
¿No solo una cara bonita? Concursos de belleza entre la inclusión, activismo y el empoderamiento
Los concursos de belleza generan debate: o se ven como una plataforma para empoderar a las mujeres o se critica su énfasis en estándares físicos convencionales. Sin embargo, en medio de la controversia, algunas participantes han transformado el certamen en un espacio de activismo y liderazgo social.
Los concursos de belleza han vuelto generar debate en muchas partes del mundo, incluido nuestro país. Por un lado, algunas personas los ven como una plataforma para empoderar a las mujeres, ofreciéndoles oportunidades en el mundo del entretenimiento o la moda, sobre todo al resaltar en términos de belleza. Pero, también hay quienes cuestionan su relevancia en una era que promueve la inclusión, la igualdad y la valoración de la persona más allá de la apariencia física.
Las principales críticas a esos concursos se centran, principalmente, en seguir perpetuando los estándares de belleza impuestos hacia las mujeres, lo que puede generar presiones poco saludables acerca de la autoimagen, especialmente en las generaciones más jóvenes. Dismorfia corporal, trastornos alimenticios, comparación con otras mujeres, son algunos de los impactos que estos certámenes podrían generar en la vida de un gran número de niñas y jóvenes.
Algo que parecía estar más resuelto en los últimos años con cierta apertura y evolución hacia la inclusión, con más diversidad en cuanto a talla, color de piel, género y otras características que antes casi ni eran representadas por las marcas y la televisión. El denominado body positive marcó un punto de inflexión en nuestra sociedad al generar un impacto positivo en las personas, al comenzar a hacer visible todos los tipos de cuerpos normales que existen en el mundo. Incluso, hubo una representación visual al tener modelos plus-size en comerciales, eventos y programas televisivos. Pero, ¿esto ha ido quedando atrás?
Detrás de la corona de reina de belleza
En tiempos donde reapareció en la TV la farándula, los reality shows y hasta el humor de antaño, también volvió el interés por los reinados de belleza. O por lo menos, eso fue lo que pasó con el verdadero fenómeno en que se transformó Emilia Dides cómo la representante chilena para el concurso Miss Universo 2024. No solo logró clasificar como la favorita del público entre las 14 seleccionadas, sino que las redes sociales estallaron cuando Emilia no quedó entre las cinco finalistas.
Después de muchos años, la transmisión del concurso volvía a la TV abierta logrando un promedio de 25,4 puntos de rating entre las 21:40-01:05 hrs. Pero no solo eso. La transmisión lideró en su horario, fue lo más visto del día y lo segundo más visto de la semana (11-17 nov), solo superado por el partido de Chile-Perú por las Clasificatorias 2026 (vie 16 nov).
Además, según datos de Kantar Ibope Media, lideró en todos los segmentos demográficos y tuvo un alcance total proyectado de 3,5M de personas.
Y no solo eso. a través de la señal online de CHV, Miss Universo fue visto por 339K usuarios.

Emilia Dides.
¿Fue un interés por el concurso de belleza en sí o fue producto de cierto aire triunfalista y la ilusión de que Chile volviera a ganar una corona? ¿Pasamos de no hablar de los cuerpos ajenos a mirar nuevamente desfiles en trajes de baño y determinar la belleza de las personas según su apariencia?
María Alejandra Energici, socióloga de la Universidad Andrés Bello (UNAB), explica que hubo momentos en que estos concursos no fueron tomados en cuenta debido al contexto social en el que nos encontrábamos como sociedad. “Cuando se generan movimientos de orden más feministas, una de las cosas que empieza a ocurrir después es que hay una cierta resistencia, como que va y viene por estas resistencias”, explica.
