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Monalisa, el escritor chileno de los márgenes y el coronavirus en Nueva York: «Todo el mundo sabe de alguien que se murió» CULTURA

Monalisa, el escritor chileno de los márgenes y el coronavirus en Nueva York: «Todo el mundo sabe de alguien que se murió»

Para el autor de «Las biuty queens» (Alfaguara), un libro de cuentos que retrata el universo migrante y travesti local, elogiado por el mismísimo Pedro Almodóvar, hay una agravante en la pandemia: muchas personas han desaparecido sin dejar rastro, en especial los indocumentados, donde hay muchos latinoamericanos, que muchas veces ni siquiera están registrados oficialmente y son conocidos por nombres ficticios.


El escritor chileno Iván Ojeda, conocido como «Monalisa» y residente hace más de veinte años en Nueva York, nunca ha visto nada igual. Como en el resto del mundo, en la ciudad que nunca duerme rige el confinamiento, con las calles vacías y la mayoría de las tiendas cerradas, en medio de la pandemia del coronavirus.

Para el autor de «Las biuty queens» (Alfaguara), un libro de cuentos que retrata el universo migrante y travesti local, elogiado por el mismísimo Pedro Almodóvar, hay una agravante: muchas personas han desaparecido sin dejar rastro, en especial los indocumentados, donde hay muchos latinoamericanos, que muchas veces ni siquiera están registrados oficialmente y son conocidos por nombres ficticios.

Algo inquietante en momentos en que muchas personas son enterradas en fosas comunes en Hart Island, en una ciudad de ocho millones de habitantes que registra 250 mil infectados y 15 mil muertos.

«Yo siempre voy a una panadería, y siempre había un señor que se ponía afuera a vender Snickers, un señor cubano de unos 70 años. Y pasé ayer y había un amigo de él y le pregunto, ‘oye, ¿qué es de Cuba?, debe estar guardado’. ‘No’, me dice, ‘se murió hace cinco días, y el amigo que siempre andaba con él, también’. Uno siempre sabe de alguien que se murió», cuenta.

«Estoy histérico»

«Me estoy volviendo loco, estoy histérico», dice Ojeda en relación con el confinamiento, que ya lleva un mes. Él alquila una habitación en una vivienda de personas mayores en el barrio de Washington Heights, que no tienen mayor contacto con él por temor al contagio.

«Yo soy súper callejero. La calle es un alimento para escribir», comenta. «Ahora salgo un rato nomás, aprovecho de comprar lo necesario», dice.

Él tenía su rutina de trabajo en los almacenes H&M, con diversos turnos.

«No estoy para estar encerrado. Nunca habría sido monja de claustro», dice.

Por mientras, se dedica a escuchar muchas noticias y habla por teléfono con sus amigos. Una de las personas que vio en los últimos días fue Nicole Costa, autora del documental El viaje de Monalisa.

«Fue a lo lejos. Nos juntamos en el techo de su edificio. Muy loco, ¿no?».

En la zona roja

Su barrio es una zona «roja» en relación con los contagios, junto a Queens y el Bronx.

«Se ve gente en la calle, pero no tanta como antes. Este es un barrio de dominicanos. El fin de semana todo el mundo estaba afuera, ahora no hay nada».

Agrega que aunque ha bajado la criminalidad, sigue siendo peligroso, sobre todo de noche, ya que el coronavirus también ha afectado a los miembros de la policía.

«Se ven menos uniformados en la calle», precisa.

Escritor de calle

Entre los artistas, los más perjudicados han sido aquellos que trabajan en grupos, como los actores y los bailarines, porque ni siquiera es posible ensayar.

Y aunque la labor de pintores y escritores es más solitaria, en su caso no puede estar bajo techo para escribir.

«Me ha costado, no me concentro mucho. Yo no tengo horario para escribir, cuando se me ocurre lo hago. Puede ser en el metro. A veces me planifico para escribir entre la estación tanto y la estación tanto. O me voy a una plaza y me siento en un banco, o en una biblioteca. Escribo a mano y luego lo paso a un computador. Por ejemplo, para escribir Biuty queens me pasé como por cuatro bibliotecas», dice.

«Yo necesito la calle, necesito la ciudad. Por ejemplo, cuando necesito concentrarme, no hago mantras ni nada, salgo a caminar, para relajarme», dice.

Muertos «ilegales»

En el escenario de la pandemia, obviamente uno de los sectores más golpeados ha sido el de los residentes sin documentación legal, al cual el propio Ojeda perteneció muchos años y que conoce bien, como sucede con aquellas personas que ejercen el comercio sexual.

Hoy su estatus legal le permite declarar impuestos y recibir una devolución tributaria, pero para otros no es así.

«Esos son muchos de los que se han muerto. Una persona que es indocumentada no recibe nada de ese dinero, entonces no les queda más que salir a trabajar», señala. Una excepción ha sido el estado de California, que sí ha ayudado a personas en esa situación. «Eso debieran hacerlo todos los estados».

Un ejemplo cercano fue Lorena Borja, una líder comunitaria transexual de Queens que falleció por el virus, y que Ojeda conocía. La última vez que la vio fue para el estreno de El viaje de Monalisa en el festival de documentales de Nueva York en marzo.

«Luego me mandaron una foto de ella en una cama. Yo dije, bueno, la loca va a salir de esta como ha salido de otras peores. Y de repente, un fin de semana, me cuentan que se había muerto».

«Muchas chicas en la Roosevelt, que hacen trabajo sexual, han de-sa-pa-re-ci-do. ¿Qué quiere decir? Que se enfermaron, que llegaron al hospital, que cayeron solas. Generalmente no tienen familia, sus amigos son la familia, y hasta los amigos solo las conocen por un alias. Muchos, especialmente los centroamericanos, incluso llegan sin papeles de sus países. Creo que de estas se han muerto muchas».

«Imagínate, la muerte con el coronavirus es súper fea, porque es bien solitaria. A los familiares les pasan los cuerpos, entonces qué les va a quedar a esas pobres chicas que no tenían ni familia», remata, en un contexto donde hay filas y filas de camiones frigoríficos afuera de los hospitales para retirar cadáveres.

Aún así, Ojeda tiene una que otra amiga que sigue trabajando.

«No les gusta, pero obviamente tienen que hacerlo, porque tienen que pagar la renta y todo eso».

Críticas a Trump

En cuanto a la acción del gobierno, Monalisa hace una diferencia entre las medidas del gobierno federal de Donald Trump y el local del gobernador Andrew Cuomo.

«Trump reaccionó tarde, se lo dijo hasta el jefe de los científicos que está a cargo de esto, un poco como el presidente de Brasil».

Cuomo, en cambio, da una conferencia diaria para informar de la situación. «Creo que han subido sus votos, es súper práctico, ha hecho las cosas súper bien. De hecho, se organizó con otros gobernadores de la Coste Este para hacer las cosas aparte de Trump, que ha hecho cosas infantiles, como quitar la ayuda a la OMS. Es un asco», sostiene.

Cambios

Finalmente, Ojeda cree que muchas cosas tendrán que cambiar con la pandemia.

«Los latinos somos mucho de abrazarnos, de besarnos y todo. Creo que vamos a terminar como los japoneses, haciéndonos reverencia», aventura. Otra cosa es la previsión, como el ahorrar.

«También va a servir a los gobiernos para estar más precavidos, porque si colapsó un país tan rico como Italia o España, con una salud pública espectacular, y para qué decir acá, poco le queda al resto».

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