
Grafiteras de todo Chile preparan sus tarros de pintura para la primera cumbre de pintoras callejeras
Algunas de las 50 artistas pintoras inscritas han llegado al grafitti influenciadas por amigos, por la música el hip hop y otras por el aporte que entrega el arte al desarrollo social en poblaciones humildes. Al igual que los hombres, son perseguidas por la policía, institución que además -cuentan- intentan ejercer el control a través del machismo. Las grafiteras provienen de lugares tan diversos como Coquimbo, La Serena, Antofagasta, Temuco, Curicó, Valparaíso, Rancagua y Santiago. ¿Cuál es la cosmovisión de estas artistas? ¿Cómo han desarrollado su trayectoria? Aquí lo cuentan tres de ellas.
Un grupo de grafiteras prepara actualmente el Primer Encuentro de Pintoras Callejeras, un evento que se realizará el sábado 8 de noviembre en Maipú.
El acto se realizará en San Martín 2228 (Metro Plaza de Maipú), desde las 11:00 horas. Ya hay 50 artistas inscritas, de lugares tan diversos como Coquimbo, La Serena, Antofagasta, Temuco, Curicó, Valparaíso, Rancagua y Santiago.

El evento es organizado, entre otros, por Camila Blanche (alias “Cami Na”), que además administra en Facebook el sitio “Pintoras Callejeras”, desde donde se arma el evento. Aquí cuenta su historia junto a otras dos artistas, Eius (que prefiere no identificarse con su nombre real) y Soledad Vargas (“Reciclandomuros”).
Siempre presente
“Desde que se instaló el graffiti en Chile la mujer ha estado siempre presente”, dice León Calquín, “albacea” del género en Chile, para quien el camino lo abrió la fallecida Andrea Cecilia Bernal (1981-2006), conocida como ACB.
“Ella pintó en Chile y en el extranjero junto a los mejores de la época, caracterizándose por su pureza, siempre fiel al graffiti 100% neoyorkino. Junto a ella pintaron acá Gigi, Antisa, MonaQP, Wend y Bisy”, agrega Calquín. Ya en esa época, las mujeres participan en los muros a la par con los hombres, moviendo escaleras, armando andamios, cargando pesadas mochilas con pinturas y organizándose, dice.
En el pasado, las mujeres ya se articularon en el famoso encuentro de graffitti de Concepción (Concegraff), que se realiza hace ya ocho años, en los «Concegraff Femenino», con artistas como Antisa, Dana, Bufokna, Eney, Nifaz, Iade, Alma, Fiore, Naska, Bisy, Cines, Anis, Dreys, MonaQP, Bpro, Pas, Vali, Ticha y Aila, entre otras.
“De los tres o cuatro días que duraba el Concegraff, el día domingo estaba dedicado sólo a ellas”, rememora Calquín. “Muchas se conocieron allí y continuaron como crews”. Luego, en 2009, se realizó el «Graffem» en los cerros de Valparaíso, donde los hombres podían asistir sólo como público.

“Hoy, ‘Pintoras Callejeras’ desean continuar el camino antes trazado agrupándose y organizando nuevos encuentros”, expresa Calquín. “Pienso la idea es motivar a las nuevas generaciones, a unirse, a atreverse, a demostrar que físicamente están capacitadas, que tienen opinión, y que son muchas más de lo que se piensa”.
Un ejemplo de la vitalidad del género es la charla que brindará hoy la artista Juanita Pérez en el ciclo de conversaciones organizado por el Movimiento de Arte Público Actual (MAPA). Será a las 19:30 horas en el auditorio de la Universidad Los Leones (Zenteno 234, Metro Moneda).