Por eso es natural que haya una evolución con los discursos que se están desarrollando, porque los cambios en los concursos de belleza están ligados a no perder el público y no desaparecer con el tiempo. “Así como hay resistencia, una de las cosas que hacen también ciertos organismos es tratar de adaptarse, porque si no empiezan a hacer totalmente obsoleto, entonces tienen que incluir ciertas cuestiones, porque cambia el orden de que es lo políticamente correcto. ¿Por qué? Porque los movimientos de resistencia, si bien puede ser que no sobrevían como tal, han cambiado lo que es lo políticamente correcto. Entonces están obligados, por ejemplo, a pronunciarse o alterar ciertas cosas”, detalla.
Cómo han cambiado los concursos de belleza
Los concursos de belleza han evolucionado significativamente en los últimos años, adaptándose a los cambios sociales, culturales y a las demandas de mayor diversidad y menos estereotipos de la mujer actual.
Por eso se están moviendo hacia un modelo más inclusivo, relevante y comprometido con los valores contemporáneos, alejándose de los estándares tradicionales que se enfocaban casi exclusivamente en la apariencia física. El presidente del Miss Universo Chile explica que para ser participante del concurso solo existen dos requisitos: ser mayor de edad y residente del país que se representará.
“Lo principal es que desde el año pasado, se eliminaron todos los requisitos. Entonces prácticamente para participar tú tienes que ser mayor de edad y ser residente, o sea, ser originaria del país que vas a representar. Y no hay ningún otro tipo de requisito, entonces más inclusión que eso no puede haber. No importa el peso, no importa la altura, los colores, no importa si tiene hijos, no importa si está casada, separada, divorciada, embarazada de ocho meses. Lo que sea, puedes participar”, dice el presidente del Miss Universo Chile, Keno Manzur.
Representantes plus size, con alopecia, con vitíligo, son alguno de estos cambios que se han visto reflejados en los últimos años a nivel mundial. Eso sí, aunque estas candidatas son bien comentadas en redes sociales, suelen no ser las ganadoras.
“El impacto es muy bueno porque nos permite a cada uno de los países que realizamos el concurso tener más alcance. O sea, ahora ya no cuento solamente con niñas de sobre 1,70 m que tengan entre 18 y 27 años, sino que ahora yo cuento con mujeres de cualquier altura, de cualquier peso. El impacto es bien alto. Le da esperanza a las mujeres, así que, en ese sentido, el concurso está súper enfocado en lo que es cambio que ha tenido la sociedad también. O sea, la sociedad ha ido evolucionando y con ello el Miss Universo”, agrega Manzur.
El activismo detrás de la corona
Los concursos modernos a menudo destacan el activismo social, los proyectos comunitarios y las habilidades de liderazgo de las participantes. Tener opinión respecto a temas nacionales e internaciones son un aspecto fundamental en la formación de una Miss Universo. Por otro lado, muchos ven este espacio como un lugar de cultura y diversidad al ver a todas las representantes de todos los países del planeta.
Pero las participantes no solo son una cara bonita. Han habido concursantes que, a pesar de todo, no han dejado de lado su activismo en causas como el racismo, la desigualdad social, los derechos de las mujeres y de los niños, entre otras. Por ejemplo, Catriona Gray, quien fue Miss Universo 2018, ha sido una férrea activista de causas como la concientización del VIH, la protección del labio leporino y las artes y cultura filipina.
No solo ella ha defendido causas sociales en este concurso de belleza. Zozibini Tunzi , Miss Universo 2019, también ha sido una de las concursantes que ha luchado por una sociedad mas justa y equitativa. La modelo africana es activista en temas como el racismo, la discriminación y luchar contra la violencia de género.
Por otro lado, Olivia Culpo, Miss Universo 2012, es otra de las activistas que ha tenido el certamen. Durante su paso por el concurso de belleza utilizó su posición para abogar por temas de salud mental y el empoderamiento femenino. Ha estado muy involucrada en campañas de concientización sobre la salud mental y ha hablado abiertamente sobre sus propias luchas con la ansiedad.
En nuestro país Ariel Cordero, psicóloga enfocada en temas de la comunidad LGTBQ+, modelo trans y participante de Miss Universo Chile 2024, explica que no todos los concursos de belleza tienen los mismos requisitos, pero sí todos buscan que las candidatas entreguen un mensaje.
