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La mentira en la política: la herramienta fundacional de las jugarretas del poder «Necesitamos la ficción de ‘el pueblo’ en la democracia para garantizar la legitimidad de aquellos que afirman representarlo», dice el autor, Martín Jay

La mentira en la política: la herramienta fundacional de las jugarretas del poder

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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El destacado historiador de la intelectualidad, presenta este domingo la conferencia «La verdad de la mentira en la política» en el Festival de Puerto de Ideas en Valparaíso. Una revisión sobre cómo la mendacidad es parte del acervo cultural de los políticos y una herramienta de propaganda que cuenta con el cinismo del electorado.


En el origen de la deslegitimidad y la desconfianza en los políticos, anida la deshonestidad, o derechamente la mentira. «Miente, miente, que algo queda», reza la sentencia que explica cómo la mentira termina construyendo realidad. Claro, tergiversar la verdad hasta cambiarla no es un atributo exclusivo de la política, pero su frecuencia en la actividad pública marca una constante histórica en cualquier tipo de poder. Es como si la mentira, la ambigüedad o las medias verdades fueran parte esencial del ejercicio democrático, autoritario o dogmático.

A Martin Jay, ilustre historiador de la intelectualidad, le pidieron en 1998 que reseñara el libro de Christopher Hitchens sobre Bill Clinton, No one left lo lie to para el London Review of Book. El escándalo Lewinsky y la bochornosa confesión de Clinton, así como la falsedad de las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Saddam Hussein y que impulsaron a George Bush a invadir a Irak, llevaron a este teórico a estudiar la mentira en la política, para intentar comprender la funcionalidad de la misma en las jugarretas del poder.

«Comprendí la frecuencia de la deshonestidad como un tema en política, tanto como una realidad como objeto de críticas, en el sentido de que era un aspecto constante en la vida política, que debía analizarse en profundidad en lugar de simplemente denunciarse de una perspectiva moralista», explica el profesor Jay a El Mostrador Cultura+Ciudad, como una forma de introducir su análisis en un campo donde la mentira se ha desarrollado certeramente y sin límites, y en en el cual, en ocasiones, se hace hasta necesaria.

Las conclusiones de este estudio dieron forma al libro The Virtues of Mendacity: On Lying in Politics (Virtudes de la mendacidad: sobre la mentira en la política), un libro para el que este historiador intelectual investigó todo lo que se había escrito sobre dicha cuestión a través de los años, desde la defensa de Platón de la «mentira noble» hasta Hannah Arendt y su análisis sobre la mentira durante la Guerra de Vietnam. Prestó también atención a san Agustín, Kant, Rousseau, Maquiavelo, Strauss y Derrida.

Del alcance de este estudio, el profesor de la U. de Berkeley dio forma a la charla La verdad de la mentira en la política, una muy contingente conferencia que dictará este domingo 09 de noviembre a las 16:30 horas en el Auditorio de la Escuela de Derecho de la U. de Valparaíso, como parte de nutrido programada del Festival Puerto de Ideas, que dirige Chantal Signorio, y que en su quinta versión está dedicado como siempre a la circulación de ideas, pensamiento y creatividad.

Martin Jay

Martin Jay

La fragilidad de la confianza

¿Por qué miente Ena Von Baer cuando dice que nunca le pidió plata a Carlos Alberto Délano si sabía que había mandado un mail al controlador de Penta pidiéndole dinero y, que claramente, este se iba a filtrar a la prensa? O ¿por qué Sebastián Dávalos después de miles de antecedentes que prueban su conocimiento del caso Caval dice que se enteró del negocio de su esposa por la prensa, si ya nadie le cree?

Partiendo de la base de que «la confianza en nuestros líderes en muy frágil», el intelectual norteamericano opina que esto se produce en la medida que existe también un cierto «cinismo» de la gente o el electorado que –de acuerdo a la experiencia– «saben que tienen que tomar con pinzas» lo que dicen los políticos, especialmente «las promesas» en tiempos de campaña, «pero sin embargo esperan ser traicionados para luego sentirse muy desilusionados por ello».

«Como solemos inflar sus promesas, frecuentemente resultamos profundamente decepcionados cuando fracasan, un hecho que resulta especialmente cierto cuando su atractivo depende de su carisma más que de sus políticas reales. En otras palabras, la confianza excesiva puede llevar a una reacción desilusionada de desconfianza, que luego también envenena nuestras actitudes hacia otros futuros líderes. Incluso cuando no son particularmente carismáticos, nos volvemos cínicos cuando las promesas que hacen para obtener nuestros votos resultan luego incumplidas», reflexiona el filósofo.

