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La sensible queja de los artistas en pandemia al declarar muerto al «Ministerio de las Culturas» y a su ministra… perdón, ¿cuál ministra? CULTURA

La sensible queja de los artistas en pandemia al declarar muerto al «Ministerio de las Culturas» y a su ministra… perdón, ¿cuál ministra?

La precarización de los trabajadores de la cultura era una realidad muy dura antes de la pandemia. La creación de la nueva institucionalidad cultural –el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio– vino a significar para muchos un sueño cumplido, un gran paso para evidenciar la realidad del sector y sacar de la invisibilidad a miles de trabajadores, que cada día aportan al progreso del país incluso subvencionando con sus propios recursos al Estado. Pero lejos de sacar de la invisibilidad a los artistas, el propio ministerio –acusan trabajadores culturales– ha desaparecido, se ha invisibilizado literalmente con el paso de la pandemia, su influencia, insisten, se ha extinguido, llegando a niveles más bajos que las del antiguo Consejo, y su ministra, Consuelo Valdés, completamente ausente. «Los líderes institucionales del mundo de la cultura, hablo del ministerio, no están a la altura», sostiene Nona Fernández. «Es un ministerio que simplemente se dedica a administrar fondos, y para eso no se necesita un ministerio», critica Arturo Duclós. «Nunca antes había habido un ministro o ministra cuya principal función asignada por el Gobierno haya sido la de no ser. ¡Y vaya que ha cumplido bien su papel! Si me pusieran una foto, no sabría decirte quién es», reconoce un precarizado trabajador de la cultura.


Malestar, frustración, decepción, desesperación y también pena recorre el mundo de la cultura. Aunque algunos se muestren más silentes que otros, y esos otros prefieren gritar a ver si lo escucha la autoridad, lo cierto es que los artistas y el mundo de la cultura en general manifiestan sentirse como si estuviesen en duelo permanente. Para muchos de los trabajadores del arte, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio está muerto.

Si bien no hay consenso en si se murió o nació muerto, la verdad que muy poco o casi nada queda de las expectativas que generó la nueva institucionalidad cultural. «El Ministerio de las Culturas ha ignorado durante toda la pandemia a los artistas. Y no es que le pidamos plata, pero por lo menos algo de empatía, pero nada, el Ministerio de las Culturas es un mausoleo que pronto nadie irá a visitar. Y la ministra, cuál ministra, ni sé ni cómo se llama, pero lo que sí sé es que ella da lo mismo, no existe. Nunca antes había habido un ministro o ministra, cuya principal función asignada por el Gobierno haya sido la de no ser, o ser invisible. ¡Y vaya que ha cumplido bien su papel! Si me pusieran una foto, no sabría decirte quién es».

La vehemencia de estas palabras y la dura crítica contra Consuelo Valdés corresponde a Mauricio Urquiza, actor, guionista y poeta, que forma parte de la lista interminable de trabajadores del arte que no salen en los medios, un «perfecto anónimo» y para el que la institucional cultural es estructura vacía.

El abandono del que Urquiza se siente parte no es personal, por el contrario, los recortes presupuestarios y la subejecución de fondos (un tercio del plan de ayuda de $15.000 millones) parecen ser un asunto institucional, a lo que se suma el escaso peso político del ministerio dentro del Gobierno del Presidente Sebastián Piñera, un Mandatario que no fue capaz de mencionar la palabra «cultura» una sola vez en su Cuenta Pública de 90 minutos del pasado 31 de julio.

Que el Gobierno haya ignorado a los trabajadores culturales, para algunos artistas se debe a una especie de «venganza» por el apoyo del mundo de la cultura al movimiento social que surgió a partir del estallido del 18 de octubre. Un gremio que, al comenzar la pandemia, en el caso de los teatros y museos, motu proprio cerró antes que los malls para cuidar a su público, pero también será el último en reabrir, y que usualmente en septiembre tenía mayores oportunidades laborales, como es el caso de los músicos y las Fiestas Patrias.

