
María Luisa Sepúlveda: “Nunca hay que dejar de demandar justicia, verdad y reparación”
El pasado jueves 21 de agosto, María Luisa Sepúlveda fue galardonada con la Medalla de Derechos Humanos y Democracia por su trabajo en defensa de las víctimas de la dictadura y reconocida por su contribución a la sociedad en materia de derechos humanos.
María Luisa Sepúlveda (77) se convirtió en la tercera persona en recibir la Medalla Derechos Humanos y Democracia, una distinción creada por la Universidad de Chile en 2023 para conmemorar los 50 años del golpe de Estado. Este galardón busca reconocer a quienes han dedicado su vida a la defensa de los derechos fundamentales, el fortalecimiento de la democracia y la promoción de la memoria histórica en el país.
En 1974 empezó a trabajar en el Comité Pro-Paz, un organismo dedicado a proteger la libertad, integridad física y la vida de las personas perseguidas por la dictadura. Tras su disolución, en 1975 formó parte de la Vicaría de la Solidaridad en diversos cargos, y terminando como la última secretaria ejecutiva del organismo que brindó ayuda legal y social a miles de personas perseguidas por el régimen de Augusto Pinochet. Al término de la Vicaría a finales de 1992, impulsó la instalación de la Fundación de Archivos de la Vicaría de la Solidaridad, institución que ha colaborado hasta la fecha en los procesos de verdad, justicia, reparación y memoria.
Posteriormente, en democracia, sostuvo un rol clave en el desarrollo de políticas públicas, especialmente como vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Nacional sobre Prisión Política yTortura, conocida como Comisión Valech. También estuvo a cargo de coordinar las tareas de instalación del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
Su labor no se ha limitado solo a la institucionalidad. También ha sido una articuladora de espacios de encuentro entre víctimas, organizaciones sociales, académicos y representantes del Estado, siendo reconocida por su ética, capacidad técnica y compromisosostenido con los principios de verdad, justicia, reparación y memoria.
En conversación con la Universidad de Chile, María Luisa Sepúlveda reflexiona sobre el significado de este reconocimiento, el estado actual de los derechos humanos en Chile y los desafíos pendientes. “Estamos seguros de que la democracia se reforzará si somos capaces de hacernos cargo y de romper esta impunidad”.
¿Qué significa para usted recibir este reconocimiento?
Para mí, significa un reconocimiento a un trabajo colectivo, un reconocimiento entregado en un momento importante para los que trabajamos por la defensa y la promoción de derechos humanos en dictadura, más cuando estamos conmemorando los 50 años de la Vicaría de la Solidaridad, institución que, junto a otras instituciones, defendió a las víctimas. Tiene un gran valor que eso se reconozca, porque además hay temas pendientes y uno muy relevante es cómo el conjunto de la sociedad le da valor a los derechos humanos.
No solo estoy pensando en los derechos humanos de las víctimas de la dictadura y sus familiares, también estoy pensando en cómo la sociedad tiene un propósito compartido de respetar y promover los derechos humanos ayer, hoy y mañana. Muchas veces se asocia a intereses políticos mezquinos las demandas de verdad y justicia de los familiares de los detenidos desaparecidos y se les deslegitima.
No se acepta que los detenidos desaparecidos pertenecían a organizaciones políticas que fueron proscritas y que se intentó exterminarlas. He conocido a muchos familiares; los conozco por su nombre y apellido, por sus historias de vida, y sé que, en su motivación, en lo más profundo, no los lleva la odiosidad, sino que los lleva la verdad, la necesidad de saber qué pasó con su ser querido.
Entonces, ellos luchan para romper esa impunidad, para saber qué pasó, para poder tener la tranquilidad y de mirar con la cabeza en alto hacia las generaciones que vienen. Nosotros como país necesitamos que la impunidad no se instale, porque si se instala en este nivel, se instala también en otras áreas y esa es una gran preocupación. La promoción y defensa de los derechos humanos como propósito compartido permitirá fortalecer nuestra democracia.
Esta distinción fue creada para conmemorar los 50 años del golpe de Estado. ¿Qué valor le atribuye a que la Universidad de Chile reconozca trayectorias como la suya?
Es un honor que la Universidad de Chile me haya concedido este reconocimiento. Lo recibo con mucha modestia personal y con agradecimiento; aprovecho la oportunidad de agradecer a esta universidad por su colaboración con esta causa en años difíciles.
Recuerdo que a finales de los años 70, la Vicaría contó con la colaboración de la Universidad de Chile; no hubo convenio formal, era de palabra. Se trabajaba después del horario, se traspasaba la información producto de nuestro trabajo a un sistema computacional usando una computadora del campus Beauchef. Aunque no entendía cómo se usaba, sí entendía su valor para el resguardo de la información que íbamos conociendo, información que ha sido útil hasta hoy en los juicios, en el trabajo de las comisiones de verdad, entre otros. En los años 70 y 80 siempre estábamos con la preocupación de que nos allanaran, de que nos robaran el material, de que quedaran las víctimas sin poder hacer seguimiento para salvar la vida de sus detenidos y para demandar justicia.
¿Cree que este tipo de reconocimientos contribuyen a fortalecer la memoria colectiva del país? ¿Por qué?