El juego de la deshonestidad

Consultado Jay si la mentira en la actualidad es la «regla» en política, responde que es fácil verlo de esa manera, pero que en rigor la mentira siempre ha sido una herramienta de fácil disposición.

«No creo que sea inusual el papel que juega la mentira en la política de hoy en contraposición a la del pasado. Siempre parece más grave un escándalo actual que muestra la corrupción del orden vigente, pero es fácil hallar muchos ejemplos del mismo tipo de rabia por escándalos similares en el pasado y en diferentes formas de gobierno», argumenta el intelectual.

El punto, sostiene Jay, es que la mentira está presente, por decirlo así, tanto en los malos como en los buenos políticos. «Con seguridad hay casos en los cuales a una ‘gran mentira’ subyace una legitimidad dudosa de un régimen que finalmente se derrumba, pero incluso aquel que lo reemplaza frecuentemente depende de un montón de pequeñas mentiras, medias verdades y ambigüedades que lo mantiene funcionando».

Lo que de alguna manera marca la diferencia es el grado de conocimiento que tenga la gente de las mentiras de los políticos, «al menos cuando existe un periodismo investigativo de peso, un sistema judicial independiente y medios sin trabas para cuestionar la versión de aquellos que están en el poder (y aquellos que lo buscan)».

«Sin embargo, la persistencia de cierto grado de deshonestidad en política es difícil de evitar», reconoce.

La mentira, ¿una herramienta necesaria?

Aun cuando la mentira aparece como el brazo armado de la manipulación, el autor de The Virtues of Mendacity termina en esta obra haciendo una defensa contraintuitiva de la mendacidad en ciertas circunstancias.

«No quiero aparecer como defensor de la mentira como una práctica por defecto en política o en otro ámbito, ya que la mentira solo funciona cuando asumimos que la mayoría de la gente en primer lugar es confiable. Dicho esto, diría que en determinadas circunstancias, decir la verdad no es lo mejor», confiesa.

Para explicar esta posición, el experto en cultura intelectual toma como referencia la propia naturaleza del debate en política. «Si entendemos la vida política como inherentemente conflictiva y competitiva, incluso antagonista a veces, no podemos esperar total honestidad en las relaciones entre aquellos que compiten por el poder, que se tratan mutuamente de forma estratégicamente manipuladora».

Otro ejemplo para reforzar la idea parte cuando se «reconoce que a veces el poder suele ejercer coerción sobre el más débil para que este revele sus secretos exponiéndose a sí mismo a un castigo como resultado. En ese caso podemos defender que se rehúse a revelar su toda su verdad para impedir que se viole su privacidad. Nadie, por ejemplo, debería tener el poder de hacerme decir la verdad sobre a quién voté en una urna secreta».

Un ejemplo adicional sobre lo mismo -explica Jay– se da en la dinámica en la construcción de coaliciones de actores políticos de pensamiento relativamente similar.

«Sabemos que en temas en que difieren al menos públicamente, los políticos de una misma coalición, enmascaran sus diferencias con llamados a la unidad. Solo basta recordar cómo enconados rivales en una primaria repentinamente respaldan al candidato de su partido como si siempre lo hubieran apoyado. En este caso la sinceridad absoluta deberá esperar a sus memorias, cuando la batalla por el poder haya acabado».

La gran ficción

Impulsado a buscar una idea central para responder a la pregunta «¿cuál es la verdad de la mentira en la política», el conferencista –que estará hablando sobre esto mismo en los próximos días en Puerto de Ideas– cita la idea de “el pueblo” como fuente de soberanía democrática.

«Necesitamos la ficción de ‘el pueblo’ en la democracia para garantizar la legitimidad de aquellos que afirman representarlo», dice.  «Sin embargo, obviamente no hay un ‘pueblo’ cuya voluntad general pueda comprenderse –diría Rousseau– como identificable de forma inequívoca. En cambio, tenemos una competencia eterna para representar al pueblo supuestamente real, con toda clase de personeros que aseguran serlo».

Visto así, el «pueblo» es una especie de mentira benigna, que «permite evitar la consecuencia incluso peor de otorgar el poder soberano a otras instituciones o figuras –Dios, un rey, el gobierno de “los sabios”, una elite tecnocrática– cuyas aspiraciones también podrían demostrarse como basadas en falsas premisas».

Un mentira, entonces, benigna o no, constituiría el mito fundacional de la política democrática.

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