Pero el abandono no solo es económico, sino también moral: le reprochan a Consuelo Valdés que nunca se haya pronunciado sobre la violaciones a los Derechos Humanos que han sufrido diversos artistas, como la actriz María Paz Grandjean, baleada en su rostro por Carabineros frente al GAM el primer día del estallido, o el músico Alejandro Muñoz, de la banda Anarkía Tropical, que perdió un ojo por el impacto de una bomba lacrimógena, y muchos otros y otras que también han sufrido mutilaciones oculares, arrestos arbitrarios, entre otros excesos.

El quiebre de agosto

Fuera de los trabajadores de la cultura, para los cuales no existen ni sueldos fijos y muchas veces tampoco imposiciones, la situación de los gremios en su relación con el Ministerio de las Culturas, no es para nada mucho mejor.

Una de las razones del quiebre de la mesa de diálogo entre los gremios y la secretaría de Estado en agosto, fue precisamente porque la ministra Valdés no asistió a ninguna de las reuniones a las que estaba convocada, lo que fue interpretado como una desafección de su parte. Además, la ministra apenas ha intervenido en algunos casos que han causado conmoción nacional, como la millonaria multa del Minsal a la librería Bros por distribuir libros en medio del confinamiento, aunque en ese caso no se trató de brindar una ayuda directa, sino de mediar para levantar una sanción, lo que efectivamente se logró y prueba que la acción política sí puede dar frutos.

La situación de numerosos creadores y sus familias es dramática, en medio de una crisis que trunca proyectos de vida y cierra espacios culturales. Según la última Encuesta Nacional de Empleo elaborada por el INE, el trabajo en el sector se desplomó un 48,9% en el segundo trimestre de 2020, tres veces mayor que el promedio nacional en ese periodo. Según el Centro de Encuestas UC –con datos hasta mayo– sus trabajadores sufren la mayor tasa de cesantía en el país, con un 44,5%.

«Desde luego hay grupos de mayor trayectoria que han conseguido sobrevivir a esta situación, mediante su creatividad, acudiendo a plataformas virtuales para seguir trabajando. Pero, en general, en una gran proporción, las condiciones de vida han sido desastrosas y eso los homologa a la tragedia laboral que afecta a millones de chilenos», señala la escritora Diamela Eltit, Premio Nacional de Literatura 2018.

Muchos han tenido que vender sus instrumentos, dejar sus casas y mudarse de regreso a la casa de familiares en otros lugares del país, sobreviven a punta de la venta de pan, queques u otros emprendimientos personales, ayudados por ollas comunes, fondos solidarios y rifas, o derechamente pasan hambre, pese a que muchas veces poseen una enorme preparación intelectual y académica.

A seis meses del inicio de la crisis, en el gremio hay cansancio y la credibilidad del ministerio es nula. «El mundo de la cultura está agonizando», advierte la actriz y autora Nona Fernández.

Mientras eso ocurre, los trabajadores de la cultura se lamentan que lo único que se les ha ofrecido son convocatorias a concursos, obligando a muchos a competir por fondos escasos, en un sector donde la informalidad es la regla. La secretaría de Estado incluso ha suspendido algunos de los escasos programas que brindaban cierta estabilidad a centenares de trabajadores de la cultura en todo Chile en la enseñanza escolar, como ocurrió con la iniciativa Acciona.

«Un Fondo concursable de emergencia, que demora cuatro meses en ser entregado, no tiene nada de emergencia, y al final les llega a unos pocos, que además son los que saben y tienen las posibilidades de postular. Hay que encontrar nuevas formas de aportar a todos de manera más equitativa. El apoyo del Estado no puede estar solo basado en fondos concursables, necesita tener una mirada estructural potente con proyecciones concretas para los próximos años, y definición de áreas estratégicas de desarrollo», señala el decano de Artes de la UC, Alexei Vergara.

Sin embargo, en el último Consejo de la Cultura, el pasado 13 de agosto, de tres horas de duración, ninguno de los consejeros de la sociedad civil fue capaz de plantear abiertamente la gravedad de la situación a la ministra presente, de criticarla o plantear exigencias.

Al mismo tiempo, paradójicamente, en medio del confinamiento el consumo de cultura a través de películas, libros o canciones se ha disparado, como demuestran las cifras de la Biblioteca Pública Digital, que ha duplicado sus préstamos, o la audiencia del sitio de películas Ondamedia, que creció un 1.000%. La cultura no está muerta: surgen por doquier recitales, obras de teatro, conversatorios y lanzamientos de libros vía streaming.

