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La naturaleza antropocéntrica en el discurso provocador de Canut de Bon Reseña literaria

La naturaleza antropocéntrica en el discurso provocador de Canut de Bon

Tres preguntas recorren a “Ecología y Sociedad. Sobre la influencia de la ecología, en la ética, economía y derecho” del abogado y profesor Alejandro Canut de Bon. Son preguntas cuyas respuestas configurarán la forma en que viviremos durante el siglo XXI, y las características que tendrá el planeta que nos cobija. Cuestionamientos que conjuran cosmovisiones y paradigmas sobre la naturaleza que nos rodea, invocando mundos antiguos y mundos nuevos, mundos que nos son familiares y mundos olvidados. Son, por último, preguntas que nos obligan a reflexionar, y que incluso nos enfrentan como sociedad, dependiendo de las visiones o paradigmas que tengamos sobre la manera en que debemos tratar y aprovechar la naturaleza.


En la ética parte el primer cuestionamiento de la obra. ¿Tiene la naturaleza un valor intrínseco, con prescindencia de nuestros intereses respecto de ella?. La segunda pregunta se construye desde la economía. ¿Tiene límites el crecimiento económico? ¿es posible un desarrollo económico infinito en un planeta de recursos finitos?. La tercera pregunta llega desde el derecho. ¿Debemos cambiar la naturaleza del derecho, y darle derechos a la naturaleza?

Y, claro, las tres preguntas son al fin una misma y sola pregunta, sea que se aborde desde la ética, la economía o el derecho: ¿Cómo vivir la vida en este planeta que es nuestro suelo, residencia e identidad?.

Canut de Bon, el autor, aborda el tema desde las tres disciplinas señaladas, logrando un marco histórico y filosófico, y mostrándonos de paso que son muchas las respuestas que nos hemos dado (y nos seguimos dando) a estas preguntas, pero que básicamente ellas están determinadas por dos grandes paradigmas que hemos construido, en Occidente.

Acerca de los abordajes que hace, el autor aclara que trató de sistematizar lo que ya se viene discutiendo históricamente sobre la relación entre ser humano y naturaleza en Occidente. Agrega que los grandes paradigmas consisten en dos visiones acerca de esta relación y del entendimiento de la naturaleza, una racional y otra mística. Algo que resulta de un dualismo que surge cuando la ciencia empieza a desarrollarse más intensamente en el mundo moderno.

«En la cultura occidental hay dos formas clara de relacionarse. Una es a través de la ciencia respondiendo todo científicamente a través de la lógica y la razón para un entendimiento racional de ella. Otra es el entendimiento místico, romántico lo que implica vincularse con el misterio de la naturaleza y la pequeñez del hombre frente a su grandeza. En todas las culturas, incluso las orientales, los pueblos originales siempre se habían vinculado a la naturaleza desde el punto de vista místico si llovía era alguna señal de ella, o se pedían cosas a ella. El Occidente inventa hace 500 años atrás la ciencia. La ciencia es una invención reciente que se pone de moda hace unos 300 años y hoy cualquiera que nace en Occidente tiene estas dos formas de relacionarse. Hay esa dualidad en nuestra cultura», explica.

Y así, por una parte, habla del abordaje científico, racional, matemático y tecnológico que hemos hecho de la naturaleza, Muestrando con ello la epopeya de Occidente por salir –mediante ese acercamiento- de la barbarie, la ignorancia, la pobreza, el dogma, y la sumisión.

Habla también Canut de Bon de la curiosidad, el entusiasmo, la exploración, la experimentación, el descubrimiento y la invención. Cuenta de industrias y colaboraciones, de apuestas y riesgos, ensayos y errores, y con ello de un porfiado optimismo. Todo, para construir lo que podría considerarse, por muchos, un paraíso en la Tierra.

El libro es por cierto una ilustración por la senda recorrida y un recorrido por el enorme avance en nuestros hallazgos, en nuestros emprendimientos, en nuestras innovaciones. En, resumen, cuenta de las mejoras en la calidad de vida que la humanidad ha obtenido. Y termina relacionando todo ello con un paradigma antropocéntrico, que nos ha erigido –en el lenguaje de hoy famoso Yuval Harari- en los dioses de la naturaleza.

