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«Fotos de Laura», de Marcelo Leonart Comentario de libros

«Fotos de Laura», de Marcelo Leonart

Miguel Wolter
Por : Miguel Wolter Licenciado en Literatura UDP
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Se trata de un libro para para descubrir y descifrar con parsimonia, como si fuésemos observadores privilegiados de una historia que no se le cuenta a cualquiera. Martina posterga su regreso a Barcelona una y otra vez, dilatando el final que, inevitablemente, Laura tendrá. Y es en el juego de quién es quién que las dos mujeres se confunden, que se divierten siendo una y la otra a la vez, trastocando su realidad (y sus fotos).


El ganador del premio Revista de Libros de 2011 presenta en su novela una historia de viajes, regresos, huidas y, por supuesto, fotos. Martina regresa a Chile después de escapar a Barcelona. Vuelve un poco por obligación y otro poco por culpa. Lentamente la narración va develando los motivos del alejamiento, y los personajes empiezan a modelar un relato que debe seguirse meticulosamente, poniendo atención a los detalles y sin perder el ritmo.

Los viajes abren heridas y también sostienen la presencia del pasado. Mantienen la tristeza y los reconocimientos de una ciudad que deja huellas en la memoria y el papel, en cajas guardadas, repletas de imágenes y momentos.

Volver, después de escapar, no es fácil. Eso se plasma en la prosa de Leonart a través de sus personajes y la reconstrucción que se hace de los hechos, del paso de la vida en ellos y sus cambios; lo que da luces del tono de la novela, guiando lentamente al lector en la trama.

La tensión se sustenta en el por qué del regreso de la protagonista, y mantiene las dudas sobre el pasado en la medida que se nos cuenta su afán de huir, mientras algo la retiene en un Santiago Centro en el que no quiere estar.

Las relaciones de amistad y de pareja se cuestionan y retruecan, así como los dolores y los asuntos inconclusos, lo no dicho. La novela juega mucho con lo que no se dice, o lo no dicho pero reflejado en una instantánea, porque las fotos también son relato de la historia y el centro de su atención. Martina llega al que una vez fue su departamento y debe convivir tanto con los fantasmas que allí habitan como con los seres vivos que la rondan, cada uno con su propia historia, su visión particular del presente,  de la vida y los recuerdos.

Las fotos de Laura es un libro para descubrir y descifrar con parsimonia, como si fuésemos observadores privilegiados de una historia que no se le cuenta a cualquiera. Martina posterga su regreso a Barcelona una y otra vez, dilatando el final que, inevitablemente, Laura tendrá. Y es en el juego de quién es quién que las dos mujeres se confunden, que se divierten siendo una y la otra a la vez, trastocando su realidad (y sus fotos). Todo lo que sabemos de Laura no lo tenemos de ella, sino del recuerdo de ella, imagen y memoria de lo que alguna vez fue, y no de ella en una cama, inmóvil, sin ser ella misma.

Y Martina que no se va, y su vecina que repite su propia historia como si fuera una maldición, se toma el relato en ocasiones, estableciendo un punto de comparación que nos explica el odio, la rabia, el deseo de huir. De una u otra manera Martina se identifica con su vecina y la hija, pues no resiste la vida en esa ciudad, en cada uno de los putos años marcados a fuego en la memoria, y en el calendario, como si fueran un mantra maldito del que es posible desprenderse si lo repite seguidamente.

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