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«Lincoln»: luces y sombras de la política

Steven Spielberg, en su última película, asume el desafío de contar parte de la historia de uno de los más venerados presidentes de Estados Unidos, así como de la negociación que llevó a la aprobación de la enmienda que abolió la esclavitud en dicho país. Y está a la altura, pues construye un relato y un personaje con matices, en medio de una sobria y a ratos íntima puesta en escena. La exquisita fotografía, el bien articulado guión y la inolvidable actuación de Daniel Day-Lewis también contribuyen a conformar una muy buena película, que incluso podría mejor si tuviera algunas escenas de diálogos menos.


Cuando el médico informa que el presidente Abraham Lincoln ha fallecido, afirma que “ahora pertenece a todas las épocas”.

La última película de Steven Spielberg nos coloca frente a un estadista y de tanto en tanto reafirma dicha condición, al mostrarlo como un líder reflexivo -pero no menos decidido-, que piensa a su país y a su tiempo más allá de las tácticas y los vericuetos que le impone la política. Sus cuentos y anécdotas no arrancan carcajadas, apenas risas, pero son las de un hombre con afanes pedagógicos y que va mostrando el camino. Sus ministros y asesores, soldados y hasta adversarios políticos lo escuchan con atención.

Sin embargo, Lincoln no es mostrado como un héroe ni mucho menos. No se le idealiza, porque en la superficie y en el fondo es un hombre que debe hacer todo lo necesario para conseguir su objetivo de abolir la esclavitud en Estados Unidos. Aunque esto implique llegar a arreglos con rivales y correligionarios, ofrecer cargos públicos y, en ocasiones, recordarles quién es: el presidente de Estados Unidos, con todo el poder que detenta.

Es la política en todas sus dimensiones, desde aquella con mayúscula, que se hace teniendo como norte el bien de un país y de sus hombres, a la que se juega en cada lobby, reunión o discurso, de la mano de la ambición, la ironía y las amenazas.

En eso el filme es exquisitamente rotundo, pues nos muestra, a través de un muy bien articulado guión de Tony Kushner que incluso da lugar al humor (espléndidos aportes los de James Spader como un astuto comprador de votos y Tommy Lee Jones como el senador Thaddeus Stevens), cómo Lincoln y sus hombres van ganando terreno para que el Senado, al menos la mayoría requerida, vote a favor la décimo tercera enmienda a la Constitución, que abolió la esclavitud y prohibió la servidumbre involuntaria.

Claro que es en esa misma articulación donde la película de Spielberg expone su flanco más débil: a ratos, el relato se vuelve algo lento, pues hay un exceso de diálogos que buscan dar cuenta de las negociaciones para la aprobación de la enmienda constitucional y el devenir de la guerra civil. Queda la sensación de que el retrato de Lincoln y el proceso negociador bien podrían haberse conseguido con algunos minutos menos.

Ello no desmerece el cometido global de la película, que no sólo está muy bien lograda por su composición de un protagonista con matices: visionario y pragmático a la vez, reflexivo y enérgico según lo amerite la ocasión. Lo es también porque su sobria puesta en escena nos permite acceder con naturalidad a la intimidad de un líder, a cómo piensa y a cómo actúa, y a través de él, al complejo entramado de la política. El retrato de su vida familiar, con la central aparición de su esposa Mary Todd (Sally Field, muy convincente en su interpretación), contribuye a conformar un más denso personaje, al que también atribulan ciertos asuntos personales.

A todo eso se suman dos atributos notables. Uno es la acertada fotografía de Janusz Kaminski, colaborador habitual de Spielberg y que en esta cinta aporta notablemente a la construcción de un proceso político de luces y sombras (inspiradísimos  los momentos en que el presidente y su hijo menor se asoman a una ventana, luego de que la enmienda ha sido aprobada, y son iluminados por una poderosa luz blanca; y cuando Lincoln se reúne con sus asesores más cercanos), configurando una atmósfera intimista y cautivante.

Y el otro es la magistral composición que Daniel Day-Lewis hace de Lincoln, al cual construye no sólo desde su forma de hablar, sino también a través de su caminar algo arrastrado, y su mirada y su postura corporal, en momentos las de un hombre determinado, en algunos las de un líder comprensivo y que sabe salir del paso con humor, y en otros las de un tierno padre o sensato marido.

Daniel Day-Lewis está a la altura del personaje, así como Spielberg responde muy bien al desafío de contarnos una parte de la historia de uno de los presidentes más importantes y recordados de la historia.

Película: “Lincoln”.
Año: 2012.
Duración: 150 minutos.
Dirección: Steven Spielberg.
Reparto: Daniel Day-Lewis, Sally Field, Tommy Lee Jones, David Strathairn, James Spader, Hal Holbrook y Joseph Gordon-Levitt, John Hawkes y Jackie Earle Haley. Todo espectador.

Trailer subtitulado:

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