Publicidad
Radiografía de la desigualdad de género y socioeconómica durante la pandemia: “La olla común representó el hambre bajo la dictadura y ahora es el hambre bajo la figura de un gobierno incapaz” BRAGA Créditos: Foto de Sergio Omassi en Pexels

Radiografía de la desigualdad de género y socioeconómica durante la pandemia: “La olla común representó el hambre bajo la dictadura y ahora es el hambre bajo la figura de un gobierno incapaz”

Natalia Espinoza C
Por : Natalia Espinoza C Periodista - Contacto: braga@elmostrador.cl / (sólo wsp) Fono sección: +569 99182473
Ver Más

Mucho se ha debatido acerca de la desigualdad de género, los micromachismos en la distribución de las tareas domésticas, entre otros temas, sin embargo, la desigualdad de género tiene un fuerte factor socioeconómico: el hambre y como respuesta, la olla común. Además de la dicotomía entre las cuarentenas y el trabajo doméstico. Para conocer esta realidad conocimos el testimonio de Erika, Asesora del Hogar y parte de la gestión de ollas comunes de su barrio además del análisis del Sociólogo Director del Programa de Doctorado en Teoría Crítica y Sociedad Actual de la UNAB, Mauro Basaure Sociólogo Director del Programa de Doctorado en Teoría Crítica y Sociedad Actual de la UNAB, Mauro Basaure, quien además es investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).


“Llevo prácticamente toda mi vida trabajando como asesora del hogar en las comunas de allá arriba. Cuando dijeron que iban a entrar en cuarentena mi mayor miedo fue perder mi pega, pero la señora de la casa me ofreció quedarme en una pieza ese tiempo y yo acepté. Al principio bien, pero después se volvió imposible hacer respetar mi tiempo personal encerrada con una familia que no es la mía, me pedían cosas en horarios desubicaos siempre. Tenía miedo de no poder llevar el pan a mi casa, a mi mamita de 84 años, que, aunque está sanita igual es delicada. Cuando las vecinas me invitaron a participar en las ollas comunes me sentí más segura y decidí volver a mi casa, porque sabemos que solo entre nosotros nos vamos a ayudar de verdad”, contó a El Mostrador Braga, Erika*, quien prefirió dejar su identidad reservada.

“Con la olla común al menos tengo la seguridad de que almorzaré”, “violo la cuarentena porque si no trabajo en mi familia nadie come”, son algunas de las frases que más hemos escuchado de las ciudadanas y ciudadanos de nuestro país desde que comenzó la pandemia. Mucho se ha debatido acerca de la desigualdad de género, los micromachismos en la distribución de las tareas domésticas, entre otros temas, sin embargo, la desigualdad de género tiene un fuerte factor socioeconómico también, tal como revela la experiencia narrada por Erika.

El resurgimiento de las ollas comunes

La olla común es sin duda el resurgimiento de una cuestión simbólica, que nuevamente al igual que de antaño, las mujeres se han dedicado a potenciar en distintos sectores, “la olla común como figura apareció en el barrio Yungay hace ya más de dos meses, además de otros sectores y está presente con consignas como el pueblo ayuda al pueblo (…) se resignifica y pertenece a esa memoria histórica que reflota en estos contextos y que significó el hambre bajo la dictadura y que ahora es el hambre bajo la figura de un Gobierno incapaz de resolver la ecuación de, por un lado, cuidar la salud pública mediante la cuarentena, pero con el apoyo institucional necesario para que la gente no se muera, ahora, de hambre”, analizó en esta entrevista con El Mostrador Braga, el Sociólogo Director del Programa de Doctorado en Teoría Crítica y Sociedad Actual de la UNAB, Mauro Basaure, quien además es investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).

Las protestas por el hambre, del desempleo y la sobrecarga

En el ámbito del trabajo, existe una polaridad entre el desempleo y la sobrecarga laboral. Por un lado, el desempleo femenino aumentó explosivamente llegando a un 9,4% y por otro lado, quienes han podido continuar en sus puestos a través del teletrabajo, denuncian una sobrecarga por la suma de las labores domésticas y tareas no remuneradas con la cantidad de trabajo y el escaso respeto a la duración de las jornadas y los tiempos libres de estas mujeres.

Esta dualidad que, sobre todo, ha puesto en peligro a quienes han quedado desempleados, ha provocado el resurgimiento de diversas protestas, las cuales además de atraer la empatía por parte de los ciudadanos a hacer donaciones de cajas de alimentos y la exigencia de medidas concretas al gobierno, también ha atraído numerosas burlas.

Para Basaure, esto no es un fenómeno exclusivamente chileno, ya que tanto en Italia, como África y más cerca, en Bolivia, se ha visto replicado. “Se sabía que la cuarentena bajo condiciones de desigualdad, pobreza y pobre apoyo institucional conduce directamente a que las personas se pregunten a sí mismas ¿me muero de hambre o me muero por coronavirus?”.

