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Crítica de libros: «Facsímil», prueba no superada De Alejandro Zambra

Crítica de libros: «Facsímil», prueba no superada

Víctor Minué Maggiolo
Por : Víctor Minué Maggiolo Periodista, Máster en Edición. Universitat Autónoma de Barcelona.
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Víctor Minué. Periodista.


Facsímil (Editorial Hueders), el último libro del escritor chileno Alejandro Zambra, utiliza el esqueleto y la vieja lógica de la Prueba de Aptitud Académica como campo de tiro y experimentación de sus ambiciones como escritor, ya algo vimos de esto en Mis Documentos (2014) con buenos resultados, por lo que de buenas a primeras genera curiosidad y moderado entusiasmo; curiosidad, porque siempre cuando un escritor decide sacrificar la comodidad de un plan literario que lo ha llevado a consagrarse indiscutiblemente como un escritor original y respetado, corre un riesgo asumido. La expectativa se entiende porque hoy en día la literatura en español y me atrevería decir en occidente, donde Chile es una tesis obediente de la regla, predomina mayoritariamente una maqueta prefabricada como estructura de novela inserta en un mercado hípermanipulado por estereotipos donde la originalidad es normalmente castigada. Y la reserva respecto a esta idea, es por supuesto que, la experimentación, no necesariamente lleva consigo una promesa de renovación  y no necesariamente involucra una superación en la obra específica del autor. En este caso, Alejandro Zambra, propone desmantelar el antiguo y ya kitsch facsímil de la PAA de Verbal en complicidad con el lector y convertirlo en un juego a ratos paródico, a ratos catártico sobre las perplejidades de la época, las derrotas de una generación, las pasiones tristes, los miedos, el absurdo, lo inasumible. Para ello recicla las temáticas que han marcado a sus lectores: la relación padre e hijo, el fantasma de la dictadura, la educación sentimental, entre otros tópicos. El libro está dividido en cinco partes: “Término excluido” , “Plan de redacción”, “Uso de Ilativos”, “Eliminación de oraciones” y “Comprensión de lectura” cada una de estas secciones persiguen la interacción cómplice con el lector, pero en este caso lo que cabria  llamar un “lector utópico” para que complete los juegos interpretativos, ironías y delicadezas que deja sembradas en el reverso de las invectivas atemperadas con humor. Y cuando hablamos de un lector utópico, nos referimos a quién tenga el libro en sus manos debe ser capaz de cumplir con la imposible tarea de resolver el enunciado, reorganizar frases que parecen tijereteadas, palabras huérfanas sin posibilidad de orientar ninguna combinación perceptible, dispuestas como alternativas de un juego que se vuelve unilateral: las primeras cuatro secciones del libro resultan incomprensibles e incluso enigmáticas por lo inacabadas y predecibles tomando en cuenta la comprobada capacidad del autor. Lo que encontramos es un intento por formatear un viejo ejercicio de razonamiento verbal (Término excluido, Uso de ilativos) sin muchas soluciones, en el peor de los casos reproduciendo la misma naturaleza estractada, monosémica y obsoleta de estos ejercicios que atormentaron a tantas generaciones de jóvenes y que el autor busca transformar para crear un artefacto nuevo, un juguete roto de la cultura pop de los años 80s, en el mejor de los casos, en una lectura utópica.

Así, madurada la incredulidad de las primeras cuatro partes del volumen, en la última de éste, “Comprensión de lectura” se libera por medio de tres buenas historias al fin el escritor que conocemos por su prosa de admirable simpleza, gracia,  fino instinto para el detalle; aparece el bisturí para manipular la resbaladiza ambigüedad criolla y todo lo demás que en Zambra son un estilo reconocido. Pero esto llega tarde; es como si fuera parte de otro material de trabajo, de otro libro, no de Facsímil. Y es muy poco.

Muy poco para un libro de Zambra.

Se podría pensar que la estructura de Facsímil no aguantó tanta torsión, tanta elongación para la gimnasia paródica propuesta por el autor, quizás por un formato  tan invulnerablemente conservador que no estaba diseñado para eso, lo que ya dice mucho de una época. Lo cierto es que, como dijo un poeta mexicano “Que más que / saber salir de las cuerdas” antes de que sea tarde.  Pues eso.  Saber salir de las cuerdas con un buen footwork.  Al parecer Zambra, un narrador muy estudioso y prolijo en su escritura, tardó en darse cuenta de esto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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