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Hip hop en Chile: lo lamentamos

Esta semana recibimos tres noticias desde la comunidad hip hop. Antes que nada: qué es la comunidad hip hop y por qué debería importarnos.


Hip hop no es otra cancioncita pre producida para parar la olla en las discográficas: hip hop, el estilo que siguen Makiza, Rezonancia, Tiro de Gracia, Fecuencia Rebelde, La Pozze Latina y otros cientos de grupos de niños y adolescentes es el idioma que una gran parte de la población -quizás la que más importa- está hablando hoy, y es una fotografía más acertada y elocuente de ese grupo, que cualquier encuesta o estudio o lo que sea para saber qué es lo que esta gente quiere, no sólo para conseguir sus votos, sino su apoyo para cualquier programa laboral, de educación, prevención de embarazo, drogadicción, etc.

En un país donde hay un abismo entre quienes mandan y quienes son mandados, y ese abismo se construye en buena parte, sobre la mutua ignorancia, el rap está ofreciendo algo que no se puede valorar: información acerca de quiénes son, cómo viven, qué le duele y qué quiere la población menor de 18 años. Por eso es tan importante.

Esta semana, tres noticias acribillaron mi cabeza de tranquilo oídor de música: la continuidad de Tiro de Gracia, la más grande banda del género, está, al menos en veremos. La Pozze Latina, después de diez años de lucha por conseguir un poco de respeto en radios y discográficas, se desvanece y Jimmy Fernández, una de las grandes voces del rap local, parte a Panamá. La tercera es policial, y llega de rebote, con el cadáver de una joven en Vespucio. Era la hermana de uno de los muchachos de Rezonancia, la más militante de las bandas hip hop. Los vecinos dividen aguas y cuentan que ella «era difícil, no como su hermano, que es hip hopero».

En Estados Unidos las mayores estrellas de rap, (Tupac Shakur, Notorious B.I.G.) han muerto tal como los más pequeños: asesinados en las calles por la patota de al frente, que, a esos niveles, provenían de la costa al frente. Para efectos del caso, era lo mismo. Han muerto asesinados en la desconfianza y la ambición. O están siendo encarcelados y heridos en pequeños incidentes, como ocurrió con uno de los road manager de Cyrpess Hill en 1998 y, más recientemente, con la gente de Wu Tang Clan. Salidos de la miseria primermundista, la mayoría de los hip hoperos ha dado una larga vuelta sólo para retornar a ella comprobando de paso que el círculo de la marginalidad aprieta como grillete y es difícil de soltar.

En Chile ocurre algo muy similar: los raperos intentan, a duras penas, sobrevivir al mismo entorno que les sirve de alimento y del que quieren escapar; la falta de oportunidades, los embarazos no deseados, la violencia, la marginalidad. Y lo están haciendo apenas. Tiro de Gracia, que tuvo un rendimiento decreciente precisamente a partir de que el dinero llegó a sus manos, ha seguido una trayectoria errática y sus integrantes no están, ni lejos, libres de los males que retratan sus canciones. Cualquiera que haya oteado la sólida muralla de su aislamiento lo sabe. De nada ha servido la errática política del grupo de no conversar con la prensa, política que sólo ha dañado a sus fans (deberían haber oído lo que dijo a este reportero una vez DJ Muggs, uno de los más grandes raperos estadounidenses: «Estoy conversando contigo porque eres la única forma que yo tengo de hablar con mi público. Siguiente pregunta por favor»). Lo de la Pozze es sencillamente deprimente. Después de años de lucha, cuando la banda finalmente alcanzaba un puesto de importancia en las radios, el proyecto se desarma.

Es lamentable. El hip hop es un grito de ayuda y no se puede desoír. Hay que darle espacios en los proyectos comunales. Hay que apoyarlo. Hay que permitir que esos cabros se den a sí mismos una oportunidad.

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