De Renca al mundo
¿Pero quiénes son estas chicas? ¿Cómo llegaron al graffitti y cuál es su visión de mundo?
Blanche (1985), por ejemplo, vivió su infancia en Renca, igual que Vargas, que es de la población Manuel Rodríguez, mientras Eius es de Molina, en la Séptima Región. Siendo adolescente, la primera se fue junto a su madre a Maipú y estudió en el Liceo Experimental Artístico de Mapocho, del cual salió con mención en pintura.
Al graffitti llegaron por influencia de amigos y familiares. “Desde chica me gustaba el rap”, cuenta Blanche. “Partí escuchando los Panteras Negras, Mc Hammer y otras bandas, ahí descubrí las distintas ramas de éste género”. En la secundaria empezó a dibujar y nació su tag (firma).
“Entre los años 2006 y 2007 hice mi primer graffitti camino a Padre Hurtado, con Luzan, uno de mis amigos que pintaba en esos tiempos y que, además, fue uno de los que motivó a pintar”, recuerda.
“Fue buena la experiencia, además era un lugar piola. Me llamó la atención porque (el graffitti) también tiene relación con lo que estudié desde chica, y más aún está el plus de poder dejarlo plasmado en cualquier lugar que quiera y que llame la atención como soporte. (Ahora) pinto donde me inviten, he pintado en varias comunas de Santiago y de regiones sólo en Antofagasta. Espero poder viajar más para pintar”, dice.
Eius, en cambio, llegó por su hermano mayor, también un grafitero. “Cuando él tenía como 15 y yo 8 años más o menos, él salía con sus amigos a pintar, y donde llegaba a la casa con tarros y latas de pintura me llamaban la atención como cabra chica. Lo tapizaba en preguntas como de dónde venía, qué eran esas cosas, qué andaba haciendo”… hasta que llegó el día en que ella misma empezó a salir pintar con unos amigos de él.
“Mis primeros graffitis fueron en Molina. Obviamente que la experiencia fue vergonzosa (se ríe), mientras pintaba había como cinco personas más viéndome y criticándome de que yo no sabía usar una lata, pero al final lo terminé y en ese momento mi flop lo encontré hermoso”. Eius cuenta que ha dejado su tag en varios lugares de Chile, como La Serena, Valparaíso, Santiago, Talca, Curicó, Molina, Colbún, Linares y Constitución.

Un trabajo social
Distinto es el caso de Vargas, que vincula su arte al compromiso social. Por eso sus primeros trabajos fueron en poblaciones de Renca como Villa Gestión, Valle Azapa, Santa Emilia, Manuel Rodríguez e Infante, “promoviendo los derechos de niños y niñas”, aunque también ha estado en países como Perú, Bolivia, Argentina y México.
Esta artista es feliz trabajando en los barrios más humildes, donde ha impartido talleres de plástica y muralismo a niños desde 2002, con “un trabajo de gestión cultural junto a organizaciones sociales que buscan abrirse espacio y despertar a la gente”.

Vargas posee una vocación que explica que su temática sea social, “la de la mujer luchadora, el trabajo colectivo que levanta a una población”, así como “la defensa por los niños y niñas de las regiones vulnerables, la violencia, la cultura popular, la vida digna de los trabajadores”.
“Para mí, pintar en la calle no puede estar lejano a realizar trabajo social en tu entorno y en otros más”, asegura. “Es algo que va de la mano inevitablemente, el verdadero sentido para mí. El éxito personal o el ego del artista se suprime en un interés por el quehacer colectivo y el trabajo comunitario”.
Para ella sus referentes son las personas que luchan y quienes hacen que su lucha “despabile” la visión de cualquiera: “mis padres, los niños de los talleres y sus madres y padres, los trabajadores. Mi referente es ese niño que con 14 años es el mejor de su curso, teniendo a sus padres consumiendo pasta base mientras él estudia. Mi referente máximo es la resiliencia”, afirma.

“No me interesa pintar en el barrio alto ni para los cuicos, me interesa ir para la pobla, pintar en una casa que tiene su pared a mal traer, darle un poco de color, y que la gente que le gusta, pueda disfrutarlo”, coincide Blanche. “La periferia tiene otra onda y conserva la esencia del graffiti, la calle”.

Esta artista se ha hecho conocida por sus mujeres con cabeza de animales. “Mi temática está sostenida en lo residual, en el muro, en el lugar, eso es lo que al final contextualiza y caracteriza mis monas”, dice.
Eius, en cambio, apuesta por un graffiitti más crudo y personal. “Para mí el graffitti es ilegal, en base a eso yo hago mis cosas. No ando pintando legal ni murales, pinto y rayo en cualquier parte que quiero y que me guste. Es una forma de desahogarme y no sé, es algo más personal, ver un lugar donde nadie lo ha pintado y que es pulento, me dan ganas de rayarlo o hacerle una bomba así después lo veo. Me da gusto por mí misma, eso me pone feliz”.
Sexismo

