Universidad Andrés Bello
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Cuando  una mujer trans sale en los medios hablando sobre su experiencia de vida, siempre siento una mezcla de admiración y sorpresa, por el coraje que hay que tener para pararte frente a los medios, exponiéndote a todos los prejuicios de la sociedad y  a los ataques cobardes desde el anonimato de las masas.

Porque en general  vivimos la vida pensando que alguien se viste y arregla como mujer, adopta conductas tradicionalmente asociadas a la feminidad, se declara mujer y parece mujer, es una mujer y fin del tema al menos públicamente (lo que se diga tras puertas cerradas es otra cosa). Por eso pienso que ponerte ante el escrutinio público abiertamente trans requiere coraje.

Desde la base de que se nace trans, lo que tenemos es que las mujeres trans, son mujeres que nacieron con la posibilidad de quedarse como hombres a ojos de la sociedad. Tenían la opción de vivir sin el miedo permanente a ser violadas; de que su opinión se considerase más “objetiva” o «racional»; de tener mayor independencia a una edad más temprana; de que una potencial promiscuidad fuese vista como evidencia de superioridad y no de “facilidad” (o de plano inferioridad); de no ser juzgadas por su forma de vestir o arreglarse; de no estar forzadas a recibir con una sonrisa cordial los comentarios que tanto hombres como mujeres les hicieran por la calle (o en el trabajo, colegio, universidad, etc.) so pena de ser declaradas «conflictivas» o «brujas» (o infinidad de epitetos descalificativos).

Nacieron con todo ese potencial privilegio, a cambio de vivir una mentira, de jugar a ser hombres, de sentirse extra incómodas rodeadas de sus supuestos “pares”,  de negar su verdad. Una opción que desecharon al transicionar.

Pero ellas no llegan a la posición de una mujer corriente, sí tienen los mismos miedos: violación, secuestro, maltrato, violencia verbal y física dirigida a ellas de forma constante. De la cual además, acorde a múltiples imaginarios, debiesen sentirse agradecidas incluso, porque significa que “pasan”.

A la mujer trans se le asigna una condena permanente desde múltiples frentes, por el lado de sus congéneres, que cuestionan su femineidad y los procesos asociadas a esta, con un foco obsesivo en aspectos biológicos, en supuestas “marcas de femineidad” mal comprendidas: “si no puedes embarazarte no eres mujer” (nunca importe que muchas mujeres que sí consideran como tal no pueden por diversos motivos, sea edad, enfermedad o mala suerte).

[cita tipo=»destaque»]Si a usted le gustan los hombres y las mujeres, independiente de si usted mismo es hombre o mujer , usted es bisexual, bienvenido al club (tenemos hasta bandera propia), no necesita haberse acostado con ambos sexos para ser parte, basta que sienta atracción por ambos sexos durante un mismo periodo de su vida y es uno de nosotros.[/cita]

“La mujer es cromosoma xx” (Cosa que no es posible comprobar sin un test que toma semanas, y que de paso excluye a varias variantes cromosómicas que podemos encontrar en cualquier población humana); “mujer es la que menstrua” (Las niñas antes de la menarquia no serían mujeres; las mujeres postmenopausia tampoco; las mujeres con problemas nutricionales y/o de hormonas tampoco); “Tus genitales te hacen mujer” (Honestamente, lo que a mí me enseñaron en el colegio y mi casa era a no andar pensando en lo que la gente tiene entre sus piernas, así en general, porque es un poco inadecuado y de hecho, en buena parte del mundo es de plano ilegal andar con tus genitales al aire, así que no es un criterio muy funcional para diferenciar entre géneros a lo menos en la vida cotidiana); son algunos de los más frecuentes, pero la lista es eterna.

Y si bien el maltrato de tus congéneres es horrendo, es casi parte de la experiencia de ser mujer, por mucho que la sororidad sea un ideal admirable, en la cotidianidad la mujeres al igual que los hombres, tienden a perseguir a sus pares, buscando excusas para asignarse superioridades imaginarias (color de piel, apellido, recursos, domicilio, lugar de origen, “belleza”, contextura física, etc.), y a criticar con especial virulencia los defectos (reales o imaginarios) de aquellas que tienen alguna ventaja (real o imaginaria) sobre una. Mal que mal, las mujeres somos primero que todo humanas.

Pero el ser trans lleva consigo una sanción extra. Mientras la sociedad se acerca al consenso de que el femicidio es un crimen injustificable (si bien nunca faltan los que defienden la furia homicida del celoso “justificado”, y cuestionan en «qué andaría ella» o si «le faltó el respeto»), poco a poco hemos logrado evidenciar que el supuesto “derecho de un hombre sobe el cuerpo de su mujer”, es una pelotudez arcaica que no debiese tener cabida en el mundo actual.

Pero, aún hoy en día se escucha en las cortes la nefasta defensa del “pánico gay” cuando la víctima es una mujer trans. Esto significa que si un hombre mata a una mujer trans, porque esta “lo engañó al no decirle que era trans”, en verdad fue prácticamente un homicidio en defensa propia, en defensa de su “hombría”.

Y sepa usted lector que esta defensa aún se acepta como válida en casi todo el mundo, los jurados se muestran comprensivos ante el asesino de una mujer trans “que no fue sincera”. Socialmente la culpa se transfiere a la víctima por un supuesto “engaño”, que puede ser castigado incluso con la pena de muerte, aunque en la mayor parte del mundo no está normado oficialmente (lamentablemente, en algunos países fundamentalistas de distintas religiones,  de plano te pueden meter a la cárcel o ejecutar por ser trans).

Esto se sostiene en la generalizada ignorancia respecto a la diversidad sexual que afecta a prácticamente todas las sociedades (no se salvan ni lo Europeos ni los Estado Unidenses), que ha obstaculizado el entendimiento de un hecho simple: para ser un hombre homosexual a usted tienen que gustarle los hombres, y sólo los hombres en un sentido sexual y afectivo. Si a usted le gustan las mujeres  y es un hombre al que le gustan las mujeres en general, y nunca le han gustado los hombres, y le gusta una mujer trans usted es heterosexual; porque la mujeres trans son eso: Mujeres.

Si a usted le gustan los hombres y las mujeres, independiente de si usted mismo es hombre o mujer , usted es bisexual, bienvenido al club (tenemos hasta bandera propia), no necesita haberse acostado con ambos sexos para ser parte, basta que sienta atracción por ambos sexos durante un mismo periodo de su vida y es uno de nosotros.

No tiene que ser promiscuo tampoco, ser bisexual no tiene nada que ver con la frecuencia con la que cambie de pareja, ni el tipo de relaciones que establezca, el único efecto práctico que tiene, es que hay mayor variedad desde donde elegir porque el envase es lo de menos.

Si usted es una mujer a la que le gustan los hombres, y le gusta un hombre trans, es usted una mujer heterosexual. Si usted es una mujer a la que le gustan las mujeres y sólo las mujeres (incluyendo a las mujeres trans), es usted lesbiana y punto.

Es simple en verdad, y harta menos gente vivirá amargada y frustrada consigo misma, si socialmente aceptamos estos hechos y nos dejamos de tenerle miedo a nuestros sentimientos ,y dejamos de andar obsesionados con lo que oculta la ropa interior de las parejas que vemos en la calle.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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