
Hombres de las izquierdas: lo de ustedes no es infantilismo, es el reflejo que son una casta política patriarcal
Quiero ser profundamente honesta e imprudente, quiero incomodarlos, porque es injustamente decepcionante leerles, porque el escenario político que plantean puede ser menos próspero que sus estrechos análisis, porque no se concentran en los reales problemas de la política y lo político, en realidad lo que menos han hecho es cuestionar el poder, el origen de la concentración del poder, lo que menos se proponen es analizar la hegemonía.
Leer las columnas, las cartas al director en El Mercurio o en cualquier medio, hacen sentir que aún estamos en el siglo XIX. Es agobiante leer tanto narcisismo masculino en la política, en lo económico o en cualquier espacio, peor que una caricatura, peor que una obra de Moliére, raya en lo burdo o absurdo.
Podría comprender que ese tipo de discusión emergiera del orgullo herido de los seudos machos alfas de la derecha como José Antonio Kast o de Luciano Cruz-Coke, que poca intelectualidad se les ve desarrollar en sus retóricas políticas. Pero me parece completamente impresentable las cartas de ida y vueltas entre sujetos que se creen progresistas, o como se diría en el medioevo, modernos.
Cuando unos hablan del infantilismo de la izquierda, como complejo político de los sectores transformadores, en realidad sólo demuestran la incapacidad de ver el mundo más allá de lo masculino. Sus cartas llenas de testosterona añeja, más que análisis político es la muestra empírica de lo implícito y explícito que sólo se atreven a debatir en medios entre hombres, porque cuando abordan una discusión o diferencia política con una mujer son capaces de pedirle explicaciones a un dirigente hombre, llamando a la mujer que conduce un partido, cuestionando sus dichos Twitter como lo hizo el diputado Auth ignorando a aquella mujer con la que tiene legítimas diferencias, o cuando expresan la opinión de los partidos y sólo consultan las posiciones de presidentes, ignoren a las presidentas.
Me parece arcaico y poco democrático el debate decimonónico que tratan de instalar desde las izquierdas y el progresismo ¿Infantilismo de izquierdas? No da ni para infantilismo ni izquierdas, sólo es narcisismo, las respuestas de idas y vueltas, sólo reflejan lo falocéntricos de los arquetipos políticos para enfrentar un duelo por posiciones políticas. En realidad lo llamaría que padecen de falocentrismo político
Quiero ser profundamente honesta e imprudente, quiero incomodarlos, porque es injustamente decepcionante leerles, porque el escenario político que plantean puede ser menos próspero que sus estrechos análisis, porque no se concentran en los reales problemas de la política y lo político, en realidad lo que menos han hecho es cuestionar el poder, el origen de la concentración del poder, lo que menos se proponen es analizar la hegemonía.
¿Saben qué es lo distinto entre uds y nosotras? Nosotras a diferencia de uds los hombres, vemos la democracia más allá que los diálogos sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad entre hombres, porque el narcisismo solo les alcanza para relacionarse entre ustedes mismos como interpares. Hemos logrado dimensionar que la hegemonía va mucho más allá de la disputa por la administración del poder del Estado. La democracia para nosotras no es administrar poder, es sólo una parte. La democracia constituye distribuir poder.
Cuando las mujeres hablamos de feminismos, hablamos de democracia, porque hablamos de distribución del poder, en el deseo, en las instituciones del Estado, en el mercado, en las organizaciones políticas, en la familia; el feminismo no es un asunto de mujeres, es un asunto de poder, de reconocimiento, de igualdades, de redistribución. Aún no logran entender que nos preocupa la violencia de género no por ser víctimas, sino porque queremos sobrevivir a la pobreza, al ninguneo, a la invisibilización, a la infantilización de nuestras propuestas y posiciones políticas.
Hace unas semanas comencé a ver una serie, “Anne With and E”, que se desarrolla a finales del Siglo XIX; me llamó la atención que las desigualdades entre hombres y mujeres, siguen siendo profundamente idénticas, que en realidad las gráficas diferencias entre ese ayer y el hoy no es más que la tecnología, porque la permanente censura a las voces femeninas, las invisibilizaciones, el narcisismo masculino es igual que hace un siglo atrás, capaz que dos, tres o diez siglos. ¡Qué lentos avanzan los chiquillos!
A veces es absurdo leer a un miembro del directorio del servicio electoral hablando del infantilismo de izquierdas, catalogando a otros de nazistas, pero que en su estrechez política no haya capacidad real para pensar la democracia, ni cuestionar sus propias masculinidades dentro de las izquierdas y el progresismos como fundamento esencial de la democracia que Chile requiere en pleno siglo XXI. Esperaría algo más inspirador o estimulante de aquellos que solo por nacer hombres se sienten sabios para explicarnos el futuro y el pasado y de quienes transgeneracionalmente han podido acceder a la lectura, a la política al arte, mientras que nosotras no llevamos siquiera un siglo siendo parte del Estado como personas con derechos civiles y políticos, pero ustedes se dedican párrafos para jugar a las categorías estereotipadas del siglo XX como disputa política, sin siquiera cuestionar el origen, la concentración y las asimetrías del poder.
Ha quedado en evidencia que las miradas masculinizadas poco aportan al futuro democrático. Recuerdo ver a hombres de la centroizquierda decir que la paridad en el proceso constituyente no podía poner en riesgo el proceso. ¿De verdad creen que podría haber un proceso constituyente mínimamente democrático sin nosotras? No sé, me espanta la mediocridad democrática. ¡Cuánto les falta para superar sus limitadas posiciones! No se comporten como casta, no pierdan tiempo discutiendo quién interpreta mejor a Lenin, mejor usen sus energías y líneas interpelando e incomodando al poder, partiendo por su masculinidad.
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