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Maternidad en Chile: 44 % de madres primerizas tiene educación superior y posterga su primer hijo BRAGA Crédito: Cedida

Maternidad en Chile: 44 % de madres primerizas tiene educación superior y posterga su primer hijo

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Un estudio reveló que la edad promedio al tener el primer hijo aumentó de 22,6 años en 1965 a 29,1 en 2023, y el 44 % de las madres primerizas tiene educación superior. Un giro que redefine los desafíos en conciliación, educación y políticas públicas.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
Un análisis entre 1965 y 2023 muestra que la maternidad en Chile ha experimentado un cambio profundo: la edad promedio para tener el primer hijo subió de 22,6 a 29,1 años, y el 44 % de las madres primerizas tiene educación superior. Esta transformación está ligada al acceso a la universidad y a la necesidad de estabilidad económica. El estudio propone medidas para asegurar que la maternidad no excluya a las jóvenes del sistema educativo. La conciliación entre estudio, trabajo y crianza es el nuevo desafío para las políticas públicas.
Desarrollado por El Mostrador

En los años sesenta las mujeres tenían su primer hijo poco antes de los 23 años. Hoy, ese hito se ha postergado hacia los 30, especialmente entre quienes accedieron a la educación superior. Un cambio que no es solo reflejo de transformaciones culturales, sino también consecuencia directa del creciente ingreso de las mujeres a la educación terciaria y del retraso en la estabilidad económica y laboral, que muchas consideran requisito fundamental para formar una familia.

Así lo demuestra un análisis reciente del Observatorio de Salud Pública del Instituto de Políticas Públicas en Salud (IPSUSS) y la Escuela de Obstetricia de la Universidad San Sebastián, basado en datos provenientes de la Encuesta Nacional de Salud, Sexualidad y Género (ENSSEX 2022–2023).

Pero no solo ha cambiado la edad de la madre al tener el primer hijo: también ha variado el perfil de quienes se convierten en madres. En 1965, apenas un 8,7% de las madres primerizas tenía educación superior. Para 2023, esa proporción se disparó al 44,2%, lo que evidencia una transformación estructural en los patrones reproductivos del país.

El acceso a la educación superior ha sido uno de los mayores logros en la historia de las mujeres chilenas, pero hoy el desafío es lograr que ese avance no entre en conflicto con la posibilidad de formar una familia”, señaló Manuel Ortiz Llorens, coautor del estudio y director de la carrera de Obstetricia USS.

Según afirmó María Teresa Valenzuela, directora del Observatorio de Salud Pública del IPSUSS y exsubsecretaria de Salud Pública, estos cambios tienen implicancias profundas para las políticas públicas. “Ya no basta con hablar de natalidad en abstracto: necesitamos políticas que respondan al nuevo rostro de la maternidad en Chile, más educada, más activa laboralmente y con expectativas de equidad”, detalló.

El estudio reveló que el ingreso gradual de mujeres a la universidad, que se aceleró en los años ’90 y 2000 coincide con un descenso paulatino de la fecundidad. Sin embargo, el retraso del primer hijo no responde a un desinterés por la maternidad, sino a condiciones estructurales que dificultan la conciliación entre estudio, trabajo y crianza.

“Es un fenómeno multicausal, pero que encuentra un punto de inflexión en el acceso a la educación superior. La maternidad no desaparece, pero se traslada en el tiempo, condicionada por la necesidad de estabilidad laboral y económica”, explicó Ortiz Llorens.

Propuestas para la educación superior: acceso, permanencia y acompañamiento

Los autores plantean un conjunto de medidas orientadas principalmente a garantizar el acceso y la permanencia en la educación superior de jóvenes que enfrentan un embarazo o la crianza de un hijo mientras estudian. Entre ellas se destacan:

Políticas institucionales para estudiantes embarazadas, madres y padres, que incluyan flexibilidad en horarios, modalidades, evaluaciones e inscripción, facilitando la continuidad de sus estudios.

Salas de lactancia que faciliten la continuidad académica sin renunciar a los cuidados esenciales.

Guarderías universitarias o convenios con jardines infantiles cercanos, con acceso prioritario y subsidios para estudiantes madres o padres.

Programas de acompañamiento académico y psicosocial, con apoyo interdisciplinario que aborde las dimensiones emocionales, familiares y logísticas de estudiar mientras se es madre o padre.

Redes colaborativas dentro de las comunidades educativas, que promuevan la corresponsabilidad y el respeto por las trayectorias diversas de estudiantes con hijos/as.

“Estas medidas buscan generar condiciones reales de equidad para que ninguna joven se vea forzada a abandonar su formación superior por ser madre, y para que la maternidad o la paternidad temprana no sean sinónimo de exclusión educativa”, puntualizó Valenzuela.

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