Como es de imaginar, las anécdotas que han vividos estas artistas a lo largo de su trabajo en el arte callejero abundan. Vargas, por ejemplo, conoció al padre de sus hijos pintando. “De las otras hay muchas, haber estado detenida en Argentina, o que se haya creado un grupo en Facebook reclamando que hayan borrado un mural que pintaste”, relata.
Los enfrentamientos con la policía son pan de cada día, aunque en el caso de estas mujeres se puede sumar un ingrediente machista… incluso desde otra mujer. Habla Blanche:
“La (anécdota) más cuática fue cuando estábamos pintando con mi amigo ZTR afuera del Metro Monte Tabor en Maipú, un graffiti que ocupaba una de las superficies del metro. Los pacos pasaron como seis veces y no nos daban ni bola, hasta que en la última vuelta pararon y nos hicieron control de identidad”, recuerda.
“El capitán que estaba en la zapatilla nos fue a acusar al gerente del Metro el que, como buen ‘empleado’, quiso ‘proteger’ la infraestructura de su empresa, acusándonos de vandalismo. Luego nos llevaron a la comi, donde nos tuvieron con control de detención y junto a eso, muchos de los pacos presentes, entre esos una paca, nos dieron un discurso moral sobre nuestro comportamiento, cuestionando el hecho de que yo como mujer andaba pintando, descuidando mis ‘labores’ maternales y dañando la propiedad privada”, dice.
“Fuera de ser una anécdota, la violencia que ejercieron los pacos y más allá de ellos el mismo Metro de Santiago, me sirvió aún más para reafirmar mi pará en contra de este tipo de instituciones, porque el Metro con sus políticas de silencio prefiere otorgar pantalla a la publicidad y no al uso de sus espacios para la pintura”, critica.

“Se muestran como una plataforma que se dice ‘amiga del arte’, y no sé en qué medida lo son realmente, si por ejemplo sacan parte a músicos callejeros en sus inmediaciones o criminalizan a los grafiteros, siendo que somos en conjunto a los músicos un organismo vivo que crea identidad”, señala.
“Esa idea de la limpieza es lo que no entiendo y que por ejemplo no sólo el Metro la tiene arraigada: ahora la municipalidad de Santiago ha instaurado nuevamente una especie de ‘golpe estético’, haciendo una limpieza general de los muros cuando tienen sus paredes llenas de publicidad, sintiéndose llamados a decidir sobre nosotros y cuál es la real forma de hacer cultura”, denuncia.
A la par… ¿o no?
Donde el sexismo seguramente no tiene cabida, al menos no mayoritariamente, es en el propio ambiente grafitero. O al menos así parece.
“Yo creo que nada (las distingue de los varones), creo que a nivel de graffitti cada uno tiene su estilo y podemos nutrirnos los unos de los otros en términos estéticos”, asegura Blanche. “Yo pinto casi siempre con mis amigos, nos juntamos a pintar los fines de semanas y siempre hay buena onda, con casi todos los grafiteros, excepto con los que aún tienen en su cabeza metido el machismo patriarcal, pero son los menos, ya casi ni quedan de esos y son más los que nos incluyen y apañan en lo que hacemos”.

“Nos distinguimos en varias cosas, hay pro y contra en ambos lados”, cree por su lado Eius. “A nosotras es más difícil que nos pille alguien, porque aquí en Chile son machistas y no creen o no se imaginan que una señorita puede andar rayando. Los hombres tienen más habilidades, más fuerza, se pueden subir donde sea sin ayuda, andan solos y nosotras la mayoría de las veces andamos acompañadas, no sé, por miedo a que nos pase algo”.
“Yo me junto con casi puros hombres grafiteros”, admite luego. “Son muy pocas las mujeres que se atreven a pintar, pero sí debo decir que me llevo bien con mujeres y hombres”.
Vargas, en cambio, es más crítica. “El nivel (femenino) a mi parecer es aún muy bajo”, expresa. “Las chicas aún pintan como si se pintaran ellas mismas, pintan niñas con sus ropas, con su pelo, mucha flor y mucho pajarito, y de ahí honestamente no he visto mucha evolución”.
Agrega que por el hecho de ser madre también hace una diferencia. “Yo no puedo llegar y salir a pintar todos los fines de semana como antes. Primero están mis hijos, mi familia. Es una opción de vida que uno toma”.
Para ella sin duda aún hay machismo. “Hay muchos hombres que jamás le dirán a una mujer que su trabajo es bueno, ni menos que es mejor que el de ellos”.