Publicidad
El contrasentido de la distribución del cine en la región: Para ver películas latinoamericanas hay que ir a Berlín Debate de los cineastas latinos en la Berlinale

El contrasentido de la distribución del cine en la región: Para ver películas latinoamericanas hay que ir a Berlín

Durante la mesa redonda con directores y productores de Latinoamérica en el marco de la Berlinale, el director nacional Sebastián Lelio, realizador de «Gloria», puso el acento en una realidad que afecta principalmente a Chile, pero también al resto de los países de la región. La dificultad para encontrar un distribuidor que se encargue del mercado latinoamericano.»Nosotros tenemos el drama de que hay que viajar a Berlín para ver una película de Guatemala», señaló.


El cine iberoamericano, entendido no cómo género, sino como una suma de afinidades, tiene este año una fuerte presencia en la Berlinale, con tres cintas en la sección oficial y más de cincuenta en las paralelas, mientras paradójicamente debe batallar para llegar al mercado internacional.

«Nosotros tenemos el drama de que hay que viajar a Berlín para ver una película de Guatemala. Es una paradoja gigante y creo que el mayor drama es justamente la dificultad de la distribución», declaró el cineasta chileno Sebastián Lelio, durante una mesa redonda con directores y productores de la región en el marco de la Berlinale.

En opinión de Lelio, con cuya cinta Gloria la actriz Paulina García se llevó el premio a la mejor actriz en la edición del festival de 2013, «no es tan descabellado decir que muchas veces son películas sin destino».

Ese contrasentido define de hecho, a su juicio, al cine latinoamericano, además del «entusiasmo» y de «esa candidez que tiene una nobleza intrínseca».

«Por su propia naturaleza, el cine se resiste a los encasillamientos, y para poder hacer cine hay que estar siempre en una actitud de ruptura con cualquier encasillamiento» con el fin de encontrar algo nuevo, agregó en un debate que llevaba por título «¿Existe el cine iberoamericano?».

Para Bernardo Bergeret, gerente de asuntos internacionales del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales argentino (INCAA) y director ejecutivo del mercado de cine Ventana Sur, habría que tomar ejemplo del boom de la literatura latinoamericana que en los años 70 abrió la puerta a muchas autores al público de otros países.

Esta etiqueta sirvió de «apoyo» y de «marca» para que todos entraran en el mercado internacional.

«Creo que en el cine latino lo que tendríamos que intentar es que ocurriera lo mismo, no tenerle miedo al rótulo, seguir paralelo con nuestra identidad haciendo las películas que estamos haciendo, pero sí tratar de saber y entender cómo llegar a los mercados», indicó.

Según Diego F. Ramírez, productor colombiano de filmes como Dog Eat Dog, es equivocado plantearse si existe género llamado cine latinoamericano, pues eso homogeneizaría a todos, sino que es más acertado hablar de si existe un «mercado latinoamericano».

En todo caso, apuntó, existen «realidades sociales que nos hacen similares, idiomas comunes» que son «rasgos» del cine latinoamericano.

En esta misma línea se pronunció el cineasta brasileño Karim Aïnouz, cuya cinta Praia do Futuro compitió el año pasado en la sección oficial de la Berlinale, y para quien el cine latinoamericano, más que un género, constituye una serie de «afinidades» de «una región geográfica con una historia común».

«Existen cosas en común. Existe una alegría, existe una violencia» propia del cine latinoamericano, pero más que un género son «sensibilidades», subrayó.

Por su parte, el cineasta guatemalteco Jayro Bustamante, que compite en esta edición de la Berlinale con otras 18 cintas por el Oso de Oro con su película Ixcanul, no se mostró tan en contra de las etiquetas, «si el cine es reflejo de una cultura».

«Es una manera de llamarlo, que realmente no nos importa», señaló el cineasta para subrayar que lo importante es que haya cine latinoamericano.

En este contexto lamentó el nulo apoyo al cine en Guatemala; su país, señaló, «tiene como la identidad propia destruida y cuando la identidad propia está destruida en lo que menos se piensa es en cultura».

«Cuando sabemos que Guatemala ciudad es este año capital iberoamericana de la cultura y que no se quiere apoyar a una película que va a Berlín, hay algo que funciona mal», agregó Bustamante, quien recordó que hasta tuvo que explicar en su país qué es exactamente la Berlinale.

Los tres filmes de Latinoamérica a competición en la Berlinale -las chilenas El botón de nácar, de Patricio Guzmán, y El club, de Pablo Larraín, más la guatemalteca Ixcanul están entre los cuatro primeros puestos en las votaciones de la crítica que sigue el festival, cuando se llevan proyectadas 12 de las 19 aspirantes al Oso.

Mientras Colombia y México disfrutan de facilidades económicas y estímulos fiscales, como explicaron Ramírez y la mexicana Cristina Velasco, productora de Eisenstein in Guanajuato, de Peter Greenaway, otros países de la región tienen que pelear más duro por hacer realidad un proyecto.

«Yo creo que de la fragilidad de nuestras industrias, o de nuestra frágil situación de producción, puede surgir un pensamiento cinematográfico poderoso, producto de que estamos resistiendo arriba de una especie de grieta, a punto de caer al abismo», afirmó Lelio en el acto, organizado por el Instituto Iberoamericano de Berlín y el Instituto Cervantes.

Publicidad

Tendencias