“No todos los concursos podrían decirse que son inclusivos o que tienen un espacio como a abrir más realidades, a pesar de que existe, que tiene que ver mucho como con lo contemporáneo, no todos tienen las mismas dinámicas. En el caso mío, que yo estuve en el Miss Universe y en el Miss Cosmo, que también tienen esas no restricciones de edad, ni tampoco si eres una mujer cisgénero o si eres una mujer transgénero, sino que más bien son abiertos, lo que importa es que tú tengas un mensaje”, detalla Cordero.
Ariel Cordero no solo buscaba destacar por su belleza sino que también quería inspirar a otras personas y enfocar su participación en los Derechos Humanos. Para ella, el Miss Universo no sólo es belleza, es también ser personas diplomáticas y con pensamiento crítico.

Ariel Cordero.
Empoderamiento femenino
Los concursos de belleza, con el pasar de los años, han ido dejando atrás su estigma de sólo ser un grupo de mujeres de belleza hegemónica y vestidos de princesa. Keno Manzur, presidente del Miss Universo Chile detalla los proyectos detrás del concurso y explica que, más allá de ser mujeres hermosas, las participantes deben tener proyectos sociales que se relacionen con su vida personal o con sus intereses.
“Cada candidata tiene que tener para participar un proyecto social que se llama Voice for Change o Voz por El Cambio. Porque lo que busca el concurso es potenciar a la mujer a través de su historia de día y que con esa historia, ella pueda inspirar a otras mujeres que la estén mirando el día de mañana cuando compiten. Además del tema de los requisitos, el Miss Universo también busca una mujer que inspire a través de su historia de vida”, detalla.
Sin embargo, los concursos de belleza siguen siendo un tema complejo y controvertido en el contexto del empoderamiento femenino y el feminismo. Mientras algunos los consideran una plataforma para el desarrollo de las mujeres, otros los critican como perpetuadores de estándares de belleza poco realistas. La percepción depende en gran medida de cómo se estructuren, los valores que promuevan y cómo las participantes usen su visibilidad.
Participar en estas competencias puede ser una oportunidad para desarrollar habilidades como hablar en público, liderazgo y confianza en sí mismas. Muchas ganadoras utilizan su posición para abogar por causas importantes como la igualdad de género, los derechos humanos y la sostenibilidad.
Desde una perspectiva feminista, el empoderamiento también incluye la libertad de elegir participar en actividades que valoren la apariencia física, siempre que sea una decisión consciente y no impuesta. Sin embargo, aunque algunos concursos han evolucionado, las participantes aún enfrentan expectativas relacionadas con la delgadez, la juventud y otras normas restrictivas. De hecho, los concursos todavía no siempre reflejan la verdadera diversidad de las mujeres y sus experiencias y el riesgo es que todavía se asocia a una “mujer objeto”.
“Los concursos de belleza son necesarios y creo que lo que también es necesario es reivindicar el concepto de belleza como tal”, plantea Ariel Cordero. “Hay que trabajar más como sociedad en qué es lo que entendemos por belleza”.
“Un concurso que incluye la palabra ‘belleza’ no necesita tener una restricción de algo o poner una descripción de quienes participan y quienes no”, agrega.
Y es que no solo hay un enfoque creciente en promover una belleza auténtica, sin maquillajes excesivos o transformaciones radicales, fomentando la aceptación personal y la autoexpresión, si no también cada vez más concursos celebran la belleza en todas sus formas, incluyendo participantes con diferentes tipos de cuerpo, tallas, edades y condiciones físicas.
Porque los concursos de belleza pueden ser empoderadores o limitantes dependiendo de su enfoque. Cuando se transforman en plataformas de visibilidad, diversidad y liderazgo, pueden alinearse con los valores feministas. Sin embargo, si perpetúan estereotipos o estándares restrictivos, pueden ser percibidos como contradictorios con el feminismo.