Publicidad
Los Miserables: Una historia de conversión Opinión

Los Miserables: Una historia de conversión

Cristóbal Aguilera Medina
Por : Cristóbal Aguilera Medina Abogado, Universidad de Los Andes
Ver Más


Jean Valjean es un miserable. Él mismo lo admitió, entre lágrimas y el rostro pegado a sus rodillas, pocos minutos después de robarle una moneda de dos francos a un niño de casi diez años. ¿Por qué lo hizo? No es fácil dar con una respuesta. ¿Por necesidad? No. ¿Placer? Tampoco. Por instinto, por costumbre, porque no podía actuar de otra manera. Porque, a esas alturas, lo más razonable era pensar que su vocación era robar, como para equilibrar todo lo que él había soportado.

Todo hombre que ha vivido de las injusticias (del pecado) se encuentra, tarde o temprano, ante la situación de decidir sobre el destino de su vida. Ratzinger apunta a que lo que realmente está en juego en ese momento es todo: o todo o nada. Chesterton, antes de morir, dijo que todo está entre la luz y la oscuridad, y cada uno debe elegir. Jean Valjean sabe que no puede seguir siendo un ladrón de poca monta, que debe dejar los términos medios, que debe optar: que, si quería volverse bueno, tenía que volverse ángel; que, si quería seguir siendo malo, tenía que convertirse en monstruo.

La conversión, es decir, la opción de volverse ángel en medio de las tinieblas, saca al injusto de su vida aparentemente tranquila. Permite que cada uno vea a cara descubierta cómo es en realidad (su alma). Por eso, Jean Valjean, luego de renunciar al odio y al rencor, siente que se quiebra, que su corazón estalla. Deja de ser, de esa manera, el hombre que era antes. El encuentro con Petit Gervais, el pequeño deshollinador, fue el destello que permitió que Jean Valjean abandonara la pasividad. La tarea que ahora debe asumir, es llenar el espacio que antes colmaba el mal, porque algo tiene que reemplazar ese hueco que ahora se vacía. Los miserables se trata, en gran medida, de la historia de ese desafío.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias