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Retórica viral: el arte de la guerra CULTURA|OPINIÓN

Retórica viral: el arte de la guerra

Mientras en Italia se alcanzaba la cifra más alta de fallecidos desde que comenzó esta pesadilla global. Una visión siniestra que las palabras del presidente Piñera no ayudan a sobrellevar, si de verdad se las escucha en su trasfondo retórico, hiperbólico, buscando subir la apuesta, especulando con el porvenir de la plaga y el triunfo camorrero de tus muertos y los míos, all-in.


En el día miércoles 18 de marzo del 2020, el presidente de la república, Sebastián Piñera, subió la apuesta -tal como lo han señalado algunos medios- al afirmar que Chile está mejor preparado que Italia para enfrentar la pandemia del COVID-19. Para muchos espectadores, quizás, lo más impresionante de las afirmaciones del mandatario se centró en en la fuerza de los datos, las cifras de contagiados y muertos que la patria de Nicolás Macchiavello sufre hoy.

Este avance, que puede parecer parte de operación comunicacional de La Moneda, en realidad emulaba, a su modo, la extensa conferencia de prensa realizada por el presidente Donald Trump este mismo miércoles 18 de marzo desde la Casa Blanca. En el caso de del presidente de Chile, en vez de una conferencia masiva, estas se dividieron -con mayor o menor diferencia en los temas- en varias entrevistas dadas personalmente a los principales canales de televisión. Trump, desde un podio azulado, respondió de todos y a todos, señalando a esta pandemia, sin su nombre, la sigla y el código, sino como: “el virus de China”. En el caso del presidente Piñera, la primera entrevista de la serie, realizada por el periodista Daniel Matamala de CNN, no escatimó detalles para establecer la clara ventaja que tiene Chile ante su par europeo, Italia. Las cifras parecían correr por su mente con agilidad, mientras, con impostada elocuencia buscaba asegurar a la población chilena que la situación actual anticipa y certifica que nunca alcanzaremos las cifras de Italia. Sin embargo, mientras esos datos sustentaban este giro retórico viral de la presidencia, marcado por un sesgo bio-geo-político, no podía dejar de pensar en dos analogías nada rebuscadas.

[cita tipo=»destaque»]Ayer fallecieron cerca de quinientas personas en Italia. No es un decir, es la cantidad, aproximada en unas decenas. Y en las palabras de su excelencia nunca se apreció ni el más mínimo gesto de misericordia, compasión o empatía. Ni siquiera para las cámaras. Era la apuesta, aplastar a un otro lejano, retando el porvenir de una nación que lo eligió y que le ha quitado en un porcentaje mayoritario del apoyo. Un país, con casi cuatro veces menos población que Italia, pero que luce la misma proporción de infectados, si se compara el proceso general de la epidemiología.[/cita]

La primera, la potencia y eficacia de las metáforas del cine hollywoodense, recordemos que apenas hace un par años en Avengers, la guerra infinita (2018), la mitad de la población mundial era aniquilada. Y, la segunda, la menos famosa escena en que el presidente Piñera, recién elegido en su segundo mandato, posa junto a Donald Trump en el salón oval, con una hoja de papel con el meme de la bandera chilena, como una más de las estrellas de la bandera estadounidense. Pero si eso no basta para confirmar los malos augurios que rondan el tono vencedor del Presidente ante una batalla que recién comienza -bien sabido del pésimo manejo de esta crisis que ha liderado Trump- en esta guerra, en esta otra guerra, queda demostrado que aquella del 18 octubre de 2019, no era sino una batalla menor, aunque no por esos menos importante, de la gran guerra mundial que se venía. La comparación con las grandes guerras del siglo XX la hizo precisamente en el día de ayer, 18 de marzo, la estadista alemana Ángela Merkel.

Todo ocurría a exactos cinco meses de lo que se ha llamado el “estallido social”, mientras en Italia se alcanzaba la cifra más alta de fallecidos desde que comenzó esta pesadilla global. Una visión siniestra que las palabras del presidente Piñera no ayudan a sobrellevar, si de verdad se las escucha en su trasfondo retórico, hiperbólico, buscando subir la apuesta, especulando con el porvenir de la plaga y el triunfo camorrero de tus muertos y los míos, all-in. Esas palabras que la máxima autoridad regaló a la nación por los medios masivos, al mismo tiempo, reflejaron una indolencia tajante respecto de lo que en este momento viven los países más afectados.

Ayer fallecieron cerca de quinientas personas en Italia. No es un decir, es la cantidad, aproximada en unas decenas. Y en las palabras de su excelencia nunca se apreció ni el más mínimo gesto de misericordia, compasión o empatía. Ni siquiera para las cámaras. Era la apuesta, aplastar a un otro lejano, retando el porvenir de una nación que lo eligió y que le ha quitado en un porcentaje mayoritario del apoyo. Un país, con casi cuatro veces menos población que Italia, pero que luce la misma proporción de infectados, si se compara el proceso general de la epidemiología. Las preguntas que vienen son: ¿quienes serán los testigos del triunfo que ofrece el presidente Piñera cuando la gran guerra haya terminado? ¿Cuántos chilenos habrán pagado, como simples cifras, con su vida? Esto es solo una parte de la escenificación que vimos ayer en la televisión. La otra está en la apuesta bio-geo-política, como decía, la asignación del contagio, tal como Trump lo hace con China, en el caso de Piñera, con Italia. No lo dijo así, pero la retórica fue esa. Sobre Italia cae la comparación y, por cierto, el imaginado triunfo chileno. Triste quien tenga un vínculo con la tierra de Dante y los antepasados italianos que llegaron a América buscando una vida mejor, muchos, la mayoría, huyendo de hambrunas, guerras, pobreza -pero que ayudaron con sus vidas a formar Chile.

No escuchar ni una sola palabra de compasión cuando la autoridad se refiere a los fallecidos, los más de dos mil muertos que, al 18 de marzo, Italia llora. Eso es lo más elocuente del discurso presidencial de ayer. Dudo que algún día, ante ningún dolor que pueda haber vivido Chile en su historia -natural, política y, hoy, bacteriológica- se haya proyectado, desde una autoridad nacional, la sombra de banalidad sobre las cifras de seres humanos muertos. Grave, es muy grave lo que nos espera para esta pandemia en nuestro país. No por el desafío de salud pública que nos impone, sino por el ejemplo de radical indolencia, impasible pragmatismo y oportunismo voraz. Debiera avergonzarnos, dolernos, cuando estemos muertos será tarde.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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