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Rolando Rojo, el desconocido candidato para el Premio Nacional de Literatura: “Yo nunca pensé en ser escritor” CULTURA

Rolando Rojo, el desconocido candidato para el Premio Nacional de Literatura: “Yo nunca pensé en ser escritor”

Este profesor de castellano y académico de la extinta Arcis ha ganado 30 concursos literarios, incluido el del Consejo del Libro y la Lectura, pero nunca ha recibido una crítica o una reseña de sus libros. «Las reseñas (que se hacen) son verdaderos panegíricos a las grandes editoriales» y Rojo ha publicado siempre en casas independientes. Dotado de una pluma depurada y algo bolañesca, sus cuentos se alimentan de historias personales que resultan inauditas pero ciertas, como es el caso del libro «La muerte de la condesa Prokofich», en que narra la circunstancia histórica de haberse encontrado en un refugio para exiliados en la pampa argentina, donde convivían rusos nobles que arrancaron para la revolución bolchevique, ex jerarcas nazis y exiliados latinoamericanos. «¡Y el director del recinto era un general boliviano que participó en la captura del Che Guevara!».


Volvió a su Ovalle natal cuando tenía 13 años, prácticamente sin saber leer ni escribir. Deficiencia que demostró en su primer día en el liceo de hombres de dicha ciudad. No obstante, el joven Rolando Rojo (1941) tuvo la suerte de dar con un método infalible para aprender a leer. “Tenía una vecina, la Liga Gálvez, que era la mejor alumna del liceo. Me acuerdo que iba a su casa los viernes, que no había clases en la tarde, y me enseñaba a leer. Era hermosa. Yo tenía 13 y ella 16. Leíamos sobre su cama, y cuando hacía mucho calor, ella leía desnuda. Con ella leí a Baldomero Lillo, Hijo de Ladrón, los grandes clásicos de la literatura chilena. Yo le prestaba más atención a su cuerpo, pero por osmosis me entró la lectura…”

Lo anterior es relatado en uno de los cuentos de su libro Viaje a las raíces, solo uno de los más de veinte libros que este profesor de castellano ha publicado a lo largo de su vida, siempre con editoriales independientes. Currículo que hoy lo alza como el candidato “alternativo” al Premio Nacional de Literatura 2018.

Una vida entre libros

Prácticamente toda su vida ha sido retratada en sus libros. Desde su infancia en un pueblo de provincia que califica como “garciamarqueano” en Viaje a las raíces (2006), su época de funcionario del Ministerio de Educación durante la Unidad Popular en El fragor de aquellos días (2015), su experiencia como exiliado en Argentina en La muerte de la condesa Prokofich (2002) y Hotel San Telmo (2016), y la enfermedad de su mujer en Amistad (2017), entre otros. “Solo me falta mi período como prisionero político, en el campo de Chacabuco, pero eso no me interesa retratarlo”, afirma.

-¿Por qué dices que aún no te consideras escritor?
-Hay una diferencia entre escritor y narrador. El narrador escribe cosas de la vida cotidiana. Esto se aprende en talleres, leyendo bien, pero hay distintas formas de narrar cosas, ahí tienes el Bombo Fica. Es un buen narrador, que tiene 50 mil personas escuchando lo que dice. El escritor profundiza más, en la realidad, en los seres, en la época, por eso que sus obras permanecen. No se agotan en un tiempo, lectura o generación. Aquí en Chile no hay, son muy pocos los escritores. Yo diría que Bolaño y autores poco conocidos, Juan Emar, Juan Godoy o Manuel Rojas, que tienen una narrativa que es profunda.

[cita tipo=»destaque»]»Mi nuevo libro –basado en la historia de la Universidad Arcis– parte con este ideal de un grupo de académicos exiliados, que con el retorno a la democracia ponen este proyecto universitario, que se suponía era una cosa distinta. Nuestros alumnos eran en su mayoría hijos de exiliados. Pretendíamos una educación distinta, con profesores exonerados, con un alto nivel intelectual. Buscamos una educación distinta, no atomizada. Formar un médico integral, que fuera más que médico, supiera de filosofía, arte, lo mismo con abogados, periodistas, etc. Esa historia terminó como todos sabemos”.[/cita]

-¿Cuál crees que es tu mejor libro?
-Yo diría que La muerte de la condesa Prokofich. Aunque nadie puede creer lo que ocurrió allí, sí ocurrió. Que durante mi exilio, fui a dar con este refugio para exiliados en la pampa argentina, donde convivían rusos nobles que arrancaron para la revolución bolchevique, ex jerarcas nazis y exiliados latinoamericanos. ¡Y el director del recinto era un general boliviano que participó en la captura del Che Guevara! Lo que rescato ahí, es la circunstancia histórica de haberme encontrado en un microcosmos. Era el siglo XX entero concentrado ahí. Es una historia tan extraña y tan profunda la que ocurrió. Si pudiera hacer una película de alguno de mis libros, sería ese.

-Has ganado cerca de 30 concursos literarios, entre ellos, el premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura y el Teresa Hamel de la SECH, también has sigo jurado en distintos certámenes, ¿eso no te ha ayudado a difundir tus libros?
-No, nunca he recibido una propuesta. Aquí casi todos los que han ganado el concurso del Consejo del Libro y la Lectura (categoría creación inédita) han recibido una propuesta de publicar en las editoriales grandes. Eso lo gané con un libro de cuentos, y no pasó nada. Nunca he recibido una crítica o reseña. Este libro, La Muerte… se lo mandé a un crítico de El Mercurio, y él me mandó una carta donde me dice “leí su novela y me gustó, pero lamentablemente no puedo escribir sobre ella. Yo estoy sujeto a lo que diga la empresa”, y la empresa dice que hay que hacerles reseñas, que son verdaderos panegíricos, a las grandes editoriales. Ellos son los que copan el suplemento de los domingos en El Mercurio.

