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¿Científicos al Parlamento? Presencia de investigadores en Congreso de EE.UU. desata debate en Chile CULTURA

¿Científicos al Parlamento? Presencia de investigadores en Congreso de EE.UU. desata debate en Chile

La elección de los legisladores científicos en Estados Unidos fue destacada por la propia revista Nature, que advirtió que «las controvertidas políticas científicas y climáticas de Trump» sufrirán una presión adicional. En Chile, por cierto, se está a años luz de una situación parecida. En el Parlamento solo un 2,5% de los legisladores tiene un doctorado y nunca ha habido un científico puro y duro. El economista Álvaro Díaz destaca que los mundos de las ciencias, las ingenierías y la innovación no han construido un acuerdo estratégico. «Para que haya parlamentarios y líderes políticos con formación en ciencias e ingenierías, es clave que la comunidad entienda que llegó la hora de convertir sus preocupaciones en asuntos de política pública. Y no para defender intereses corporativos, sino para asegurar el futuro de Chile».


Las recientes elecciones de medio término en Estados Unidos, donde se renovó parte del Senado y la Cámara de Representantes en su totalidad, dejó entre otras novedades la presencia de 11 legisladores con antecedentes científicos en la Cámara Baja.

Algunos de ellos renovaron su banca y otros debutan, en un contexto donde muchos miembros de la comunidad científica critican al presidente Donald Trump por negar hechos como el cambio climático.

En Chile el hecho causó un intenso debate en la comunidad científica. ¿Ha habido algún científico en el Congreso? ¿Será posible alguna vez? ¿Para qué necesita el país investigadores en la legislatura?

«Mientras más diversa sea la representación, mejor», celebra el astrónomo José Maza, Premio Nacional de Ciencias. «La ciencia es una cosa tan inseparable del siglo XXI», y aunque 11 entre más de 400 «no es para que hagan una gran revolución, alguna medida contra el desarrollo científico podrán pelear».

Negacionismo científico

En Estados Unidos, la elecciones de los investigadores se da en un país donde hay movimientos que defienden públicamente cuestiones como que la Tierra es plana o que niegan la teoría de la evolución, y que se sienten respaldados por el actual gobierno.

El «negacionismo científico» de Trump causó, entre otras cosas, que el 28 de abril, el Día de la Tierra, miles de científicos salieran a las calles en el país norteamericano para criticar a su Gobierno con carteles como  “La investigación es la cura contra los hechos alternativos”, “Los hechos importan” o “Prepárense para ver a unos cuantos científicos enfadados”.

La elección de los legisladores científicos fue destacada por la propia revista Nature, que advirtió que «las controvertidas políticas científicas y climáticas de Trump» sufrirán una presión adicional.

[cita tipo=»destaque»]»Los economistas que tomamos como referencia la experiencia de la OCDE creemos que Chile debe impulsar una política de desarrollo intensiva en conocimiento, lo que supone prioridades y programas estratégicos. Los economistas de la centroderecha arrugan la nariz, creen que esto nos lleva al pasado (Corfo 1939-1973) y sistemáticamente insisten en que el mercado es el mejor asignador de recursos y que el Estado debe ser subsidiario. Nosotros, al contrario, pensamos que el Estado debe ser emprendedor, aunque no necesariamente empresario. Esta persistente diferencia ha dificultado la capacidad de Chile en construir acuerdo de largo plazo. Ello explica por qué este Gobierno redujo inicialmente el presupuesto de innovación de Corfo en 25%, congeló el de Conicyt y retrasa la conformación del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Destaco lo positivo que fue la respuesta de la oposición: logró que se repusiera buena parte de la reducción presupuestaria», dice.[/cita]

Agregó que entre ellos hay especialistas con formación en ciencia, tecnología, ingeniería y medicina. Entre otros, figuran Elaine Luria, veterana de la Marina e ingeniera nuclear; la ingeniera Chrissy Houlahan; Lauren Underwood, ex asesora del Departamento (ministerio) de Salud; y Sean Casten, un emprendedor de energías limpias con formación en ingeniería y bioquímica. El físico Bill Foster, el único legislador con un doctorado en ciencia, se ha destacado por impulsar la elección de científicos al Congreso.