Un ministerio débil

Aún así, junto a Fernández y Vergara otros se animan a levantar la voz, ya sea desde el mundo de las artes visuales, como Arturo Duclós, o de la música, como el veterano Roberto Márquez, de Illapu.

«El mundo de la cultura y las artes venía ya de una situación de bastante precariedad laboral, con la gran mayoría de los artistas sin contratos fijos o previsión, y este es un golpe muy fuerte para un sector que se nutre de la presencialidad», comenta el decano. «La mayoría de los trabajadores de las artes y la cultura están cesantes, pasando por situaciones de precariedad económica como no se había visto en el país, por lo que lamento la falta de respuestas contundentes del Estado para el sector», sostuvo Vergara.

«Nos sentimos abandonados», reclama Duclós. «El rol del Ministerio ha sido demasiado feble, ha sido un ministerio de fachada, sin ninguna injerencia en el mundo de la cultura. Prácticamente se ha sentado a escuchar sin hacer nada en las reuniones», que eran «absolutamente estériles».

De esto último también se quejó la Coordinadora Intersectorial de Cultura en Emergencia (Cice), que agrupó a los gremios en sus conversaciones con el ministerio, junto con acusar que finalmente dichas instancias eran más informativas que otra cosa.

«Desde el comienzo de la crisis, el ministerio se manifestó con mucha timidez, que a lo largo del tiempo se fue transformando en desidia y falta de voluntad política para ayudar a un sector históricamente muy precarizado», coincide Fernández, integrante de Autoras Chilenas (Auch!) y la Red de Actrices Chilenas. «Solo se han replanteado recursos que ya existían».

«Soy testigo que desde el día uno de las conversaciones los artistas planteamos propuestas claras de cómo se podían constituir ayudas, levantaron un catastro de las personas necesitadas». Fue en vano.

Nona Fernández dice que el ministerio se limitaba a informar lo que iba a hacer, pero incluso en algunos casos «esa información a veces resultaba ser bastante falsa». Da como ejemplo una promesa sobre incluir el libro entre los artículos de primera necesidad, junto a los alimentos y fármacos, que al final no se materializó.

La actriz y escritora además señala que ha comentado personalmente a la ministra las violaciones a los Derechos Humanos que han sufrido miembros del gremio, pero «jamás hemos tenido un respaldo público al respecto. Eso también es tremendamente decidor y también es un abandono».

Un ministerio sin peso

Eltit estima que, para este Gobierno, la cultura no alcanza a configurar un bien nacional y por eso las políticas culturales son tan débiles y no consiguen incidir en los imaginarios sociales.

«El Ministerio carece de capacidad de diálogo con sus pares gobernantes, particularmente con el Ministerio de Hacienda, por el lugar restringido que le asigna el campo político. Pienso que es un Ministerio devaluado por sus propias autoridades de Gobierno. Eso, desde luego, afecta una asistencia multifocal y rápida para el medio. Me refiero a una asistencia que sostenga», reflexiona.

En tanto, músicos como Márquez reclaman que, sin importar el signo de Gobierno, históricamente primero el Consejo y luego el ministerio tuvieron una distancia con el mundo popular.

«El ministerio debería tener un trabajo fuerte, sobre todo con los artistas emergentes, pero no lo ha tenido nunca. El Ministerio de las Culturas siempre ha sido una cuestión muy elitista en Chile. Se vincula con productoras grandes, con proyectos que están lejos de la cultura popular», dice, algo que no varió al pasar de Consejo a ministerio. «Es precario y tiene poca cercanía», incluso más allá del signo de los políticos, que «solo se acuerdan de la cultura para las elecciones».

Él pone como ejemplo el Estadio Víctor Jara, que para Márquez debiera ser una especie de GAM pero vinculado a la zona suroccidental de Santiago. «Debería ser una gran centro cultural popular», pero apenas es usado como refugio para personas sin hogar en el invierno.

