
Modelo pionero en el sur de Chile busca promover la igualdad de género en la educación superior
La propuesta establece criterios e instrumentos concretos para avanzar en inclusión, justicia social y transformación institucional, desde la experiencia y misión de una universidad regional.
En un contexto donde la equidad de género ha ganado terreno como una prioridad global, la Universidad Católica de Temuco (UCT) da un paso significativo con el lanzamiento de su Modelo Institucional para la Igualdad de Género y No Discriminación, una herramienta inédita en el sur del país que busca articular de forma sistémica y medible los esfuerzos por construir una universidad más justa, inclusiva y libre de discriminación.
La creación e implementación de políticas de género en las instituciones de educación superior es fundamental para garantizar la igualdad de oportunidades, prevenir la violencia, transformar las culturas organizacionales y contribuir al desarrollo de una sociedad más equitativa. En este marco, el nuevo modelo de la UCT se presenta como una respuesta concreta a los desafíos persistentes en materia de desigualdad, brechas estructurales y exclusión dentro del sistema universitario.
Este modelo no replica recetas externas ni estándares importados. Fue diseñado desde una lógica participativa y situada, con un fuerte anclaje en los principios éticos y en la identidad misional de la UCT como universidad regional comprometida con la transformación social. Surge del proyecto institucional “Igualdad que se Vive”, financiado por el Ministerio de Educación en 2023, y liderado por la Dirección de Género en articulación con la Vicerrectoría de Calidad y Gestión Estratégica.
Un instrumento técnico con enfoque estratégico
El modelo está concebido como una herramienta técnica y estratégica, capaz de medir y gestionar avances reales. Considera cuatro dimensiones clave: gestión universitaria, docencia, investigación y vinculación con el medio, cada una con indicadores, estándares y mecanismos de monitoreo que permitirán evaluar progresivamente las brechas de género y orientar decisiones informadas para superarlas.
Olga Carrillo Mardones, directora de la Dirección de Género de la UCT, subrayó que el modelo fue co-construido desde la comunidad universitaria, asegurando pertinencia, legitimidad y sostenibilidad. “Tuvimos espacios de diálogo, escucha activa y corresponsabilidad con todos los actores. Fue un proceso formativo y transformador que fortaleció nuestra cultura institucional”, señaló.
Además, destacó que el valor distintivo del modelo es su articulación con la Vicerrectoría de Calidad, lo que garantiza una lógica de mejora continua y coherencia con los valores institucionales, como respeto por la diversidad, equidad y actuación ética.
Desde el plano técnico, Carolina Gutiérrez Soto, profesional de la Dirección de Género, detalló que el diseño del modelo tomó cerca de dos años y se construyó en base a documentos institucionales clave como el Modelo Educativo, la Política de Calidad, el PDI 2030 y la Ley 21.369 sobre acoso y violencia en la educación superior.
“Diseñamos un modelo con fundamentos sólidos, objetivos claros, flujos de trabajo e indicadores que permiten avanzar con evidencia hacia una universidad más justa y equitativa”, indicó.
Etapa piloto y desafíos por delante como modelo replicable
La implementación del modelo contempla una etapa de pilotaje durante el segundo semestre de 2025, en cuatro direcciones estratégicas de la UCT, para validar metodologías y fortalecer su aplicación práctica.
Para Carolina Muñoz, especialista en género y políticas institucionales, este modelo representa un avance significativo frente a otras experiencias que muchas veces quedan en el plano declarativo. “Lo destacable es que contiene mecanismos reales de seguimiento, evaluación y mejora. No se trata de una declaración de principios, sino de una herramienta con capacidad transformadora”, aseguró.
No obstante, las expertas coinciden en que uno de los principales desafíos será asegurar recursos estables y capacidades técnicas permanentes. “Promover la igualdad de género no solo requiere voluntad, sino equipos capacitados y estructuras institucionales sólidas que sostengan este trabajo en el tiempo”, advirtió Muñoz.
La directora Olga Carrillo proyecta que este modelo no solo impacte internamente en la universidad, sino que se convierta en una experiencia replicable para otras casas de estudio del sur del país.
“Creemos en el poder transformador de la educación y en el rol activo de las universidades en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva. Este modelo es un ejemplo de cómo es posible avanzar con sentido, pertinencia y responsabilidad ética”, concluyó.