La obra parte con la historia de una joven periodista, hija de exiliados, que regresa a Chile para escribir el guión de una película sobre Colonia Dignidad. Es una historia sobre la que recién se está levantando el manto de impunidad que permitió que, durante décadas, operara en ese enclave alemán un régimen casi feudal.
A principios de los años 60, unos inmigrantes alemanes se asentaron en una localidad del interior de Chile y fundaron la Colonia Dignidad. Durante décadas se presentó ante la opinión pública como una idílica comuna agraria, hasta que los testimonios de algunos colonos prófugos revelaron el verdadero horror que se vivió dentro de sus muros. El fundador, Paul Schäfer, un exmilitar nazi, abusó sistemáticamente de todos los niños y niñas que vivieron allí y colaboró con el régimen de Pinochet poniendo la colonia a su servicio para el tráfico de armas y como centro de tortura de disidentes.
Después de una larga investigación que la ha llevado a entrevistar a numerosos colonos que sobrevivieron al horror, la escritora chilena Lola Larra (seudónimo de Claudia Larraguíbel) da forma a la historia de la colonia tomando como punto de partida la misteriosa muerte de un niño.
La obra parte con la historia de una joven periodista, hija de exiliados, que regresa a Chile para escribir el guión de una película sobre Colonia Dignidad. Es una historia sobre la que recién se está levantando el manto de impunidad que permitió que, durante décadas, operara en ese enclave alemán un régimen casi feudal.
Poco a poco, a medida que avanza en su investigación, la narradora conoce a una colona que la llevará por un camino insospechado, donde están las huellas de Paul Schäfer y de los agentes de la dictadura militar, pero donde sobre todo se pesquisa el rastro de un niño que murió durante una jornada de cacería.
¿Quién disparó la bala que perforó la cabeza del pequeño Hartmut?
Alrededor de ese enigma, y nutriéndose de declaraciones judiciales, archivos de la policía y notas de prensa, Lola Larra hace que el lector transite con la más absoluta naturalidad de la ficción a la no ficción, en una historia fascinante, que se lee como un viaje a los abismos del mal. Y como todas las grandes obras sobre la vileza humana, Sprintersplantea preguntas incómodas sobre la indolencia –o derechamente, la complicidad– de todos los que prefieren no ver y no saber que un poco mas allá de sus fronteras campeaba el horror y su reverso: la vulgaridad y la estupidez humana.