Novatos e invisibles

Duclós admite que el ministerio es de reciente formación –empezó a funcionar con el inicio del segundo mandato de Piñera, en reemplazo del Consejo de la Cultura–, pero también acusa a Valdés de tener un rol de invisibilidad, con escasas apariciones en el Parlamento o los medios.

Esto, a su juicio, contrasta con el rol político, de participación e injerencia que sí tienen otros ministros del Gobierno.

«No vemos un ministerio que sea capaz de confrontar, digamos, con un Ministerio de Economía. Sigue siendo una especie de trinchera de operadores políticos», lo que deja patente el «desinterés del Gobierno por la cultura». Para Duclós este ministerio simplemente se dedica a administrar fondos, «y para eso no se necesita un ministerio». A esto se suma la falta de políticas públicas «para tener una bandera a largo plazo».

«El ministerio se ha escudado en que ellos no pueden hacer más y con que tienen un marco legal que no les permite realizar una ayuda más pertinente, pero es un argumento falaz», añade Fernández, según la cual es entonces cuando debe salir a relucir una voluntad política, que en la realidad no existe.

Para el decano es fundamental que el Gobierno genere una Ley de Emergencia para el sector, donde la ayuda sea más directa y concreta. Esto, a su juicio, debería incluir un catastro de todos los trabajadores y trabajadoras del sector, como se ha visto en países como Alemania, Canadá y Francia, por nombrar algunos, que han logrado llegar con ayudas a todos los gremios que componen las Artes y la Cultura.

Asimismo, el Estado debería ser una bisagra que colabore con la relación entre el mundo privado y el cultural, proporcionando mejores medidas para el mecenazgo y que así pueda llegar la ayuda a todo el sector y no solo a proyectos que visibilicen marcas específicas, dice.

Distancia total

Para Fernández, al ministerio le ocurre algo similar a lo que sufre el propio Presidente: «El Gobierno tiene una distancia real con la ciudadanía y desconoce lo que ocurre en ella, lo que es la realidad del día a día de la gente. En el ministerio pasa lo mismo: tienen nociones generales del funcionamiento de los artistas, pero desconocen el nivel de precariedad. Están comprendiéndolo ahora, pero no saben cómo resolverlo y no tienen voluntad política. Se requiere hinchar las pelotas al Gobierno, pedir más presupuesto a Hacienda».

«Los líderes institucionales del mundo de la cultura, hablo del Ministerio, no están a la altura. El diálogo se cortó, nos queda trabajar solos», lamenta Fernández.

Para Vergara, el problema del reconocimiento de las artes no es solo un problema del Ministerio, es de todos los agentes del Estado, es un problema de política pública que debe asumir el Estado en su conjunto y no solo un ministerio o un consejo. Las artes y la cultura requieren de reconocimiento tanto en su particularidad de producción y gestión, como en sus financiamientos y, para ello, se requiere un esfuerzo sistemático en el que participen el Congreso, Hacienda, Economía, Trabajo, Desarrollo Social, etc., afirma.

Programa Acciona

Un ejemplo de la situación es el Programa Acciona, una iniciativa de la secretaría de Estado para la enseñanza de la cultura en colegios de todo Chile.

El programa nació formalmente en 2007 con el nombre de “Okupa” y en 2011 obtuvo su denominación actual, funcionando durante cuatro gobiernos.

Su objetivo ha sido la entrega de educación artística de calidad a los colegios municipalizados de todo el país con el objetivo de desarrollar la creatividad en los(as) estudiantes, fortalecer su formación cultural y artística, y el desarrollo de capacidades socioafectivas.

Según el propio ministerio, es una iniciativa que fomenta los procesos formativos en educación artística en establecimientos educacionales de todas las regiones de Chile. Está orientado a niños, niñas y jóvenes de educación básica y media de colegios municipales y particulares subvencionados con jornada escolar completa y con índices de vulnerabilidad escolar igual o superior al 80%.

«A lo largo de los años, el ecosistema cultural de las regiones se ha visto fortalecido con nuevas generaciones de cultores en diversas disciplinas que aportan su talento y su formación al desarrollo de las artes, las culturas y el patrimonio», destacan desde la Asociación de Funcionarios del Ministerio (Anfucultura).