-Las grandes editoriales tienen el monopolio
-Sí, lo tienen, y se nota en las librerías. Alfaguara, Planeta… siempre las mismas. A mí me ocurrió una cosa muy curiosa. Yo logré poner un libro en una librería, Otros rostros en las ventanas de San Pablo, que trata sobre los prostíbulos de San Pablo con Bulnes. Con esa novela gané el premio Alerce. Vino un amigo de México que lo quería leer. No me dieron copias para regalar, y lo fuimos a buscar en las librerías, no estaba en ninguna parte. Hasta que lo encontramos en la librería que está en Moneda llegando a Bandera. La muchacha lo buscó en el computador, y dijo “sí, hay un ejemplar”. Nos llevó a uno de los anaqueles, empezó a buscar, y me di cuenta que estaba buscando en libros religiosos. “¿No son las ventanas de San Pablo?”, preguntó la niña. Ella lo asoció a San Pablo el apóstol…

-¿Cuál dirías que es la importancia de las editoriales independientes?
-Raúl Allende me publicó varios libros y quebró. Es medio absurdo el trabajo que hacen, pero es heroico. Porque si no se perderían muchas obras, de gente de provincia, de escritores emergentes. Por eso acepté la candidatura. Me pareció una buena oportunidad de decir algo.

Auge y caída del ARCIS

Su próximo libro se titula UNCIAR: Universidad de las Ciencias y las Artes. Novela editada por Santa Inés, una editorial emergente fundada por una ex alumna de Rojo de la Arcis. Aunque se ambienta en una universidad ficticia, la portada del libro muestra la casa central de la clausurada Universidad de Arte y Ciencias Sociales, casa de estudios donde Rojo trabajó quince años como profesor de la Escuela de Periodismo.

“El libro parte con este ideal de un grupo de académicos exiliados, que con el retorno a la democracia ponen este proyecto universitario, que se suponía era una cosa distinta. Nuestros alumnos eran en su mayoría hijos de exiliados. Pretendíamos una educación distinta, con profesores exonerados, con un alto nivel intelectual. Buscamos una educación distinta, no atomizada. Formar un médico integral, que fuera más que médico, supiera de filosofía, arte, lo mismo con abogados, periodistas, etc. Esa historia terminó como todos sabemos”, adelanta Rojo.

La novela parte con la muerte de un académico peruano y ex miembro de Sendero Luminoso, Raúl Carrazana Quespi. Al igual que en La muerte de la condesa Prokofich, serán dos detectives quienes buscarán dilucidar el crimen, internándose en el camino en una casa de estudios que mutó en algo distinto a su proyecto original.

“A los 6 años de iniciado el proyecto entra un nuevo rector, Astolfo Belloni, que viene a ser una parodia de Luis Torres (fundador del plantel), con la idea de hacer una universidad para los tiempos de hoy. ‘Aquí lo que necesitamos son médicos de la mañana a la noche. Hoy el conocimiento no está para distraerse en otras cosas, avanza cada día más y hay que especializarlos’, es su filosofía. Comienzan a arrendar espacios, y a despedir a funcionarios y profesores. Les interesa solo el lucro, no el proyecto educativo».

-Volviendo a la realidad, ¿cuándo dirías que empezaron los problemas en la Arcis?
-Creo que la cosa empezó a chacrearse en el tiempo de Lucho. Allí empezaron los conflictos, las ambiciones, una huelga por el pago de las becas… después llegó Max Marambio (quien también tiene un personaje en la novela), que no estaba ligado para nada al mundo de la educación, y el Partido Comunista. Allí empecé a alejarme, no se trataba de eso, sino de dar un concepto de educación distinta. Para eso se necesitan educadores.

-Has sido militante del Partido Comunista desde joven, ¿te sientes defraudado de tu partido?
-Sí, yo hubiese metido militantes con la preparación académica para luchar contra todo esto que se le venía encima. Acuérdate del carabinero que le pegaron un bombazo: ¡quedó como la imagen del Arcis!

Rojo adelanta que, hacia el final de la novela, los detectives descubren que los asesinos de Carrazana fueron unos seguidores del escritor Mario Vargas Llosa, como una venganza político-literaria. En la ficción, Carrazana trabajó para la campaña presidencial de Alberto Fujimori y ayuda a derrotar a Vargas Llosa en segunda vuelta diseñando una campaña de desprestigio basada en los libros del Nobel peruano. La tía Julia y el escribidor y Pantaleón y las visitadoras se convierten así en ataques al catolicismo y contra las fuerzas armadas peruanas. “Tiene algo de Bolaño este libro, por la forma en que satiriza la literatura. Es un escritor que influyó mucho en mi estilo, también los primeros cuentos de Skármeta y Poli Délano”

-¿Fueron los libros de esos autores los que te motivaron a convertirte en escritor?
-Yo nunca pensé en escribir. Yo lo hice en la dictadura, ya viejo. Cuando volví a Chile, comencé a escribir cuentos y los mandaba a concursos literarios, y empecé a ganarlos. Siempre pensé que mi destino estaba en la educación, como profesor.

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