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El miedo detrás del embarazo: ¿cómo afecta la construcción social de la maternidad en la salud mental y sexualidad de las mujeres? BRAGA

El miedo detrás del embarazo: ¿cómo afecta la construcción social de la maternidad en la salud mental y sexualidad de las mujeres?

Existe de manera cotidiana y también como patología: el miedo al embarazo y/o parto tiene múltiples factores, algunos de tipo vivencial relacionados con malas experiencias previas, el atestiguar en generaciones pasadas “el postergamiento” del ser mujer, y las diferencias de la construcción sociocultural de la paternidad, entre otras. Además, puede afectar el disfrute sexual, la vida en pareja y generar cuadros de angustia y estrés. ¿Los tratamientos? Terapias cognitivos-conductuales, relacionales y en ciertos casos, psicofármacos.


Una angustia por un riesgo o daño real o imaginario, o la aprensión a que suceda algo contrario a lo que se desea. Así define la Real Academia Española (RAE) al miedo y lo recupera un estudio realizado en España y titulado Miedo al parto y narrativas intergeneracionales: Una aproximación desde la antropología de la Universidad de Barcelona.

La investigación parte de la premisa de que el miedo al embarazo está “extendido” y asumido de manera natural a nivel social. Aunque los motivos de este miedo, construidos culturalmente, toman diferentes formas en los países, un aspecto compartido se relaciona con la escucha de relatos de mujeres que vivieron violencia obstétrica o partos de tipo traumáticos, cuyas cifras son elevadas y fueron naturalizadas durante décadas. 

El estudio realizado valora la importancia del intercambio de relatos entre mujeres que cuentan sus experiencias positivas y negativas asociadas a la gestación, el parto y la propia maternidad.

Generaciones cada vez más conscientes

Para la psicóloga de la Universidad Católica Silva Henriquez (UCSH), Andrea Acevedo, en la última década creció de manera sostenida la importancia de elegir optar o no por la maternidad en quienes tienen las herramientas -educación sexual y acceso a métodos anticonceptivos- para hacerlo. 

“Cada vez, de manera más consciente, hay mujeres que deciden no tener hijos porque rescatan el resguardo de sus gustos, su privacidad, el manejar sus tiempos, hacer las cosas que les gustan sin tener que limitarse por efectos de la crianza”, señaló la especialista. 

No es la crianza en sí lo limitante sino más bien la configuración sociocultural e incluso urbana, si se quiere, la que obstaculiza el desenvolvimiento de ser mujer y vivir la maternidad a la vez de manera adecuada.  “Está muy instalada la idea de que si tengo hijos me voy a postergar y hay quienes la pasan tan bien solas o en pareja que no quieren tranzar eso”, reflexionó. 

Históricamente, se construyó la idea que enlaza el ejercicio de maternar con el sentimiento de plenitud, es decir, que una mujer completa lo es en tanto tiene hijos. En este marco, el embarazo más que un deseo surge como resultado de una suerte de obligación para con la pareja y lo continúa siendo para algunas mujeres en la actualidad.

“El resultado es que hoy, muchas de esas mujeres que crecieron en el marco de ese paradigma perciben sus vidas truncadas, sienten un malestar constante porque no fueron madres por deseo”, aseguró la psicóloga. 

-¿Esto entonces tiene relación con la experiencia generacional, de venir de madres y abuelas que fueron obligadas a maternar muchos hijos y no poder realizar sus vidas con base en sus deseos?

-Claro. Y eso se debe a varios factores.. si vemos la experiencia hacia atrás se sigue un patrón: la maternidad como la postergación de ser mujer. Una suerte de mandato transgeneracional, las madres tienen que postergar su vida personal, gustos, sus carreras solo por ser madres. Las nuevas generaciones se volvieron más conscientes de los patrones que no quieren repetir en su generación.

Este miedo, entonces, puede surgir en parte debido a la testificación de la vida de otras mujeres, un factor ambiental que puede tener distintos orígenes.

“Por ejemplo, si una amiga te conversa que tuvo una experiencia traumática en el parto debido a que la violencia obstétrica que es muy común, se puede instalar un temor a vivirlo”, mostró Acevedo. Incluso la experiencia de visitar a un familiar y ver cómo postergó su vida a partir de la crianza “puede gatillar estos temores”, agregó a especialista. 

La tocofobia: cuando el miedo se vuelve patológico

En esta línea, la psicóloga clínica y académica diferenció el miedo “más común” al embarazo y el miedo patológico: la tocofobia. 

“Este miedo persistente, irracional y desproporcionado al embarazo y más ligado al parto, es distinto de un miedo más tradicional que se puede controlar con métodos anticonceptivos, la tocofobia es un miedo continuo, angustiante, no se puede controlar”, explicó.

La magnitud del miedo es tal que puede “impedir tener relaciones sexuales satisfactorias”, sentir incluso aversión “a que el hombre acabe” en términos más coloquiales e incluso “miedo al orgasmo”, lo que hace que se vaya perdiendo el disfrute. 

La tocofobia secundaria, en cambio, afecta a quienes ya vivieron un embarazo y no quieren repetir esa experiencia. 

“Es la consecuencia de malas vivencias durante el embarazo, en el trabajo de parto y/o  bien en la depresión pos parto, generando temor para pensar otro embarazo”, detalló la psicóloga de la UCSH, Andrea Acevedo.  

En el primero de los casos, según el estudio realizado en Barcelona, escuchar experiencias de otras mujeres que sí vivieron un embarazo “facilita que la anticipación de un eventual parto esté elaborada sobre ideas preconcebidas” por lo que la absorción de dichas experiencias en forma “de mensajes positivos o negativos” sobre el parto es “muy significativo”.

-Este miedo también puede relacionarse con la presión que socioculturalmente se ejerce en las madres, a diferencia del rol de padre…  

-Así es. Todavía está instalado este patrón ligado al patriarcado en el cual las mujeres no sólo tienen que tener tiempo dedicado a sus hijos, ser funcionales al trabajo, dedicarle tiempo a sus actividades, dedicarse a actividades domésticas. 

En cambio, el rol del padre todavía se ve como el que ayuda no como el que es responsable y funcional, no está instalada la corresponsabilidad a nivel cultural. Incluso cuando te separas las visitas son dominicales o cada 15 días y el resto de la semana la madre se hace cargo. 

-Además, por más que exista un padre presente y corresponsable (que son poquísimos)  la mujer amamanta…

-Desde la teoría del apego, durante el primer año de vida el bebé no comprende la separación con la madre y con el tiempo va incorporando que son individuos distintos y empieza el proceso de diferenciación. Entonces existe una dependencia más hacia la madre. 

Durante un tiempo hubo un boom de lactancia a libre demanda y muchos movimientos feministas han visibilizado que esto también puede ser esclavizante y agotador hacia la madre. Se puede trabajar ese mismo apego pero no necesariamente solamente a través de la lactancia. Ahora, si no se puede amamantar pero el bebé se siente seguro, con sus necesidades satisfechas, el cariño necesario, esto también lo puede hacer el padre. 

Pero en definitiva ¿Cómo se puede tratar este miedo al embarazo? La clave en esta materia reside en terapias psicológicas que pueden ser de tipo cognitivo-conductual, relacional y dependiendo de la gravedad, puede requerir además el complemento de fármacos, puntualizó la psicóloga. 

No solo es posible, sino que es necesario tratarlo para que no se convierta en una obstrucción para la salud mental y la vida sexual de las mujeres.

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