Suspensión

En agosto, el Ministerio decidió suspender en el segundo semestre del año el programa Acciona en la Región Metropolitana, de Valparaíso y otras del país, con excepción de Antofagasta, Atacama, Coquimbo, Biobío, Los Ríos, Los Lagos, Aysén y Magallanes.

En las regiones afectadas, «el programa se suspenderá por este 2020, dado que no lograron completar antes del 31 de julio las gestiones administrativas necesarias, principalmente por condiciones coyunturales y específicas derivadas del contexto actual de cada región», precisó una fuente del ministerio.

Ya el 3 de agosto, mediante un memorando, el subsecretario Juan Carlos Silva había informado que el programa se suspendía porque no había un retorno a clases definido, y que como el ministerio no tenía la capacidad de implementarlo debidamente, se decidió el cese del programa y el reintegro de los recursos. Sin embargo, estos argumentos fueron rechazados por el sindicato de dicha cartera ministerial.

«El argumento dado por la autoridad cultural en relación a que las actividades presenciales sin claridad de retorno a la normalidad en las regiones suspendidas y los evidentes problemas en la ejecución presupuestaria en las mismas, no explica el que el programa siga funcionando en otras regiones con los mismos problemas de ejecución y poca claridad respecto el retorno a la normalidad», respondió Anfucultura en un comunicado.

«Y si a eso le sumamos que el programa de talleres artísticos del Mineduc se encuentra en pleno desarrollo sin que para ello sea impedimento el cierre de establecimientos, las razones de la autoridad cultural terminan perdiendo todo sentido».

El formato da trabajo a centenares de artistas que enseñan su arte a niños y jóvenes, por lo cual la suspensión fue duramente criticada en el gremio, donde ha significado dejar sin ingresos a actores, músicos y las propias productoras que gestionan las actividades.

El subsecretario Juan Carlos Silva incluso debió concurrir a hablar de la situación a la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados para explicar la decisión.

Los trabajadores

Un ejemplo es el trabajo desarrollado por Fabián Navarrete, actor y cultor de rap educativo, quien entró a Acciona en Valparaíso en año 2015.

«He trabajado con alrededor de 200 estudiantes aproximadamente, en la disciplina artística urbana del rap como una herramienta de aprendizaje, donde los estudiantes crearon canciones de rap con los saberes de asignaturas, creando discos donde se mezclan por ejemplo el rap con las tablas de matemáticas o el rap con historia de Chile, lo que ha generado un aprendizaje significativo y empoderamiento de los saberes», comenta.

Otra artista es Gabriela Olivares, que es parte del programa desde el año 2011, utilizando la fotografía y otras técnicas como recurso pedagógico, las que pone a disposición al profesor o profesora y los contenidos de su respectiva asignatura.

«En estos nueve años he trabajado en distintos establecimientos de la Región de Valparaíso, acompañando los procesos educativos, creativos y formativos de más de 400 niños, niñas y jóvenes. Ha sido un experiencia intensa y llena de aprendizajes individuales y colectivos, ya que trabajamos en establecimientos con altos índices de vulnerabilidad, donde invitar a tomarse el tiempo de observar y reinterpretar la realidad y los conocimientos adquiere otro valor», subraya.

Tomaduras de pelo

El actor Khaled Darwich Moreno lleva una década en el programa. Ha trabajado en múltiples colegios de muchas comunas de Santiago, principalmente en Renca y en Santiago, en colegios emblemáticos como el INBA, Carmela Carvajal e Instituto Nacional. Calcula que ha tenido unos 800 alumnos.

Ha intervenido colegios y comunidades educativas con una metodología de pedagogía teatral personal, que ha tenido varios reconocimientos, principalmente por tomar a un curso completo de un colegio designado por el ministerio, donde interviene con un proyecto de ‘Búsqueda de Identidad a través del teatro’, realizando dramaturgias propias, en que termina con una obra a fin de año, donde los protagonistas son los 40 estudiantes mencionados.

«Ha sido muy gratificante para mí aprender de todos los procesos y ver cómo a los estudiantes con esta experiencia les motiva ir a clases, dejar sus celulares por un rato e involucrarse en un proceso artístico-pedagógico colectivo, que tiene por finalidad mostrarle a la comunidad educativa quiénes somos realmente», expresa.

