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Cómo la pandemia afecta la productividad científica femenina Yo opino

Cómo la pandemia afecta la productividad científica femenina

Julia Saravia
Por : Julia Saravia Estudiante de doctorado de la Universidad Austral de Chile e investigadora del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL).
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Salidas a las playas, paseos, actividades en escuelas y universidades, todo eso y mucho más, no haremos por estos días para celebrar el mes del mar. Nadie está ajeno a la contingencia mundial y mucho menos, la comunidad científica. Aquellos investigadores que tienen el privilegio de quedarse en casa, están desarrollando a la par de su profesión, labores domésticas como limpieza, cocina, educación, cuidado de los niños, y un sinfín de tareas que en estos días es imposible “tercerizar”.

Una tendencia alarmante se ha estado observando estos meses. Algunos editores de revistas científicas reportaron estar recibiendo menor cantidad de manuscritos elaborados por investigadoras, y un aumento de hasta un 50% en la producción de sus colegas hombres, ambos en comparación a tiempos anteriores al coronavirus. Esto da indicios de cómo se priorizan las profesiones de hombres y mujeres dentro de un hogar, retrasando el avance científico y afectando la carrera de muchas investigadoras. Una de ellas me comentaba: “mi jornada laboral empieza cuando mis hijos se duermen”.

[cita tipo=»destaque»] Aún queda camino por recorrer y tal vez nos tome un buen tiempo lograr la equidad tanto en ciencia como en el hogar. Para ello, es necesario seguir trabajando por la pluralidad en la construcción de conocimiento y, claramente, en la de un mejor sistema científico, uno que fomente el desarrollo de la ciencia por encima de los prejuicios y los estereotipos. [/cita]

Un estudio interno realizado por la Universidad de Harvard en 2013, evaluó las horas dedicadas al trabajo en la universidad y las horas consagradas al trabajo en el hogar, de investigadores hombres y mujeres del mismo rango académico. Y encontraron que, las investigadoras, además de cumplir el mismo número de horas en la universidad, dedicaban hasta un 100% más de horas para el trabajo en el hogar que sus pares hombres. Esto en el contexto de un año académico “normal”, no uno donde los servicios de sala cuna y las clases escolares se encuentran suspendidas.

Al respecto, Leslie Gonzáles, académica de la Universidad Estatal de Michigan que trabaja en estrategias para diversificar el campo académico, se preguntaba en el portal femenino The Lily, que pertenece al The Washington Post: “Cuando las instituciones seleccionen la adjudicación de fondos, ¿cómo evaluarán los logros de sus candidatos durante esta pandemia?”. En Chile, tan sólo un 33% de los investigadores son mujeres, y esta misma proporción se replica entre quienes se adjudican los fondos de investigación (FONDECYT, FONDEF, etc.).

Para reducir esta brecha, la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID, ex Conicyt) lanzó en 2017 su política institucional de género hacia 2025, la que parece prometedora. Sin embargo, si la excesiva productividad de algunos se tomara como estándar durante la pandemia, es posible que esfuerzos como el de ANID no cumplan su cometido.

Un buen ejemplo es la política de licencias por maternidad para ambos padres, implementada por varias universidades estadounidenses con el fin de equiparar ausencias durante el año académico. Al evaluar su eficacia, se encontró que lejos de mejorar la situación, las mujeres avanzaban aún menos y los hombres todavía más, incluso al compararse con universidades donde sólo ellas obtienen dicha licencia. Es desconcertante, pero deja entrever que aun cuando ambos padres se encuentran dentro del hogar (por el motivo que sea), si las tareas recaen exclusivamente en las mujeres, hasta las políticas más prometedoras pueden volverse contraproducentes. Es necesario tener todos estos factores en cuenta si queremos evitar que la brecha que hemos estado intentando reducir por años, se incremente debido a la actual pandemia.

A pesar del panorama, muchas científicas chilenas continúan rompiendo estereotipos. Las he visto en la Antártida, buceando con trajes de hombre porque, hasta ese momento al menos, no se conseguían en Chile trajes de ese tipo para mujeres, y al no tener el calce perfecto, sentía cómo les entraba el agua gélida del océano Austral. Las veo también dirigiendo fundaciones que promueven el desarrollo sostenible y la valoración del mar. Y por supuesto, liderando equipos de investigación que aportan al desarrollo de ciencia de vanguardia. A la par de todo eso, las investigadoras chilenas también comunican la ciencia que realizan, directo a nuestras casas en estos meses de cuarentena, a través de redes sociales o plataformas como Zoom.

Aún queda camino por recorrer y tal vez nos tome un buen tiempo lograr la equidad tanto en ciencia como en el hogar. Para ello, es necesario seguir trabajando por la pluralidad en la construcción de conocimiento y, claramente, en la de un mejor sistema científico, uno que fomente el desarrollo de la ciencia por encima de los prejuicios y los estereotipos. Pienso que sólo lo lograremos si todos y todas asumimos un rol activo en la creación de una sociedad más justa, una sociedad que desde siempre empieza por casa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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