“Guatones con hambre”

Cuando comenzaron las protestas en la comuna de El Bosque se abrió una amplia crítica a que aquellos manifestantes captados en televisión que no eran delgados, allí un sector de la sociedad comenzó a burlarse y criticar volviendo incluso tendencia en Twitter el hashtag “guatones con hambre”.

Situación parecida ocurrió en Bolivia “protestaron personas indígenas que viven al día vendiendo verduras a en las afueras de Sucre. Y la respuesta de los ciudadanos… digamos, todos “modernos”, “racionales”, “no indígenas” ya lo habían asociado directamente a un problema de educación, de ser gente sin consciencia, poco menos que animales, y todo el componente racial que significa discriminación indígena”, narró el sociólogo.

Basaure explica que aquí de alguna manera se repite esta figura de “el pueblo ignorante que no es capaz de acatar” y que el “Gobierno ilustrado” no es capaz de controlarlos porque son casi como “hordas irracionales”  por lo que si se mueren va a ser responsabilidad de ellos, “se genera esta suerte de discriminación de manera que si el virus se instala van a ser como los leprosos, y que la misma gente será responsables de su propia muerte, de su propio contagio”.

Además, el experto agrega que “el propio Alessandri dijo que los santiaguinos no se están muriendo con el coronavirus, están muriendo de hambre. Imagínese que eso lo dijo un alcalde que es de derecha y respecto de la comuna de Santiago, que no es para nada la más pobre de Chile, imagínate lo que ocurre en El Bosque y otras como Estación Central, Quinta Normal, etc (…) La fórmula es que no puede pedírsele a la persona solidaridad en el sentido de quedarse en su casa y pensar en el otro y en sí mismo, sin un apoyo institucional fuerte, fuertísimo”.

Comprar tiempo

La otra cara de la desigualdad socioeconómica es respecto a la inequidad de género. Si bien la carga doméstica se la llevan las mujeres independientemente de sus ingresos. “Las mujeres de clase baja se llevan un peso mayor. Esto lleva a varias cosas, una de las más relevantes es que las mujeres de clase alta tienen como posibilidad el comprar trabajo doméstico, lo que se traduce en comprar tiempo”, explicó el sociólogo.

Comprar tiempo significa básicamente externalizar aquellas labores como la cocina, contratando a alguien para que limpie, que los fines de semana te vengan a dejar comida a la casa, incluso el tener la posibilidad de cambiarte de casa para que esta quede más cerca del colegio de las hijas e hijos. “Esto entrega entonces a las mujeres de clase más alta más autonomía, externalizando labores que de otra manera les caerían a ellas”, connotó Basaure.

Cuando no puedes comprar tiempo

En las clases socioeconómicas más vulnerables, esa posibilidad no existe, la misma estructura machista donde la división del trabajo doméstico está siempre feminizada, cae de una manera distinta porque no se tiene esta posibilidad de ganar autonomía contratando a alguien. Entonces todo ese tiempo lo invierte la mujer fundamentalmente, también el hombre, pero cuando son cuestiones de cuidado y trabajo doméstico son mucho más las mujeres quienes se llevan la carga.

Tiranía del tiempo

Es en aquellas situaciones en donde comienza el concepto que Basaure y sus investigadores titularon como “tiranía del tiempo” puesto que hay grupos más “tiranizados”, es decir, que se ven obligados a hacer tareas que no les permiten manejar sus tiempos, es el tiempo el que los maneja a ellos. Al revés, las personas que tienen más recursos pueden manejarlo mejor.

¿Y si aquellas personas “de plata” no pudieran comprar trabajo doméstico?

Actualmente, por ejemplo, los adultos mayores se encuentran más concentrados en los sectores más acaudalados de la capital, por tal razón también hay más demanda de cuidadoras o cuidadores, tanto para ir a sus domicilios particulares como en casas de reposo.

En esos casos, si esa familia no pudiera comprar este trabajo doméstico, entonces caería nuevamente sobre las mujeres, en este caso, de nivel socioeconómico alto.  Y aquí está el tema, “¿qué está pasando en la pandemia con la cuarentena total?  esto es algo bien particular porque no sabemos cuál es la situación, cuáles son los arreglos que se han hecho: si las personas se han ido a vivir a los hogares donde trabajan casi como un “puerta adentro temporal”, ¿cuáles son los regímenes de pago que están ocurriendo en este minuto? ¿se le está pagando todo su sueldo completo, aunque no esté yendo a trabajar?” cuestionó el sociólogo.

Ahí hay una especie como de gran pregunta sobre qué ocurre en estos casos con el trabajo doméstico. Lo que es cierto es que muchos casos las personas no están pudiendo ir a sus lugares de trabajo y, por tanto, lo que ha ocurrido es que el trabajo doméstico ha recaído sobre las mujeres, “en este caso sobre las esposas de sectores socioeconómico-altos, quienes apenas vieron que se levantó la cuarentena, lo primero que hicieron fue llamar a sus asesoras del hogar para que sigan viniendo a trabajar”, expresó.

Publicidad

Tendencias