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Bar Nimbus: Veraneando en pleno centro Crítica gastronómica

Bar Nimbus: Veraneando en pleno centro

Mirando a la Alameda y a la Biblioteca Nacional, este bar de hotel Mercure ofrece un paisaje singular y también una cocina sencilla, apta para tardes de verano y que busca ser, además, amable con quienes les proveen sus insumos.


Sillones modernos y cómodos repartidos en un amplio espacio que los convierte en pequeños islotes; a un costado la piscina refresca la tarde-noche y permite que las luces de colores reboten sobre la superficie del agua y le den más vida al ambiente. Todo transcurre mientras cinco pisos más abajo, en Alameda a la altura de Santa Rosa, se vive ya el declive del intenso hormigueo de transeúntes en el centro popular; ese de kioscos, paraderos del Transantiago y schoperías. Aquella es una realidad bien distinta y ajena a bar Nimbus, del remozado hotel Mercure, que se acrecienta si se mira hacia el frente y aparece el techo de la Biblioteca Nacional con todo su clásico (o neoclásico) esplendor arquitectónico. Ahí la sensación de estar en otro sitio, en alguna ciudad europea quizás, se acrecienta. Cosas de una urbe con sus naturales contrastes, pero en suma, que integra a todos en el mismo espacio.

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Esa es la gracia del Centro. Y la de este bar es la ligereza de ideas y sabores, el concepto que manda en la cocina de Juan Pablo Castro. La carta es breve y precisa, pero no necesariamente todo el arsenal de ideas del cocinero. Para eso está Amaranto, el también renovado restaurante gourmet del hotel, del que se hablará en otra ocasión porque es verano y la terraza es la que manda. El trago de la casa es el Nimbus, a base de Hpnotiq, licor que mezcla coñac, vodka y jugo de frutas, y que con su celeste intenso viene a reforzar las pretensiones de frescura que se lleva bien junto a un Cebiche del día ($ 6.500) sencillo y efectivo, sin picores excesivos sino con una sazón con pocos sobresaltos. Luego del trago, unas copas de sauvignon blanc hacen juego con Fish and papas ($ 6.900), dados de congrio bien rebosados y fritos, acompañados de bastones de papas buey (asadas con una mezcla de especias y luego fritas) que se confundían entre el pescado pero que finalmente le dieron un toque de peso a la sazón. Aunque más carne y menos tubérculos hubieran sido mejor.

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Lo preciso, al menos para un bocado en pareja, está en las Croquetas de quínoa roja y salmón ahumado con mayonesa al ajo ($ 4.500), que se resume en: todo lo dicho en la carta aparece dentro del paladar y de manera equilibrada, mientras que las Mollejas grilladas con adobo de ajo y limón con papitas buey (5.500) le aportaron peso (aparte de sus entrañas) y una sensación crocante gracias al buen planchado. En suma pura sencillez en un espacio donde lo que se busca, además, de acuerdo a la filosofía de su chef, es que la mayoría de los productos utilizados en su cocina provengan dentro de un radio de 100 kilómetros a la redonda y que idealmente recorten la cadena de intermediarios. Buenas ideas por dentro y por fuera.

Bar Nimbus

Alameda 632, Santiago Centro

Tel. 22595 6622

 

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