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Parada militar y patrimonio cultural CULTURA|OPINIÓN

Parada militar y patrimonio cultural

Enrique Fernández Darraz
Por : Enrique Fernández Darraz Doctor en Sociología, académico.
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Sería, entonces, importante conocer los fundamentos de la nominación que el Ministro Desbordes propone. Sobre todo, previendo el posible paso siguiente: solicitar que se le declare Patrimonio Cultural de la Humanidad.


Hace unos días, el Ministro de Defensa, Mario Desbordes, señaló que realizaría gestiones para declarar la parada militar como patrimonio cultural inmaterial de Chile.

Curiosa propuesta. Militarismo y cultura no han sido precisamente dos fraternos amigos que hayan caminado de la mano. La quema de libros y la censura generalizada de expresiones artísticas y culturales, o el saqueo cultural, no fueron actos privativos de la Inquisición. Se practicaron en la Alemania nazi. Pero también en el Chile de la dictadura. Y con gran entusiasmo. En Internet abundan fotografías de militares chilenos deshojando y quemando libros. Algo menos conocido, pero no menos bochornoso, fue el robo de bibliotecas y archivos por parte del ejército chileno durante la ocupación de Lima en 1881.

[cita tipo=»destaque»]Es verdad que las paradas militares en América Latina vienen de la época de la Independencia. Como también lo es que este tipo de demostraciones alcanzaron su apogeo durante la Guerra Fría, cuando los países hacían gala de su capacidad militar para disuadir a los enemigos de posibles tentaciones bélicas. Y aunque surtieron efecto, no le asignaron el estatus de expresión cultural.[/cita]

Ante la propuesta del Ministro y ex Subteniente de Carabineros, surgen varias preguntas. Sin embargo, dos resultan muy inquietantes: ¿qué concepto de cultura tiene una sociedad en la que la ostentación pública de capacidad bélica puede ser considerada tal? o, peor aún, ¿en qué clase de sociedad es ello posible?

De acuerdo a la UNESCO, el patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, “sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional”. Para que alguna de esas expresiones pueda alcanzar el estatus de patrimonio cultural debe, además, ser tradicional, contemporánea y viviente al mismo tiempo; integradora; representativa; y basada en la comunidad.

De ese modo, por ejemplo, España incluye entre ellas al Camino de Santiago (la histórica peregrinación a Santiago de Compostela), al Carnaval de Cádiz o a la Bienal de Flamenco de Sevilla.

Por supuesto, no es necesario cruzar el Atlántico para encontrar expresiones culturales extraordinarias. En México están las fiestas indígenas dedicadas a los muertos, la ceremonia ritual de los voladores, la cocina tradicional mexicana, la maroma o circo campesino y el Mariachi. Nuestros vecinos peruanos cuentan entre su patrimonio cultural inmaterial a la Marinera, el caballo peruano de paso, el cajón peruano, el charango, las fiestas del Carnaval de Ayacucho, la Danza de las Tijeras, la cocina peruana y la festividad del Señor del Mar. Bolivia incluye, entre otras, el Carnaval de Oruro, la Fiesta del Gran Poder y la cosmovisión andina de los Kallawayas. Argentina también tiene lo propio con el Tango, la técnica pictórica bonaerense conocida como el filete porteño, la confección de trajes tradicionales para ceremonias de candomblé, el chamamé, las celebraciones de las capillas domésticas, el mate, la fiesta de San Juan, la Payada en la Pampa y el We tripantu.

En el caso de Chile, la lista es extensa y muy interesante. Se encuentran en ella la cestería Yagán, el canto a lo poeta, la construcción y navegación en chalupa a vela en las Guaitecas, los Bailes Chinos, la Fiesta de Cuasimodo, la música bohemia tradicional de Valparaíso, el tejido en crin, los Pasacalles Devocionales de la cultura chilota y la tradición de salineros y salineras de Cáhuil.

Pese a su enorme cantidad y diversidad no se aprecia relación alguna con lo marcial. Es verdad que las paradas militares en América Latina vienen de la época de la Independencia. Como también lo es que este tipo de demostraciones alcanzaron su apogeo durante la Guerra Fría, cuando los países hacían gala de su capacidad militar para disuadir a los enemigos de posibles tentaciones bélicas. Y aunque surtieron efecto, no le asignaron el estatus de expresión cultural.

Sería, entonces, importante conocer los fundamentos de la nominación que el Ministro Desbordes propone. Sobre todo, previendo el posible paso siguiente: solicitar que se le declare Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Tal como Perú lo está intentando con su gastronomía, la que, sin una bala, está conquistando el mundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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