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Una nueva revolución de la IA: Robots inteligentes y emocionales, el nuevo componente social Nadia Magnenat Thalmann se presenta el lunes 15 en el panel Mundo Cyborg del Congreso del Futuro

Una nueva revolución de la IA: Robots inteligentes y emocionales, el nuevo componente social

Experta en computación gráfica y psicóloga, esta científica que creo un robot de sí misma,  Thalmann reconoce que es posible generar lazos con un ente no humano, como ocurre en los niños con caricaturas o juguetes, por lo que es necesario recordar en todo momento que un robot es una máquina, por mucho que se pueda llegar a parecer a un ser humano. “Deberíamos tener una discusión a nivel social sobre por qué avanzamos en tecnología. La tecnología debería servir al ser humano y no destruirlo”, sostiene


Científica en computación gráfica, Nadia M. Thalmann es la primera persona en hacer un robot de sí misma, Nadine. Su versión electrónica es capaz de hablar, reconocer personas y gestos, expresar cambios de humor y emociones, recordar acciones y además es autónoma, es decir puede tomar decisiones por sí misma. Pero Thalmann, que también es psicóloga, bióloga y química, advierte que aunque Nadine puede expresar emociones, es producto de su configuración programática. No es capaz de sentirlas como un ser humano.

Talos

En la mitología griega hay registros de un gigante de bronce llamado Talos. Se cuenta que era una personificación de Creta. En otras versiones del mito era una creación del dios Hefesto o del inventor Dédalo. La historia cuenta que cada día daba tres vueltas alrededor de Creta para impedir que cualquier humano entrara o saliera de la isla de Creta sin autorización del rey.

La historia es importante porque da cuenta de que la idea de un ser humanoide al servicio de las personas data de varios siglos atrás. Talos podría ser un autómata, que es una máquina capaz de imitar la figura y movimientos de seres animados. Pero además muestra cómo los humanos hemos pensado en máquinas poderosas que estén al servicio de las personas.

Los primeros autómatas de los que se tiene registro datan del 1.500 A.C. y siguieron desarrollándose con el paso del tiempo. Actualmente se podría decir que habían creado software físico (la parte de un programa que permite la interacción con el usuario), con un hardware (la parte que hace que el mecanismo funcione) primitivo. Principalmente se usaban para entretener a sus dueños o mostrar espectáculos. Siempre una creación al servicio de las personas. Nadine, por ejemplo, puede operar como recepcionista y su apariencia sirve para que su creadora se sienta más cercana a ella.

Máquinas inteligentes

Con el paso del tiempo y los avances en tecnología, la programación de máquinas ha permitido dar paso a la Inteligencia Artificial (IA). Smartphones, bots, pilotos automáticos, entre otros, son ejemplos de IA de nuestros días.

El padre de la tecnología que nos ha permitido tantos avances hasta el día de hoy es Alan Turing, creador de la primera computadora programable electrónica digital, Colossus. También fue el creador del Test de Turing para medir la IA de una máquina. Básicamente consiste en una serie de preguntas que la máquina debe responder. La puntuación más alta la tendría aquella cuyas respuestas no pudieran diferenciarse de las que daría un ser humano.

Computador Colossus y Alan Turing

Pero dos siglos antes el filósofo alemán Gottfried Von Leibniz creyó que el pensamiento humano podía explicarse en un sistema simbólico formal, fundamento de la IA. De ahí en adelante estamos cada vez más cerca de vivir junto a robots humanoides que puedan realizar tareas en lugar de las personas.

Robots de compañía

Nadia Thalmann está radicada en Singapur, donde cuenta que hay hogares para ancianos con robots sociales cuando no hay personas que puedan cuidarlos. Es una compañía funcional para que el adulto mayor recuerde alguna tarea, como tomar sus medicamentos.

Nadine es un ejemplo de eso. Pero su creadora es enfática en que toda máquina debe siempre servir al ser humano, y que no se debe perder de vista que por familiar que nos parezca un robot, no tiene la capacidad de sentir emociones ni de razonar como las personas.

En su calidad de psicóloga, Thalmann reconoce que es posible generar lazos con un ente no humano, como ocurre en los niños con caricaturas o juguetes, por lo que es necesario recordar en todo momento que un robot es una máquina, por mucho que se pueda llegar a parecer a un ser humano. “Una máquina puede tener una forma que parezca humana, pero es sólo una interface más amigable para un usuario que necesita compañía”, dice Thalmann. Y que como máquina, debe estar para ayudar a las personas. El caso que cuenta Spike Jonze en su película Her, es un ejemplo de lo que nunca debe pasar entre un humano y un robot.

Revuelta tecnológica

Las historias de ciencia ficción donde las máquinas se rebelan contra sus creadores son muy comunes. Según Thalmann, existe la posibilidad de que la IA se supere a sí misma sin ayuda humana, pero no es algo que debamos temer. “Cuando programas un robot o un computador, puedes ordenarle que siempre explique cómo está pensando y cómo llega a sus resultados. No aceptaremos soluciones que no entendamos”, recalca la psicóloga, bióloga y química. Asegura que hay cada vez más investigadores interesados en elaborar programas que controlen o expliquen la forma en que las máquinas llegan a conclusiones.

Aunque aún pueda parecer ciencia ficción que vivamos mezclados con robots humanoides, Thalmann cree que eso podría revertirse. Años atrás no teníamos las facilidades que hoy nos permite la tecnología, y su penetración ha sido paulatina. “Ya estamos en presencia de un tipo de IA, y va a seguir aumentando en su aceptación si las personas la ven como algo útil para sus vidas”, explica Thalmann.

Una nueva revolución

El cambio genera incertidumbre. Durante la Revolución Industrial de Gran Bretaña muchas personas perdieron sus trabajos, hubo migraciones masivas, empeoramiento de las condiciones laborales y un largo etcétera luego de la masificación de máquinas para operar en las industrias. Pero la humanidad pudo superar esa crisis y acomodarse a una nueva forma de vida. El campesino que sólo trabaja su campo con sus manos y animales está en seria desventaja respecto a su vecino que sí hace uso de la tecnología.

Nadia Thalmann cree que con la masificación de robots inteligentes habrá trabajos que desaparecerán, pero también se crearán otros. El desafío es hacer que esta revolución no deje a nadie atrás. El problema de la humanidad con respecto al continuo avance de la tecnología es lograr generar las habilidades que permitan que todos podamos realizar trabajos acorde a los nuevos escenarios que cambian con gran rapidez.

“Deberíamos tener una discusión a nivel social sobre por qué avanzamos en tecnología. La tecnología debería servir al ser humano y no destruirlo”, concluye Thalmann.

 

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