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Crítica a libro “Tizne” de Ismael Rivera: la poesía como bomba de racimo  CULTURA|OPINIÓN

Crítica a libro “Tizne” de Ismael Rivera: la poesía como bomba de racimo 

En Tizne, en definitiva, no hay una actitud panfletaria ni menos el uso y abuso de una literalidad burda. Al contrario, construye un imaginario ominoso pero no grotesco, implícito pero no ambiguo,


“La semilla regada en tinta es dura / ni se pudre con lo oscuro, ni cruje / ante los ojos plásticos del vacío”, extracto del libro. 

Con epígrafe de Angélica Lidell, que bien podría anticipar la propuesta estética y, más aún, ética y política de Ismael Rivera (Santiago, 1986), Tizne (Cerrojo Ediciones, 2019) se nos presenta como un poemario breve y audaz, que prescinde de la incerteza e indefinición snob y posmoderna, tomando partido, existiendo, arriesgándose.

 El libro en menos de cien páginas nos bombardea con jinetes de la lluvia, con fuego, con campos ocupados, con cicatrices, con rieles, con incendios, con escombros, con sombras, con rabia, mucha rabia. Como dice el autor: “Muere la inocencia”. Y eso equivale a leer el mundo arrastrando sus pesares, develando la transparencia, en abierta actitud de sospecha. Ismael está advertido que la vida es artera y despiadada, y las cosas no son para nada fáciles. 

 “Creyeron que las risas borrarían el fuego/ la justicia a gotas bañarían al perdón/ en la primavera creyeron del renombre” (pág. 17). 

 “¿Se puede hacer una fiesta escondiendo a los muertos bajo la alfombra?” (pág. 29). 

“Y miles de mujeres huirán del genocidio / con hijos del hambre en sus hombros / palabra peligrosamente parecida al hombre / que las persigue” (pág. 41). 

“Sin importar cuán grande sea / la bandera / jamás podrá cubrir su propio charco / de sangre” (pág. 55). 

Escritor Ismael Rivera. Crédito: Macarena Reyes

Podríamos hablar de “dictadura”, “torturados”, “desapariciones”, “mercado”, “enclaustramiento”, “destrucción” como lugares tópicos, como adscripción semántica y material, pero sería innecesario y hasta contraproducente. Ismael no necesita referirse, explicar, contextualizar, porque la fuerza de su poesía radica en un conocimiento tácito, una historia común, una complicidad histórica. El decir no necesita complementos ni sustantivos ni adjetivos, el decir deambula casi como si se tratara de aforismos, fragmentos, azares. 

“Dejó de arrancarse la barba / quizás el fin de la traición / está cerca del pliegue negro / más allá de la ansiedad” (pág. 21). 

“La bala cruzando enroncada el lóbulo izquierdo / el lado en que decidió caer la moneda: / el misterio escrito en los ojos o en el musgo” (pág. 37). 

Pero también hay preguntas, reflexiones indispensables, que reflejan una escritura corporal, animal, comprometida, porque hay que “escribir aullándola al cuerpo”, “escribir con la náusea atravesando la garganta”, “escribir hasta que el lápiz se astille”. Una poética que excede al autor-poeta-individuo, que habla “con voz ronca/ con la propia y la de los muertos”. Una poética que susurra beligerancias, una bomba de racimo que bien podría explotar en medio del papel y salpicarle al lector.  

“Arden los olivos en sus entrañas/ arden los ojos de un niño de cinco/ que pregunta a su padre, por qué / no acuchillar a un soldado” (pág. 25). 

 “(…) Matar en sueños al padre / jamás a un hermano” (pág. 43). 

“Del hueso al hueso / somos agua hirviendo” (pág. 51). 

En Tizne, en definitiva, no hay una actitud panfletaria ni menos el uso y abuso de una literalidad burda. Al contrario, construye un imaginario ominoso pero no grotesco, implícito pero no ambiguo, delicado pero no pueril, que entiende al lenguaje no como artificio semántico o embelesamiento contemplativo, sino como praxis, que se exige una y otra vez, y otra vez, que se dobla y desdobla, con aquel pesimismo creador que entiende la incompletitud y lo inenarrable de la vida. Y aunque parezca todo dicho, nunca es suficiente y falta mucho por hacer.

Ismael Rivera. Tizne. Cerrojo Ediciones, 2019. 77 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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