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1981… el año en que el anarquismo se tomó las estrellas. Opinión

1981… el año en que el anarquismo se tomó las estrellas.

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José M. Santa Cruz
Por : José M. Santa Cruz Doctor en Historia del Arte. Investigador sobre cine, nuevos medios y arte contemporáneo. Post-doctorado IDEA-Usach.
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Lo que voy a describir en los siguientes párrafos, podría estar en una sección de crónicas anómalas que muy de vez en cuando interrumpen la cotidianidad intelectual de lo que consideramos plausible. En las efemérides del anarquismo internacional lo que vamos a reseñar no se encuentra ni siquiera en las más detallistas de ellas. Digamos que el tema ufológico está en las antípodas de los intereses de los libertarios del mundo. Disponer en una misma crónica anarquismo y extraterrestres parece una desmesura, un gesto propio de este mundo volcado en el estar después de la posmodernidad y seguramente lo es


Lo siguiente podría ser los ecos actuales del new age, deriva sectaria de un grupo comunitaristas que terminarían suicidándose a la espera de una nave que viajaba tras la estela de un cometa interestelar. ¿Qué tejido textual podría soportar el gesto de una comunidad anarquista interestelar?

Hacia 1982, el historiador anarco-sindicalista español Eduardo Pons Prades publicó el libro El mensaje de otros mundos, que recientemente ha sido re-editado por Editorial Reediciones Anómalas (España). Nacido y criado en el barrio El Raval de Barcelona en 1921, se alistó a los 16 años en el ejército republicano para enfrentarse a los fascistas y cristianos alzados comandados por Francisco Franco, militante del CNT se graduó como sargento de ametralladoras en cuya ceremonia fue condecorado por el poeta Miguel Hernández y participó activamente en la batallas de Guadarrama, Brunete y del Ebro con cortos 17 años. En los hombros de su padre suicidado a finales de 1936, transitó el ataúd de Buenaventura Durruti por la Vía de Durruti (actual Vía Laietana en Barcelona), un activo militante de la Federación Anarquista Ibérica. Tras la caída de la II República española, Eduardo Pons Prades participó en la evacuación de más de 10 mil heridos republicanos desde Barcelona hasta la frontera francesa y ya entrada la II Guerra Mundial se desplegó en la resistencia anti-nazi en Francia y tuvo una especial dedicación por salvar a los perseguidos por la doctrina anti-judía nacionalsocialista alemana, interviniendo en la liberación de Aude en Francia.

Funeral de Buenaventura Durruti

Tras la primera amnistía del régimen de Franco en 1962 regresó a España, donde fue uno de los fundadores de la Editorial Alfaguara, un constante colaborador periodístico y cronista en Historia y Vida, El Correo Catalán, Historia 16, Nueva Historia, El Periódico de Catalunya, Diari de Barcelona y El Correo de Andalucía. Pero, fundamentalmente, su trabajo se centró en recuperar la memoria histórica de los combatientes republicanos, en un ejercicio micro-histórico que se volcó en un buen grupo de textos de lectura obligada para dar cuenta ya no sólo de los procesos que desataron el alzamiento fascista de Francisco Franco y de su posterior proyecto «clerofascista», sino también para entender las discusiones y la cultura militante-obrera española. Los que SÍ hicimos la guerra (1973), Soldado de la República: itinerario ibérico de un joven revolucionario (1974), Guerrillas españolas (1936–1960) (1977), El holocausto de los republicanos españoles: vida y muerte, en los campos de exterminio alemanes (1940–1945) (1978), Morir por la libertad: españoles en los campos de exterminio (1995), Las guerras de los niños republicanos 1936–1995 (1997) o Los senderos de la libertad (Europa 1936–1945) (2002), entre muchos otros títulos, perfectamente podrían encontrarse en la biblioteca personal o colectiva de cualquier buen/a militante anarquista y, en general, de todo aquel o aquella con sensibilidades más o menos de izquierdas.

