En el marco del 8M, el Mostrador Braga conversó con la escritora Rosario Moreno, quien acaba de publicar “Cariño malo”, libro de denuncia periodística que destapa la cruda realidad de mujeres de la clase alta chilena que son víctimas de violencia de género. El libro reúne 76 testimonios, 30 de víctimas y 46 de testigos, carabineros, médicos, jueces, entre otros, quienes entregan una visión panorámica de la violencia del hombre contra la mujer en la “clase más educada” de Chile. En concordancia con la autora, esta investigación busca “ponerle fin al silencio sepulcral de una sociedad que disimula golpes, castiga el escándalo, se guía demasiado por el qué dirán y crea redes de protección en torno al golpeador”.
La violencia hacia las mujeres opera como una pandemia silenciosa, transversal, sin distinciones raza ni clase. Con Cariño Malo, su autora Rosario Moreno pretende develar la cruda realidad de mujeres de la clase alta chilena que se ven sometidas a distintos tipos de violencia por parte de sus parejas. Muchas de estas desgarradoras experiencias lamentablemente –en la mayoría de los casos– quedan en el silencio, ocultas por el miedo, el qué dirán, la dependencia económica y el poder de las redes de protección del agresor.
“El libro tiene tres objetivos: dar a conocer esta realidad que está escondida y que aqueja. Según un estudio de la Subsecretaría de la Prevención del Delito, un 11% (2017) de las mujeres de la clase alta han sido víctimas de lo que es violencia física y sexual. Si se agrega la sicológica, la cifra sube fuertemente, a más del doble», explica Rosario. «Segundo, que las mujeres golpeadas y maltratadas del estrato alto se den cuenta, al leer el libro, que no son las únicas a las que les ocurre esto, porque como es un tema que no se habla, se tapa, se esconde, ahora con el libro van a poder comprender que lo que les ocurre a ellas le pasa a mucha gente y que se puede salir de ese círculo vicioso».
El tercer objetivo de Cariño Malo es influir para cambiar las políticas públicas. «Hay aspectos de la justicia que no funcionan bien, como el incumplimiento de medidas cautelares, discriminación en Tribunales de Familia por tratarse de mujeres ‘cuicas’. ¡No hay casas de ayuda para la mujer violentada en Vitacura! Hay un alcalde que lleva 24 años en el cargo, ¿y no se le ha ocurrido?».
-¿Cómo fue tu experiencia de dar forma a este libro de denuncia periodística que se adentra en uno de los terrenos más oscuros de la élite?
-Dura. Yo venía saliendo de publicar Huellas Imborrables en 2018, libro que trata la cruda realidad del Sename y que hice junto a alumnos míos de periodismo de la UDD. Esos fueron dos años muy duros de investigación, entonces, yo pensé “ahora voy a hacer una investigación sobre la violencia del hombre hacia la mujer en la clase alta chilena”, una idea que me rondaba hace años, por comentarios que había escuchado al respecto. Pensaba que iba a ser una investigación más liviana, light, más amigable, y me equivoqué rotundamente: las historias de mujeres regias, flacas, altas que conocí son desgarradoras, y en todas las edades. Hubo días en que no me pude levantar de la cama de lo mal que quedaba tras una entrevista. Otras veces pensaba “es que no me van a creer porque esto es demasiado escabroso”, pero tuve que creerlo porque calzaba con la información de Carabineros, la experiencia de sicólogos y siquiatras, peritos, Tribunal Eclesiástico, documentación, etc.
-¿Cuál fue el desafío más importante que tuviste que enfrentar?
-Hubo muchos desafíos, como lograr que las víctimas hablaran. La paciencia hubo que cultivarla, pero a medida que avanzaba en el reporteo me di más fuerza de que esta investigación tenía que ver la luz. Creo que Cariño Malo es un libro necesario y puede hacer mucho bien. Y en la semana que lleva en librerías, son cientos las personas que lo han leído y muchas mujeres que me han escrito por redes sociales para contarme que les ha pasado lo mismo, que quieren que les escuche su historia, que agradecen visibilizar este flagelo. Agrego que en esta investigación colaboraron las jóvenes periodistas Sofía del Río e Isidora Lermanda.
– ¿Con qué trabas te topaste en el camino?
