La capellana del Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín, Nelly León, ha dedicado su vida al servicio, siendo su gran bandera de lucha dignificar la vida de las mujeres privadas de libertad. En esa línea, fundó la Fundación Mujer Levántate, un espacio de acogida y puente de herramientas para ellas.
“En Chile se encarcela la pobreza”, señaló Nelly León en la visita del Papa Francisco al Centro Penitenciario Femenino (CPF) de San Joaquín en el año 2018. En su trabajo por más de 15 años en cárceles de mujeres, ha sido testigo de las necesidades y realidad de las privadas de libertad. Su trabajo se ha centrado en dignificar la vida de las mujeres.
Con ese enfoque de trabajo es que Nelly, capellana del CPF de San Joaquín, fundó en 2008 la Fundación Mujer Levántate, la cual es casa de acogida que levantó junto a el padre Alfonso Baeza. La fundación nació, según explicó la religiosa en una entrevista al Hogar de Cristo, porque al poco tiempo de llegar a la cárcel se dio cuenta de que la mayoría de las mujeres que salían siempre volvían. Al preguntarles a las mujeres el por qué de esta situación, ellas señalaban que afuera nadie las esperaba.
La misión del lugar de acogida es construir “un país justo, mujeres libres”. Ese es el sueño detrás de la casa. En dicho espacio tienen un programa de intervención que comienza en la cárcel a dos años de la salida, donde buscan impulsarlas a descubrir sus habilidades y sus talentos. Posteriormente, se realizan capacitaciones y talleres, todo para que las mujeres al salir de la cárcel tengan nuevas herramientas. “Soñamos con el día en que el Estado y la sociedad entiendan que, aunque nacimos en lugares distintos, podemos tener las mismas oportunidades, que se puede romper el círculo de la pobreza y la desigualdad”, explicó León en una entrevista a Chilevisión.
Por esto, en un nuevo Mujeres Inolvidables, el especial semanal en donde destacamos las importantes hazañas de mujeres chilenas de la historia y el presente, visibilizamos el impacto de Nelly León, quien ha trabajado por dignificar la vida de las mujeres privadas de libertad.
El 90% de las mujeres que cumplen condena en la Cárcel de San Joaquín son madres, las cuales viven separadas de sus hijos e hijas. Por eso, Nelly sostiene firmemente que las mujeres privadas de libertad tienen triple condena, “una que se las da el juzgado, otra es la condena social que hacemos todos nosotros y la tercera condena es la ausencia de los hijos”.
Dentro de su trabajo en la cárcel evidenció cómo las hijas e hijos eran revisados de forma invasiva al momento de ir de visitas. Esta situación dificulta el vínculo afectivo, pues muchas veces las madres prefieren que “sus hijos no vengan porque no quieren que pasen por los allanamientos”.
En la búsqueda por proteger a los menores de edad, junto con fundación crearon las visitas protegidas, donde traen a las hijas e hijos de las mujeres en una visita normal, sin tener que pasar por las invasivas revisiones al ingresar a la cárcel. Al momento de entrar, las y los menores son acompañados por una profesional de la fundación, donde sólo son revisados por la paleta detectora de metales. Asimismo, preparan un espacio íntimo para poder el encuentro madre y sus hijas e hijos.
Dos episodios marcaron la vida de Nelly y con ello, lo que sería su vida de servicio. El primero de ellos, ocurrió cuando Nelly León cursaba tercero medio en un politécnico de Santa Cruz, los llevaron a conocer la cárcel. Ese día, Nelly no pudo borrar la imagen de los hombres y mujeres tras las reglas, auto retándose a que ella debía hacer algo.
El segundo punto decisivo en su vida ocurrió mientras León hacía su práctica en pedagogía en una escuela básica en Pudahuel, encontró un día a una niña de cuarto básico siendo abusada sexualmente. La situación la impactó y rápidamente fue a denunciarlo con la directora del establecimiento, pero no hicieron nada.
Hasta ese día, Nelly jamás me había planteado ser religiosa. Ella tenía otros proyectos y sueños. Tenía pareja hace dos años y planes de matrimonio. Pero todo esto, poco a poco se fue cayendo tras decidir asumir un compromiso social diferente. “Ahora quería dedicar mi vida de lleno a trabajar por la dignidad de las mujeres en la cárcel”.
Posteriormente, Nelly fue a hablar con el cura de su parroquia y él le dijo que “lo que a ti te pasa es que estás siendo llamada para ser religiosa, para que seas monja». En primera instancia, la idea de ser monja no la convencía, pero se dio cuenta que había entrado en un conflicto entre tener una familia bonita o ser libre para entregar su vida al servicio. Entonces, decidió estar al servicio de las mujeres vulneradas.