Y aunque hace años ha pedido que al menos los contraten por todo el año, siempre ha sido en vano.

«Yo he tenido la oportunidad de irme a otros trabajos, pero me he mantenido por el mismo proyecto e impacto y aporte que realiza», afirma.

A la precariedad se sumó un año difícil, como el 2020.

Las autoridades «han ignorado todo el aporte y trabajo, no responden nuestros emails, nuestros catastros. Nos han ignorado completamente, como si estuviéramos pidiendo limosna. Lo que realmente pedimos es respeto, porque antes que trabajadores de la cultura somos trabajadores y trabajadoras. Y ellos tenían un compromiso con nosotros y nosotros con nuestro trabajo. Y detrás de eso hay familias, hijos y responsabilidades económicas que no pueden esperar», dice.

«Todo el año estuvimos intentando que nos dieran respuestas, nos organizamos y la luchamos. Hasta que nos dijeron que el Programa va igual, de otra manera, pero va. Que se hizo un recorte de 1.600 millones a nivel nacional a 1.000 millones, que se recortarían materiales y otras cosas, pero que los sueldos no se tocarían. Y resulta que ahora, ordinariamente, se filtra un memo del subsecretario que dice que el programa no va. Como si decidieran algo sencillo, como echarle o no ketchup a un sándwich.Una ordinariez y una falta de respeto con nosotros y con el país».

Agrega que también dejaron a miles de niños sin posibles cápsulas artísticas, que hoy en día hubieran sido actividades contenedoras a nivel emocional y familiar.

«No olvidar que este programa es para estudiantes vulnerables, y si en algún momento tenían o les llegaba algo de arte, ahora han demostrado las autoridades que no les importa. Que no entienden, que no saben el daño que les están haciendo a todas esas familias sin recursos, que iban a tener de otra manera la posibilidad de que sus hijos estuvieran distrayéndose por unos minutos a la semana con algo llamado arte, dejando de lado el hambre y los problemas económicos que han golpeado a sus padres, producto de esta pandemia».

El ministerio lamentó la situación.

«Comprendemos la situación de los artistas asociados al Programa Acciona en las regiones donde se suspenderá su ejecución, pero es necesario reiterar que esta es una iniciativa que tiene como público objetivo a niños, niñas y jóvenes de establecimientos educacionales de mayor vulnerabilidad, muchos de los cuales se encuentran en una situación de difícil accesibilidad digital desde sus hogares», señaló una fuente consultada al respecto por este medio.

«Sin perjuicio de lo anterior, hay otras medidas del Ministerio de las Culturas que pueden tener como beneficiarios a los artistas educadores y/o mediadores en regiones, ya sea el Programa Fortalecimiento a la Identidad Cultural Regional o Red Cultura, que sí se están ejecutando», agregó.

«Confiamos que a futuro las condiciones sanitarias permitan ejecutar la iniciativa normalmente. Para las niñas, niños y jóvenes, el Ministerio también tiene programas para asegurar su acercamiento a las artes, incuso fuera del aula. El compromiso es seguir beneficiando y entregando acceso a procesos formativos en educación artística a los estudiantes de todo Chile».

Sin embargo, para Eltit el diagnóstico es claro: el ministerio no consiguió establecer una política real ante la crisis.

«Hay ayudas pero muy reducidas, en parte por las trabas burocráticas, en parte por la indiferencia de las más altas esferas del poder. Siempre pensaré que es más beneficioso un ministerio que un Consejo, pero claro, siempre que tenga la capacidad de dialogar para generar un compromiso. Un Ministerio de las Culturas, debería centrarse de manera integral, creativa y audaz en la preservación de la tradición y la gran inclusión de las nuevas experiencias culturales. Pero, para conseguirlo se necesita flexibilidad. Es preciso que los fondos concursables no sean una mera burocracia como sucede hoy, que hubiese propuestas que no se fundaran únicamente en la competencia de unos contra otros y velar por que hubiese criterios paritarios en todas las convocatorias entre hombres y mujeres. En fin, eso y mucho más».

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