Con un 40% más de resistencia que el condón externo según la Sociedad Chilena de Infectología, el condón femenino o interno se presenta como el único método contraceptivo iniciado por la mujer que ayuda a prevenir embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual (ITS). Pese a ello, “es un método de difícil acceso en Chile”, aseguran desde Aprofa, dada la prevalencia del condón externo, y los diversos mitos sobre su uso, como que podría perderse dentro de la vagina o sólo puede usarse en prácticas vulvaginares, lo que ha encarecido su valor. La implementación de la Educación Sexual Integral (ESI), una de las claves para la extensión de su uso.
Se puede colocar hasta ocho horas antes de iniciar relaciones sexuales, tiene mayor amplitud (protege tanto vulva como vagina), no necesita de una erección para mantenerse en su lugar y es un 40% más resistente que el externo: el condón femenino es el único método contraceptivo (que impide el embarazo) sin efectos secundarios hormonales disponibles para mujeres y personas con vagina.
Sin embargo, sus propiedades no se traducen en la frecuencia de uso. Ya sea por la dificultad de acceso o por desconocimiento, ocupan los últimos lugares en los rankings nacionales o internacionales de uso. ¿Las razones?
Para la enfermera matrona del Área de Educación de Aprofa, Fernanda Cabrera, se debe a diferentes factores, pero la brecha “histórica” de género tiene relación directa.
“Hay déficit de información, promoción y educación sobre el preservativo interno, lo que hace que las personas tengan diferentes conocimientos y mitos en torno a este y con ello, no tengan interés en utilizarlo”, subraya.
Según explica, a las mujeres y personas con vagina generalmente se les ha asociado al uso de métodos anticonceptivos hormonales, mientras que los hombres y las personas con pene son persuadidos en el uso de los métodos de barrera.
Si bien el preservativo interno se entrega de manera libre en consultorios, continúa siendo “un método de difícil acceso en Chile”.
En la prevalencia del condón externo como método anticonceptivo y de prevención de ITS y los mitos en torno a su uso se encuentran algunas de las causas, que repercuten también en la diferencia de costo si se le compara con el condón para penes.
Por ejemplo, se tiende a creer que se puede perder dentro de la vagina, que sólo puede usarse en “prácticas sexuales vulvaginares” y que sólo sirve como anticonceptivo. Pero la realidad es que lo primero es imposible, se puede usar en prácticas anales y orales y al igual que el condón masculino previene ITS.
Otro de los obstáculos en relación al uso del preservativo, que también ocurre con el externo, es su asociación con “la reducción del placer”, ya que al ser una barrera se piensa que puede disminuir la sensibilidad en la práctica sexual.
Sobre esto, la matrona de Aprofa explicó que el uso de barreras “puede erotizarse y hacer de esta una práctica que aumente el deseo y el placer”, asociado a la seguridad de mantener prácticas sexuales sin el riesgo de contraer ITS o gestaciones no deseadas.
“Podemos incorporarlo dentro de la práctica sexual, por ejemplo, el anillo externo puede usarse para estimular el clítoris o la zona perianal”, explica Cabrera, quien además señala que como el material del preservativo suele ser nitrilo o poliuretano “es más delgado que el látex”, lo que resulta que la práctica sea más sensitiva.
Pero más allá de eso, a juicio de la especialista es clave avanzar hacia la implementación de la Educación Integral de la Sexualidad (EIS), actualmente ausente en los planes de estudios del país.
Con ella no sólo podría abordarse de manera completa, adecuada y pertinente la salud sexual, sino que también disponer de herramientas para el fortalecimiento de la autonomía y responsabilidad no sólo sobre uno mismo, sino también para con las y los otros.