Pero es razonable dudar, arriesgándome al error, que cualquier de ellos/as tuviese entre esos libros El mensaje de otros mundos. El contexto de su aparición para aquellos/as sumergidos en la cultura ovni es más que conocido, pero asumiendo que esto no va a ser leído por ellos/as, vale la pena detenerse. España bajo los influjos de Juan José Benítez —un buen amigo del dictador Augusto Pinochet—, Fernando Jiménez del Oso y otros investigadores de los fenómenos de las alturas vivía un intenso movimiento ovni, marcado por el Incidente de Manises (1979), que según se relata en la historiografía ovni un avión de pasajeros de la compañía TAE estuvo obligado a aterrizar de emergencia en el aeropuerto de Manieses-Valencia, porque una serie de luces rojas venían directamente hacia ellos en rumbo de colisión, lo que provocó que un caza de combate del ejército español saliera en su persecución durante más de una hora y media, suceso que venía precedido por una oleada de confusos avistamientos en las Islas Canarias (1974-1979), entre otros muchos fenómenos, que se fueron sumando y encontrando un eco en una sociedad española que en teoría debía estar enfocada en el proceso de la transición tras la instauración de la Monarquía Constitucional (1978) y un grupo de ellos se dedicaban a ver en los cielos, creando grupos investigadores ovnis, organizando congresos y empezando a solidificar una de los tópicos centrales de las teorías de la conspiración, el ocultamiento de los gobiernos y estados de la “realidad ovni”. El caldo de cultivo de encuentros del primer, segundo, tercer y cuarto tipo parecía desbordar una sociedad que comenzaba lentamente a planificar su estar en la comunidad Europea de la mano del que sería electro presidente, el socialista Felipe González.

En ese contexto, Pons Prades publicó en formato de libro su experiencia de abducción vivida en septiembre de 1981 mientras vacacionaba en los Pirineos catalanes. La bajada de título de El mensaje de otros mundos, versa de la siguiente forma: “El testimonio excepcional de una experiencia única, siete horas a bordo de una nave espacial extraterrestre” publicado por la Editorial Planeta. Pero ¿qué cuenta al interior de más de 270 páginas? Una parte del libro describe cómo fue abducido, cómo era la nave y sus ocupantes. Pero la gran parte se dedica a las conversaciones que tuvo éste con los extraterrestres, una suerte de gran debate intelectual sobre el sentido de la vida político-social de la vida en la tierra y en los planetas de donde eran estos navegante interestelares. Dentro de ello, estos le pedían si Pons Prades podía masificar un mensaje para los habitantes de la tierra, una suerte de misiva cósmica muy propia de los años ochenta, uno de sus fragmentos dice: “Cuando las superpotencias de la Tierra empezaron a lanzar naves espaciales hacia el Cosmos, albergamos la frágil esperanza de que fuesen mensajes de paz. Pero en seguida pudimos comprobar que tales acciones sólo eran nuevas empresas con vistas a consolidar el poderío bélico de las dos superpotencias que dominan y esclavizan al planeta Tierra”. La misiva hacía una gran advertencia de parar la deriva armamentista espacial o sino la Armoniosa Confraternidad Universal congelaría la vida de toda nación que pretendiese la dominación del espacio.

Pero lo fundamental del texto radica en la descripción de las sociedades de donde venía los extraterrestres de cuatro planetas distintos, que tras miles de años de desarrollo vivirían en un “régimen comunitario a escala interplanetaria” donde la propiedad privada estaba abolida por el beneficio de la comunidad, donde cada uno cumplía un rol y podía disponer de tiempo para el libre desarrollo de su vida, donde la familia nuclear no existía, donde las afinidades se establecían en torno las vivencias comunes, en un sistema centrado en cubrir los deseos íntimos del sujeto en una suerte de gran sistema social coordinado por una racionalidad computacional colaborativa que no tendría centros de mandos ni burocracia sino que todos/as podían acceder en una forma de democracia materialmente directa. Así se acumulan las páginas en que Pons Prades va describiendo distintos aspectos de esta suerte de gran sociedad anarquista interestelar.

El libro de Pons Prades no tuvo la repercusión que después tendría el primer tomo de la saga de Caballo de Troya (1984), de Juan José Benítez, de hecho le trajo bastante problemas por un tiempo para continuar publicando sus libros sobre la deriva republicana. Asimismo, este no fundó una comuna de fanáticos ni se convirtió en divulgador o investigador OVNI, incluso nunca confesó que se lo haya inventado, que fuese solo una novela de ficción para propagar las ideas anarquistas dentro de los ufólogos o cualquiera de otra alternativa similar. De alguna forma, podría decir que aseguraba que solo fue la crónica de cuando el anarquismo se tomó las estrellas.

Jose M. Santa Cruz. Doctor en Historia del Arte

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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