-Es triste, pero con gente del círculo, que también es mi círculo, especialmente hombres que al comentarles que estaba haciendo este libro me decían “para qué vas a mover el piso” o me miraban con cara de feminazi. Obviamente no lo tomé en cuenta. Y lo segundo, decir que, si bien todos los organismos públicos que hablan en el libro se portaron de maravilla con la información, la Fiscalía no quiso participar de la investigación, siendo que insistimos mucho en que lo hiciera. Mal por ellos, igual logramos hablar con gente de la institución y exfiscales.
-¿Cómo operan estas redes de protección al maltratador?
-Partiendo por la misma víctima. La mujer le esconde su maltrato, y muchas veces le justifica sus golpes porque se culpa a ella de no haber hecho las cosas bien en la casa, por ejemplo, entonces, considera que se puede merecer ese maltrato y lo calla, lo disimula. La mujer que debiera decirle “no más”, o denunciarlo, es muy difícil que lo haga. El maltratador puede tener a su principal aliado, por años, en su presa, su víctima, que no lo delata y lo encubre. Segundo, la familia del golpeador. Muchas veces es defendido por su propia madre, quien, en vez de apoyar a su nuera, lo defiende y justifica a él y hasta puede amenazarla a ella, si lo deja. Entonces, en estas dos etapas, es la mujer la responsable de la red de protección. De no creer. Debemos partir por erradicar el machismo subconsciente que tenemos las mujeres. Luego, cuando van a juicio, como el hombre cuenta con los recursos económicos, puede contratar abogados, a veces, que rayan con lo moral, lo legal, y que logran destruir a la víctima en los juicios. Y así van aislando a la mujer, mucha gente no le va a creer porque el hombre se va a mostrar como el rico tipo, buena onda y dejándola a ella como una especie de loquita. El dinero es un facilitador para crear redes de protección.
-A tu parecer, tomando en cuenta todos los testimonios reunidos en el libro, ¿cuáles son los principales patrones de comportamiento que más se repiten en las víctimas de violencia en la clase alta chilena y que se diferencian de mujeres de otros estratos sociales?
-Los patrones más repetidos son la vulnerabilidad de la mujer. Es una mujer que en su casa vio patrones de conducta de maltrato de su padre a su madre y lo repite, o que era una chica normal y se pone a pololear con un hombre que le baja la autoestima, entonces ella se cree cada vez menos, hasta llegar a ser nada, un llavero. Y cuando la presa está lista, ahí el hombre enfermo la comienza a golpear o abusar sexualmente, porque la cosifica, la transforma en objeto. Si bien no estudié con detenimiento los otros estratos sociales, por los testimonios del libro, se da cuenta que en la clase media esta realidad sería más baja por un tema económico principalmente. Los dos aportan a la casa, hay una relación más horizontal, no tan vertical y jerarquizada como en la clase alta, donde es generalmente el hombre el que provee el 100% o la mayor parte de la carga económica. Y muchos de estos hombres piensan “el que pone la plata, pone la música”, como dice el dicho.
En las clases más bajas es un tema más normalizado (28% de mujeres golpeadas), en que la mujer lo habla con su entorno, en que el hombre va y le pega un combo en el ojo. En la clase alta no, la violencia es más sofisticada, busca no dejar huesos rotos, no se pega en la cara. Es más maquiavélica.
-¿Cómo se trabaja en contra de una tradición poderosa, conservadora y machista que a través de sus prácticas perpetúa el ejercicio de la violencia y cosifica a la mujer?
-Hay muchas maneras de hacerlo: primero, hablar el tema en familia y sin tapujos. Así como los padres están preocupados de la droga, alcohol, se debiera estar preocupados de partir por el buen trato. Lo mismo en colegios y universidades. Debiera haber cursos obligatorios y constantes de buen trato, porque la violencia lo engendra todo. Espero poder ir hablar a colegios y universidades para hacer ver la necesidad de este cambio. Aquí hay que trabajar con las actuales y futuras generaciones. Las más viejas es difícil que cambien. Yo apostaría por los jóvenes.
-¿Qué fue lo que más te impactó de los testimonios?
-Cómo se puede matar en vida a un ser humano.
– ¿Cómo hacer frente a esta pandemia silenciosa que mantiene a muchas mujeres en el terror?
-Como comentaba antes, son muchas las áreas que hay que abordar, partiendo por el hecho de que hablemos del tema, educando, cambiando leyes y normativas, que la mujer que ahora lo está pasando mal acuda a un profesional para que la empodere, la ayude a planear el cambio en su vida. Arrancar de un maltratador hay que hacerlo de manera inteligente, porque son sumamente peligrosos.