Charlie Chaplin aún no conocía los horrores del nazismo, pero «El gran dictador» fue la primera gran producción de Hollywood en tomar partido contra los nazis. Lo hizo con sátira y parodia hace ya ocho décadas.
Cuando se estrenó en Nueva York la película El gran dictador, el 15 de octubre de 1940, la Segunda Guerra Mundial rugía en Europa. Charlie Chaplin era una de las más grandes estrellas del cine estadounidense de su tiempo, por lo que, para muchos, fue una sorpresa que escogiera precisamente ese tema para su primera película hablada. La historia de cómo se produjo el film está profusamente documentada en The Charlie Chaplin Archives (2015), de Paul Duncan, que refleja cómo el arte aparentemente natural de Chaplin es, en realidad, fruto de un concienzudo esfuerzo.
Nacidos ambos en abril de 1889, Chaplin y Hitler guardaban también parecido físico, al menos si pensamos en Charlot, el recurrente personaje de Chaplin. «En aquellos días, yo vivía en la calle Thiersh Strasse de Múnich,» recordó el escritor William Walter Crotch en la publicación New Statesman. «Veía con frecuencia por la calle a un hombre que me recordaba vagamente a una especie de Charlie Chaplin activista, debido a su característico bigote y a su peculiar forma de andar». Su carnicero le dijo después que se trataba de un tal Adolf Hitler, líder de un pequeño grupo político marginal.
En realidad, la conexión Hitler-Chaplin data de años antes de que se estrenara El gran dictador, cuando el director estadounidense fue denunciado por fuerzas nacionalistas alemanas. El diario propagandístico Der Stürmer escribió en 1926: «Charlie Chaplin es un judío. Sus películas tratan sobre un ladrón de poca monta que entra repetidamente en conflicto con la ley». Esta afirmación era mentira, porque Chaplin no era judío, pero se negó a decirlo públicamente. «Según Chaplin, desmentirlo sería caer en el juego de los antisemitas», dijo el político y director de cine británico Ivor Montagu. La solidaridad con los judíos es uno de los mensajes centrales del film de Chaplin.
El director de cine y principal personaje de El gran dictador hace una certera y devastadora descripción de las maneras de Hitler, al mismo tiempo que parodia el nacionalismo con ingenio y profundidad. Parte de la efectividad del primer largometraje hablado de Chaplin reside en la cáustica parodia del estilo retórico de Hitler y de la grotesca imitación de la lengua alemana, exagerando los fonemas guturales. Charlie Chaplin explicó en una ocasión que lo más divertido del mundo es hacer parecer ridículas a personas vanidosas que ocupan posiciones elevadas. Según él, no había persona en el mundo que encajara mejor en ese perfil que Hitler. El gran dictador mezcla ingenio, tragedia y humanidad de una manera en la que solo Chaplin podía hacerlo.
Chaplin tropezó con una considerable resistencia cuando creó el film. EE. UU. no entró en la Segunda Guerra Mundial hasta un año después, Hollywood todavía hacía negocios con Alemania, y los judíos de la industria estaban preocupados por las represalias. Chaplin consideró la posibilidad de cancelar el proyecto debido a las críticas de los círculos políticos conservadores, pero el entonces presidente, Franklin D. Roosevelt, intervino pidiéndole que siguiera adelante a pesar de cualquier circunstancia.
Tras el estreno, el New York Times ponderó la comedia satírica como «un magnífico logro de un artista verdaderamente grande y, tal vez, la película más significativa jamás producida». Chaplin dijo después: «Si hubiera conocido los horrores de los campos alemanes de concentración, no podría haber hecho El gran dictador«. Aunque los espectadores alemanes reaccionaron positivamente tras varias proyecciones de prueba efectuadas justo tras el final de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades decidieron esperar unos cuantos años antes de lanzarla en Alemania. Finalmente, El gran dictador llegó a los cines del país en 1958.