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Educación Sexual Integral en Chile: entre la necesidad y la controversia BRAGA

Educación Sexual Integral en Chile: entre la necesidad y la controversia

La ESI en Chile es esencial para la salud pública y el desarrollo integral, respaldada por evidencia científica. Es urgente avanzar en el proyecto de ley Educación en Afectividad y Sexualidad Integral (EASI) para mejorar la educación sexual de los jóvenes chilenos.


La reciente polémica sobre una charla de educación sexual realizada en Arica ha puesto nuevamente en cuestionamiento la eventual implementación general de la Educación Sexual Integral (ESI) en los establecimientos escolares. Si bien, tanto el Minsal como el Mineduc han manifestado que dicha charla no cumplió con los protocolos establecidos por estos organismos, ciertos sectores han incurrido en impugnar la ESI, aludiendo que no sería más que un tema ideológico, impertinente, que transgredería el “derecho de los padres y madres a elegir la educación de sus hijxs”. Sin embargo, debemos comprender que este derecho no está por sobre el derecho humano a la educación, en donde el Estado tiene el deber de definir ciertos contenidos sustantivos para el desarrollo pleno de las personas, entre los cuales la ESI resulta indispensable no solo a nivel individual, sino para la salud pública y colectiva de toda población nacional.

La ESI, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH, 2020), es un enfoque de la formación en materias de sexualidad, que procura la enseñanza de aspectos cognitivos, emocionales, sociales, interactivos y físicos de la sexualidad humana, basada en datos científicos precisos, con evidencia e información imparcial, con pertinencia de acuerdo a la edad de los educandos.

La evidencia indica que la implementación de la ESI en la educación pública constituye un esfuerzo insustituible que debe promover el Estado, dado que es de suma relevancia, tal como lo señalan diferentes estudios. Por ejemplo,  el estudio “Sexuality Education: A Global review” del United Nations Population Fund (UNFPA, 2015) constata su impacto positivo en la salud sexual y reproductiva, especialmente contribuyendo a reducir las ITS, el VIH y los embarazos no planificados. Asimismo, la Guía Técnica Internacional de Educación Sexual (UNESCO, 2009) es clara en establecer un conjunto de temas y objetivos de aprendizaje adecuado para edades de 5 a 18 años o más. En tal sentido, se ha demostrado que la ESI desde edades tempranas es crucial, pues promueve la identificación y reporte de situaciones  criminales como el abuso sexual infantil (UNFPA,2015). En el caso de los adolescentes, la ESI abre un acompañamiento consciente  durante la transición entre la niñez, la adolescencia y la adultez, constituyendo así las bases para la futura salud sexual y reproductiva (Igras,2024)

En Chile, según el estudio de UNFPA & FLACSO (2021), la ESI está alineada con estándares internacionales de Naciones Unidas, tales como los enfoques en derechos humanos, género, interculturalidad, habilidades para la vida, prevención y promoción para la salud, equidad e inclusión, curso de vida y visión positiva de la sexualidad. Todos estos enfoques proporcionan herramientas necesarias para el desarrollo integral de niños/niñas y adolescentes para tomar decisiones sobre su sexualidad, reconociendo su autonomía progresiva. Sin embargo, solo existe un marco legal para la educación media, la Ley 20.418, la cual especifica en su Artículo 1 que “Toda persona tiene derecho a recibir educación, información y orientación en materia de regulación de la fertilidad, en forma clara, comprensible, completa y, en su caso, confidencial”. Con esta normativa, todos los colegios que reciben subvención estatal tienen como obligación contar con un Programa de Educación en Sexualidad y Afectividad en la educación media, excluyendo a los colegios privados y a la educación básica.

No obstante, transcurridos 14 años, esta Ley ha resultado insuficiente para garantizar una adecuada implementación y ejecución de la ESI en todo el sistema educativo, tanto en la educación básica como media. En muchos casos faltan recursos económicos y apoyos técnicos e intersectoriales para su ejecución, así como indicadores claros para su evaluación. También se puede identificar lla falta de una sistematización de la formación, que establezca un diseño de Educación Sexual Integral aplicable a todos los niveles de enseñanza.

Otro aspecto crítico es la ausencia de un plan de capacitación a los miembros de las comunidades educativas, factor medular en la implementación de la ESI, ya que la formación constante y actualizada de los docentes tiene un impacto en la efectividad de los programas porque mejora los conocimientos, herramientas y habilidades que permiten un mejor proceso de enseñanza y aprendizaje. Permitiendo, además, romper con creencias y estereotipos personales de los docentes, que pueden perpetuar violencias a través de la reproducción de estereotipos, desinformación y estigmas.

Ante esto, nuestra discusión hoy en día no debiese estar orientada a cuestionar la ESI, sino de asumir los desafíos pendientes en nuestro país en esta materia. La ESI no solo tiene un sólido respaldo en la evidencia científica y social, sino que es un derecho fundamental que el Estado debe garantizar. Toda la sociedad y sobre todo desde las instituciones públicas, debemos contribuir promoviendo el rol de la ESI como una prioridad de los sistemas educativos, por lo que resulta de suma urgencia avanzar en la tramitación del proyecto de ley sobre Educación en Afectividad y Sexualidad Integral (EASI) que se encuentra en el parlamento. Es irrefutable que el camino para mejorar la salud sexual de los chilenos y chilenas es avanzar, desde edades tempranas, con apoyos y planificaciones decididas del Estado, en mayor prevención a través de la educación sexual integral de los y las jóvenes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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