«La ciencia nos puede solucionar todo, tenemos hijos y hoy día podemos estar seguros si van a nacer sanos y si se enferman, hay como tratar eso. La ciencia nos ha convertido en pequeños dioses y vivimos sumamente bien. Es cierto que hay mucha pobreza actualmente, pero en realidad hace muchos años, el 99% del mundo era mucho más pobre. La ciencia nos ha permitido crear una especie de paraíso, para una mayoría por lo menos, que era impensable Hace 200 años atrás era impensable que una en cada cuatro personas que cumple diez años se asume que va vivir más de cien. Hemos construido a través de la ciencia una sociedad que nos facilita la vida enormemente», reitera.

Y luego, en contraposición, el autor presenta una segunda aproximación a la naturaleza. Una segunda forma de ver lo mismo. Y así habla del misterio, de lo insondable, de lo que no se domestica ni se deja dominar, de lo que está en lo profundo de los bosques, de lo que no se coloca en una pipeta ni se mueve con vapor, y de lo que nos conecta con los otros, y con nosotros mismos. Recuerda que somos parte de una historia mucho más antigua de lo que creíamos, de algo más grande que la humanidad. Repasa con ello poetas muertos que se fueron a vivir al bosque, y cofradías y corrientes de pensamiento que comienzan a reaparecer desde los márgenes, desde el Romanticismo en adelante, trayendo un mensaje cada vez más urgente y necesario.

Canut, asimismo, cuenta de búsquedas e intuiciones, de equilibrios y armonías (Gea, Gaia, Pachamama). Habla de la ética de la Tierra y de guerreros del arcoiris. Y relaciona ello con el biocentrismo.

«De cierta forma esto implica un abuso de la naturaleza. La ciencia nos da poder y con ese poder hemos cambiado la naturaleza en favor de nosotros. Es la realidad. El paraíso que hemos construido a través de la ciencia es sólo para la humanidad, no para los otros animales. Si tu tienes una visión mística pensarás que no es justo para la naturaleza, ahí entra el fenómeno ético. Matamos de todo, hacemos de todo para que vivamos bien y no nos cuestionamos lo que hacemos», contrapone.

Pero cuando todo indica que ha cumplido su cometido de relatarnos esa historia, en base a dos paradigmas incompatibles entre sí, Canut de Bon sorprende al lector proponiendo un camino de encuentro entre dichos paradigmas. De manera sutil, casi al pasar, y con una forma de razonar serena, limpia, sin perder oportunidad de presentar cartesianamente los misterios de lo inescrutable, resume como el Romanticismo se funde hoy con la ciencia.

El texto logra dar sentido de unidad a muchas cosas que observamos desde lo separado. Levanta una reflexión teórica que nos interpela e invita al discernimiento y la reflexión. Sin perjuicio de mirar hacia atrás, intenta el autor entender las categorías que estarán presente en las próximas décadas, sin quedarse anclado en aquellas que fueron válidas y útiles en el siglo XX, pero que ya no entregan respuestas.

«Dependiendo de cómo abordamos estos fenómenos, desde la perspectiva racional y mística, eso va determinar la ética. Un ejemplo es como el derecho se organiza en base de nosotros como seres especiales, el fenómeno es antropocéntrico y está muy vinculado a la ciencia y ella le da el poder para manejar todo antropoceéntricamente», complementa.

El libro está, sin duda, muy en la línea de lo que están haciendo hoy autores internacionales, como Yuval Harari, Alan Weisman, Frans de Waal, Marcel Wissenburg, Jared Diamond, Richard Dawkins, y varios otros, y se afirma a la vez en una buena bibliografía (textos de historiadores modernos como Peter Watson, Eric Hobsbawn, etc). Se nota la inspiración –que el autor reconoce claramente en citas- pero a la vez, junto a la historia internacional, repasa los aspectos y autores nacionales, dándole al libro un buen toque local. Se condensan así, en ese sentido, ideas diversas –muchas de los clásicos en estas materias- en un ejemplar de fácil y amena lectura, que invita a ser leído.

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