“Parte de la supervisión que veremos en la Cámara Baja (de mayoría) demócrata estará enfocada en restablecer la integridad científica y para resaltar la falta del uso de información científica a la hora generar políticas de la administración Trump”, destacó Elizabeth Gore, miembro del Environmental Defense Fund, un grupo ambientalista con sede en Nueva York.

«En Estados Unidos la elección de 11 nuevos parlamentarios probablemente ocurrió porque esta comunidad sintió que había una amenaza del Gobierno de Trump y de las iglesias evangélicas contra el progreso científico-tecnológico», coincide el economista Álvaro Díaz, ex subsecretario de Economía.

«Pero estos no son los únicos ni los primeros. Cabe destacar que en ese país también hay parlamentarios de circunscripciones electorales donde están asentadas industrias high-tech y universidades. Estos defienden estas industrias porque saben que dan empleos y generan ingresos fiscales relevantes para sus estados».

Parlamento sin científicos

Chile, por cierto, está a años luz de una situación parecida. Según una investigación periodística de 2018, en el Parlamento solo un 2,5% de los legisladores tiene un doctorado. Otra, de 2013, encontró entre las profesiones más usuales a abogados, ingenieros, profesores, médicos, cientistas políticos y administradores públicos y veterinarios. «No conozco ningún científico puro y duro, que sea físico o biólogo, que forme parte del Congreso», dice Maza, quien admite que la política y la academia «no se llevan mucho».

Actualmente, unos de los principales impulsores del desarrollo científico es el senador Guido Girardi, también médico de profesión. Destaca como artífice del Congreso del Futuro, el principal evento de científicos que se realiza todos los años en el ex Congreso Nacional, y que comienza el 15 de enero próximo. Pero científicos como tales, no hay ninguno.

«La política es totalmente analfabeta respecto al siglo XXI», lamenta Girardi. «Una manera de enfrentar esto es que la política entre en la ciencia», algo que también impulsa desde la Comisión del Futuro del Senado, que es asesorada constantemente por Premios Nacionales y académicos. Ellos proporcionan «la visión, la reflexión intelectual y científica para abordar con magnitud los desafíos» futuros y son fundamentales para debatir «las políticas públicas».

«Tener científicos de alto nivel en el Congreso sería extraordinario, pero es difícil, porque los científicos están dedicados a otra cosa, no a estar metidos en la política activa, y eso evidentemente es una limitación», señala el también médico Martin Zilic, ex ministro de Educación en el primer Gobierno de Bachelet.

Agregó que si hubiera más científicos en el Parlamento, Chile no invertiría apenas 0,38% del PIB en ciencia, el peor registro de la OCDE, liderado en el ámbito por Corea del Sur, con 4,3%.

¿Para qué necesitamos científicos en el Congreso?

Y, sin embargo, los científicos son claves para varios de los temas que enfrenta el país, como señala John Ewer, del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CINV). Entre ellos destaca el cambio climático.

«Este es un tema que se ha vuelto crítico y es de una complejidad enorme», enfatiza. «Para elaborar una política para hacerle frente a esta catástrofe, sin duda que tendrán que participar científicos, desde metereólogos e hidrólogos hasta biólogos», apunta.

Ewer señala que una opinión científica es también fundamental para saber cómo responder a terremotos y la marea roja, como manejar el ‘piojo de mar’ de las salmoneras y la contaminación en Ventanas, «cuál es la relevancia de proteger algún árbol, río, pájaro, etc.».

