Se trata de «La casa de los espíritus» y «La muerte y la doncella»
Isabel Allende y Ariel Dorfman están acompañados en la lista por autores universales como los alemanes Bertolt Brecht (La resistible ascensión de Arturo Ui), Thomas Mann (Doctor Fausto), Theodor Adorno (La personalidad autoritaria) y Hannah Arendt (Los orígenes del totalitarismo), así como el ruso Vladimir Nabokov (Lolita) y el cubano Reinaldo Arenas (Antes que anochezca). Todos ellos fueron víctimas del nazismo y el comunismo, y en algún momento vivieron en el país norteamericano.
Un artículo del diario The New York Times destacó las obras de dos autores chilenos en el artículo «Los 25 grandes libros escritos por refugiados en Estados Unidos», publicado este martes por uno de los principales matutinos del país norteamericano.
Uno es «La Casa de los Espíritus», de Isabel Allende (Lima, 1942), quien emigró a California en los años 80 y se casó con un norteamericano, mientras el otro es «La muerte y la doncella», de Ariel Dorfman (Buenos Aires, 1942), quien vivió su infancia en Estados Unidos, ha hecho clases en varias universidades de ese país y reside en Carolina del Norte.
Ambos tienen nacionalidad norteamericana, aunque curiosamente ninguno de estos autores nació en nuestro país.
Sobre Allende, el diario señala que huyó a Venezuela en 1973, «después del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende, el líder socialista y primo de su padre».
«La casa de los espíritus» fue publicada por Editorial Sudamericana en 1982, lleva 60 millones de ejemplares vendidos y ha sido traducido a 35 idiomas. Además dio origen a una película homónima en 1993, dirigida por el danés Billie August, con estrellas como Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close, Winona Ryder y Antonio Banderas.
«Basándose en las circunstancias de su propio exilio, Allende usó su primera novela para contar una saga multigeneracional que sucede en un país sin nombre muy parecido a Chile», dice el diario estadounidense. «El lector ve la destrucción de la democracia y el ascenso de un cruel dictador que trata de eliminar a toda la oposición», en un libro donde figuran el propio presidente Allende y también Pablo Neruda.
“Quería demostrar que la vida es circular, que los eventos se entrelazan y que la historia se repite; no hay principio ni final”, señaló en algún momento Allende sobre su exuberante narración de realismo mágico.
En cuanto a Dorfman, el NYT reseña que «era asesor cultural del líder socialista depuesto Salvador Allende y se vio forzado a dejar el país en 1973».
En «La muerte y la doncella», Dorfman «presenta la confrontación entre una mujer torturada por un régimen latinoamericano y el brutal policía del Estado que supuestamente llevó a cabo la tortura».
«Ella lo enjuicia durante toda una larga noche. ¿Es realmente este el hombre que la torturó dándole choques eléctricos al compás de Schubert, o está cometiendo un error paranoico? En esta confusión residen los propios sentimientos de Dorfman sobre la cualidad evasiva de la redención», escribe el matutino. Según el autor, su tema central es «la cruda y dolorosa transición chilena a la democracia».
Esta pieza de 1990 fue estrenada en Santiago el año siguiente en el Teatro de la Esquina, dirigida por Anita Reeves, los intérpretes fueron María Elena Duvauchelle, Hugo Medina y Tito Bustamante, tras lo cual tuvo otros dos montajes, en 2000 y 2011. A nivel internacional, fue montada en 1991 en el Royal Court Theatre de Londres y un año después en Broadway.
Cuenta con un premio Laurence Oliver de Gran Bretaña en la categoría mejor nueva obra (1992). Además fue llevada al cine en 1994 por Roman Polanski, con las actuaciones de Sigourney Weaver, Ben Kingsley y Stuart Wilson, además de una versión para ópera, compuesta por el sueco Jonas Forssell y estrenada en la Ópera de Malmö en 2008.
La versión cinematográfica de «La muerte y la doncella» fue dirigida por Roman Polanski.
Los 25 miembros de la lista provienen de Europa, Latinoamérica, Asia y África, y sus familias huyeron de la persecución de los nazis o los comunistas, en distintas épocas del siglo XX.
Integran un listado que incluye a autores universales como los alemanes Bertolt Brecht (La resistible ascensión de Arturo Ui), Thomas Mann (Doctor Fausto), Theodor Adorno (La personalidad autoritaria) y Hannah Arendt (Los orígenes del totalitarismo), quienes abandonaron Alemania tras el ascenso nazi.
También están el ruso Vladimir Nabokov (Lolita), cuya familia abandonó su país tras la Revolución Bolchevique; el cubano Reinaldo Arenas (Antes que anochezca), que huyó en el éxodo del Mariel en 1980; y la camboyana Lung Ung (Primero mataron a mi padre: recuerdos de una hija de Camboya), que escapó del régimen de los Jemeres Rojos de Pol Pot.
El diario señala que una forma de considerar a los refugiados, «que durante estos frenéticos días han estado tan presentes en las noticias», es como «estadounidenses en potencia, personas y familias que escapan de una situación mala y que se imaginan construyendo vidas nuevas en Estados Unidos».
«En qué podrían convertirse estos refugiados y cómo podrían contribuir a su sociedad y cultura, es una pregunta que se quedó en estado de hibernación. Sin embargo, podemos mirar hacia atrás y, en la esfera literaria, es incuestionable que los refugiados, una vez aquí hacen grandes contribuciones», dice.
«A lo largo del siglo XX y de lo que va de este, aquellos que escapan de la guerra o la persecución política han producido obras importantes que hoy se consideran por lo menos parcialmente estadounidenses y que van desde la narrativa sobre las desgarradoras experiencias del exilio y la dislocación hasta tratados políticos por parte de pensadores que tratan de entender por qué sus lugares de origen quedaron destruidos».