Espero que sí, pero hay que trabajarlo. No viene por sí solo. Traer al presente la memoria de las violaciones a los derechos humanos y la necesidad de promover y defenderlos es condición para el necesario Nunca Más. Todo lo que traiga al presente el compromiso con los derechos humanos debiera hacerle bien al conjunto de la sociedad.
¿Cómo evalúa el compromiso actual del país y las instituciones con la memoria y los derechos humanos?
Lo veo complejo. Hubo un ascenso lento en el compromiso con la memoria y los derechos humanos desde el término de la dictadura; en la conmemoración de los 30 y los 40 años se apreciaba un mayor compromiso en la sociedad, una mejor discusión. Sin embargo, para los 50 años nos encontramos con un país más polarizado, donde nuevamente importantes sectores de la sociedad deslegitimaban esa memoria y esa necesidad de verdad y justicia. Repito que es necesario reivindicar la dignidad de las víctimas, pero también es de vital importancia el compromiso del conjunto de la sociedad con el respeto a los derechos humanos y la democracia.
Esta preocupación por el respeto y promoción de los derechos humanos no solo incluye las violaciones de los derechos humanos de la dictadura; debiera ser una preocupación permanente el que los agentes del Estado que tengan a su cargo la custodia o el trato de civiles con restricciones a su libertad, me refiero a los detenidos en cárceles, a los niños, niñas y adolescentes bajo la custodia de instituciones del Estado, a las policías a cargo de la seguridad pública, entre otros, no incurran en conductas atentatorias a los derechos de estas personas.
Pero esta preocupación excede a hechos que ocurren o que pueden ocurrir en nuestro país; hay problemáticas como el tema de la migración que afecta a muchos países y que, siendo de difícil manejo, las políticas públicas y las acciones de los agentes del Estado no pueden pasar a llevar sus derechos. Como país, hemos ido suscribiendo, entre otros, tratados, protocolos e instrumentos para fortalecer nuestra institucionalidad. Uno de ellos es el Instituto Nacional de Derechos Humanos, que tiene como principal misión velar por la promoción y protección de los derechos humanos en Chile. Aunque no tienen una afectación directa, es una gran preocupación los graves hechos que atentan contra los derechos humanos en el contexto de las guerras de Rusia con Ucrania y de Israel con Palestina. Estamos en un momento complejo, pero no podemos renunciar.
Desde su perspectiva, ¿qué rol deberían jugar hoy las instituciones académicas en la defensa de los derechos humanos y la construcción de memoria histórica?
Pienso que podría jugar roles en distintos ámbitos; por un lado, colaborar con el reforzamiento de la institucionalidad del país en el ámbito de los derechos humanos, colaborar con la necesidad de respuestas que continúan pendientes, como por ejemplo, en casos de desaparición forzada, apoyando, por ejemplo, el Plan de Búsqueda y, por otra parte, muy importante, con la formación de las actuales y futuras generaciones, incluyendo contenidos en que los derechos humanos y la democracia sean explícitos en todas las carreras, sean humanistas, científicas, matemáticas, ingenierías, ciencias de la salud, de negocios y también en la formación de las carreras técnicas.
Las universidades debieran tener como propósito formar personas con capacidad de discernimiento ético en el ejercicio de su profesión, que sean conocedoras de la historia de nuestro país en temas de derechos humanos, como el Estado los ha violado y cómo el mismo Estado ha hecho esfuerzos de reparar a las víctimas y mejorar su institucionalidad para el Nunca Más. Debiéramos aspirar a estudiantes hoy, profesionales mañana, conocedores y atentos a los avances y/o retrocesos de la constitución y las leyes en estas materias y también conocedores de los marcos regulatorios que se han suscrito en el ámbito de la defensa y protección de derechos humanos de instituciones internacionales, en que Chile es parte.
¿Qué personas, momentos o experiencias vienen a su memoria al recibir esta medalla? ¿Hay alguien o algo a quien se la dedicaría especialmente?
Se la dedicaría a José Manuel Parada. Trabajé con él en la Vicaría y el Comité Pro-Paz. Su asesinato en el año 1985 fue muy doloroso. Fue un gran trabajador por los derechos humanos desde 1973. Aunque siempre está en nuestra memoria por su compromiso, inteligencia, audacia en la búsqueda de alternativas que protegieran la vida, la integridad y la libertad de los que ya estaban siendo víctimas, como de los que podían serlo, yo tengo la sensación de que falta un homenaje. Más allá de los trabajadores de la Vicaría, por un lado, fue una víctima más de las miles de víctimas; para los que fuimos sus compañeros de trabajo, sabemos que su aporte a la defensa y promoción de los derechos va más allá de la institución Vicaría.
¿Qué mensaje le gustaría dejar a las nuevas generaciones que hoy están comprometidas con la defensa de los derechos humanos?
De ellos depende que se respeten los derechos humanos. Les diría que de ellos depende el presente y el futuro. Es importante lo que pasó, es importante que no se instale la impunidad, que tenga sentido la justicia y la memoria, pero junto a este compromiso aspiro a que ese pasado sirva de fuerza para trabajar por una sociedad donde se respeten y promuevan los derechos humanos y la democracia siempre.