
Violencia ginecológica y obstétrica como problema de salud pública
Es necesario hablar una vez más sobre las violencias contra las mujeres ya que sigue siendo una de las problemáticas sociales que atentan más contra nuestra salud, produciendo y reproduciendo las desigualdades en las sociedades patriarcales como la nuestra.
La violencia contra las mujeres se considera un grave problema de salud pública, el cual ha sido reconocido por organismos internacionales (OPS desde 1993 y la OMS en 1996) y entendido como violación sistemática de nuestros derechos humanos. Se considera un como un grave problema de salud pública por su magnitud y por las consecuencias que genera en la población.
En relación con la magnitud, se estima según datos de la OMS que 1 de cada 3 mujeres y personas asignadas mujeres al nacer ha vivido violencia física y/o sexual (ya sea por parte de la pareja o terceros) a lo largo de su vida, es decir un 30% a nivel mundial.
Esta violencia dirigida contra las mujeres es una manifestación de las relaciones de poder, dominación y subordinación en las cuales se basa el género en las sociedades patriarcales que habitamos, la cual se intersecta con otras categorías de segmentación social como la clase, la raza, la discapacidad, la edad, entre otras.
Esta violencia que se considera parte de un continuo, es decir, que la vivenciamos en los diversos ámbitos de nuestras vidas, produce efectos negativos en nuestra salud física y mental, impacta en nuestra calidad de vida, restringe nuestra autonomía, e incluso puede tener consecuencias mortales, las que conocemos como “femicidio” (hasta la fecha según la red chilena contra la violencia hacia las mujeres se han producido 15 femicidios). Y también produce efectos sociales, como el deterioro del entramado de las relaciones sociales, ruptura de lazos de solidaridad y de colaboración.
En este contexto, el sistema de salud se ha visto como un agente de singular importancia para detectar esta violencia, articulándose con programas de protección y reparación del Estado, pero también para proporcionar atención integral a quienes padecen las violencias machistas. Pero ¿qué pasa cuando es el sistema de salud mismo quién daña a las mujeres? En este lugar emerge la violencia ginecológica y obstétrica, una problemática que es parte de la violencia contra las mujeres y se presenta también como un problema de salud pública, por su preocupante prevalencia y efectos.
En nuestro país, según datos de la Primera Encuesta Nacional sobre Violencia Ginecológica y Obstétrica (2020) 67% afirmó haber vivido violencia ginecológica y 80% respondió haber vivido violencia obstétrica, de las más de cinco mil personas que utilizan estos servicios de salid que contestaron la encuesta. Es importante hablar de violencia ginecológica, ya que incluye todas aquellas situaciones de violencia vividas en el contexto de atención ginecológica que no se restringen a la reproducción, además dicha atención acompaña toda la vida de las personas asignadas mujeres al nacer e incluye las de carácter preventivo.
Tanto la violencia ginecológica como obstétrica pueden implicar una atención o tratamiento deshumanizado, el uso de procedimientos innecesarios o abuso de medicación, la transformación de procesos fisiológicos en patológicos, la denegación de información o tratamiento.
Al mismo tiempo contienen acciones de violencia psicológica o física dirigidas al cuerpo (retos, amenazas, insultos, procedimientos intencionalmente dolorosos, golpes, etc.), así como cualquier forma de abuso y violencia sexual (solicitud de desvestirse sin que tenga relación con el motivo de consulta, tactos inapropiados, comentarios sexuales sobre el cuerpo o los genitales, violación). Pueden causar sufrimiento inmediato, así como secuelas psicológicas y físicas en el largo plazo. A nivel colectivo, puede afectar las relaciones entre las personas y afectar gravemente la confianza en el sistema de salud.
Nuestra salud se ve deteriorada por la violencia ginecológica y obstétrica, y puede afectar negativamente la imagen que tenemos de nosotras mismas, nuestros cuerpos y sexualidad. Cuando acudimos a una atención ginecológica lo hacemos pensando en cuidar de nuestra salud, pero muchas veces lo que recibimos es daño. Es importante recalcar que la vivencia de violencia puede traer efectos más profundos si es producida en un espacio y por profesionales que se suponen nos deben cuidar.
En este momento pienso en las cientos de historias de violencia que ha conocido, ya sea a través de las investigaciones en las que he colaborado, o las que me han relatado espontáneamente al contar sobre mi trabajo. Pienso también en cuanto tiene de responsabilidad en las depresiones post parto el haber vivenciado un parto violento.
En todas estas historias nuestra salud se ve amenazada y gravemente perjudicada por la constante omisión de nuestros derechos, recordándonos el lugar degradado y desigual que tenemos en la sociedad, porque la violencia, como dice Rita Segato, actúa para mantener los privilegios de quienes detentan el poder sobre otros grupos.
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