Tener científicos y científicas también es clave para la anticipación. Ewer pone como ejemplo una publicación de 2009, con autores chilenos, que advertía que habría un terremoto 8.0-8.5 «en un futuro cercano» por una acumulación de energía «entre Constitución y Concepción».

¿Por qué hay tan pocos científicos políticos?

A modo de conclusión, para algunos, como el propio Díaz, hay un problema ideológico que explica por qué existen tan pocos parlamentarios y líderes políticos con formación en ciencias, ingenierías e innovación.

Primero, Díaz cree que parte del problema proviene de la propia comunidad científica que tiende a suponer que la necesidad de invertir en ciencia es algo evidente por sí mismo.

«Muchos creen que la sociedad debería estar agradecida por su mera existencia, sin entender que deben continuamente mostrar cómo la inversión en ciencia, tecnología e innovación puede encontrar respuestas parciales o notables a grandes problemas como la creciente escasez de agua, la desertificación del Norte Chico, los problemas del envejecimiento y las enfermedades crónicas, así como el incremento de la productividad con más seguridad y bienestar de los trabajadores».

Agrega que muchos tampoco entienden las críticas y polémicas que realmente existen. «En efecto, casi todos los campos de la actividad científica o ingenieril están marcados por la controversia: alimentos transgénicos y salud humana, los riesgos de la energía nuclear, los impactos de la robótica en el empleo, etcétera. Para superar estos temores se requiere más transparencia, más diálogo y más acuerdos. Pero sobre todo se requiere un relato que muestre futuro para el país que sea entendible por la sociedad chilena».

En segundo lugar, este economista señala que los mundos de las ciencias, las ingenierías y la innovación no han construido un acuerdo estratégico.

«Veo demasiado fraccionamiento y poco diálogo. Algunos economistas e ingenieros están hablando de que los científicos podrían ‘capturar’ el nuevo Ministerio de Ciencias para sus intereses corporativos y seguir operando los fondos horizontales tipo Fondecyt de forma opaca y poco transparente», dice.

«Algunos científicos acusan a los economistas e ingenieros de pretender desviar la I+D hacia intereses meramente económicos y no sociales. Otros científicos no creen para nada en las prioridades, lo que me parece muy curioso porque ello desecha completamente la experiencia mundial en I+D orientada por misión cientifico-tecnológica y de innovación».

Y, en tercer lugar, alude a que economistas de derecha y de centroizquierda vienen discutiendo hace 30 años la necesidad o no de una política de desarrollo productivo basada en ciencia, tecnología e innovación.

«Los economistas que tomamos como referencia la experiencia de la OCDE creemos que Chile debe impulsar una política de desarrollo intensiva en conocimiento, lo que supone prioridades y programas estratégicos. Los economistas de la centroderecha arrugan la nariz, creen que esto nos lleva al pasado (Corfo 1939-1973) y sistemáticamente insisten en que el mercado es el mejor asignador de recursos y que el Estado debe ser subsidiario. Nosotros, al contrario, pensamos que el Estado debe ser emprendedor, aunque no necesariamente empresario. Esta persistente diferencia ha dificultado la capacidad de Chile en construir acuerdo de largo plazo. Ello explica por qué este Gobierno redujo inicialmente el presupuesto de innovación de Corfo en 25%, congeló el de Conicyt y retrasa la conformación del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Destaco lo positivo que fue la respuesta de la oposición: logró que se repusiera buena parte de la reducción presupuestaria», dice.

¿Cómo se posicionan los científicos e ingenieros en esta polémica de política pública? «La respuesta que suelo encontrar es el silencio. Y ello me apena, porque al final no participan de un debate que es relevante para las ciencias, la tecnología y la innovación».

Díaz concluye que, para que haya parlamentarios y líderes políticos con formación en ciencias e ingenierías, es clave que la comunidad entienda que llegó la hora de convertir sus preocupaciones en asuntos de política pública.

Y «no para defender intereses corporativos, sino para asegurar el futuro de Chile».

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