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“Para que florezca la maravilla”, de Ana Ugarte: las cartas y el dolor de una “madre huérfana” CULTURA|OPINIÓN

“Para que florezca la maravilla”, de Ana Ugarte: las cartas y el dolor de una “madre huérfana”

José Miguel Ruiz
Por : José Miguel Ruiz Escritor, poeta y profesor de Castellano (UC). Ha publicado, entre otros libros, “El balde en el pozo” (poesía, 1994), “Cuentos de Paula y Carolina” (narrativa, 2011) y “Gramática de nuestra lengua” (2010). Mención Honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago, 1975. Primer Premio en el Concurso de Poesía de la P. Universidad Católica de Chile, 1979. Premio Municipal de Arte, Mención Literatura, de la I. Municipalidad de San Antonio (1998).
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Novela de una sutil y aguda escritora, que sabe ahondar en el alma de sus personajes y en lo poético, la belleza de lo cotidiano y aun del dolor; obra ambientada en los tiempos más duros de la pandemia, con sus miedos y cuidados; presentes el jardín, las flores, los nomeolvides como un símbolo que trasciende la belleza del jardín; los árboles, el “canelo sagrado”, arúspice que habla y predice desde su silencio.


Olga, la narradora en esta novela, le escribe cartas a su hija Olivia, quien ha muerto al naufragar un velero, en el que esta iba con su pololo Jorge, en los canales del sur, en Calbuco. Ella le habla a su hija y a través de las reminiscencias, nos enteramos de qué ha ocurrido. El accidente pudo haberse evitado si se hubieran revisado los chalecos salvavidas de la vieja embarcación.

Abundan en la memoria y el alma de Olga, la culpas, las recriminaciones, el por qué no fue de otra manera. Lo clásico. Olga ama la jardinería, tal vez de no haber podado el canelo, el árbol sagrado, hubiera sido todo distinto a “Si me podas, no estarás esta primavera”. El recuerdo de la hija estará siempre enlazado con la memoria de las flores, los nomeolvides, las maravillas que Olivia pintó magistralmente, al ser estudiante de arte y pintora.

Olga es profesora de literatura y en la universidad imparte un curso sobre María Luisa Bombal, autora muy presente en este relato que lleva un epígrafe de esta. Hay una gran sintonía entre la narradora de “Para que florezca la maravilla” y la autora de “Las islas nuevas” (relato citado, comparando el personaje de este, Yolanda, detenida en el tiempo y ella, Olga, también lo mismo en el tiempo de su hija viva, en el de su hija muerta, en el de la “madre huérfana”).

En suma, entre ambas escritoras existe afinidad tanto en la ficción narrativa como en la vida real, en cuanto al mundo creado, a los ambientes, al medio socioeconómico, al tono, a esa suerte de “clima espiritual”, marcadamente poético, onírico, “reminiscente”, entre ellas. “Además, el tema de la Bombal es la muerte; por lo tanto, se puede saltar desde su obra a lo que estamos viviendo.// De vez en cuando hago un alto en el trabajo literario y vuelvo a estas cartas para que tú te enteres de lo que estamos viviendo” (p. 18).

El accidente ocurre en enero de 2016, y la fecha del último texto es de febrero de 2021, habiendo sido destruida también parte de esas cartas cuando por alguien de la familia son vistas como una posible publicación literaria. No es lo que busca Olga, su motivación es otra: su hija, algo así como “Recuérdalo: la muerte no interrumpe nada”…

En fin, el título de la novela tiene su propia razón de ser en la ficción: “Para que florezca la maravilla, la nouvelle que escribí a los cuarenta años, es de un optimismo que peca de inocente. En esas páginas no hay duda del progreso ciego, sin curvas, sin detenciones del país, algo así como los perros chow chow que no vacilan cuando van tras su presa. Entrábamos en un nuevo milenio, gozábamos de cómo caía la lluvia mojándonos la cara, quitándonos la sed, llenando los ríos de agua transparente. Nadie se imaginó que algo pudiera enturbiar el cauce que tomábamos en Chile” (p. 56).

En este diálogo incompleto de madre e hija, podemos leer: “La gente no muere el día que deja de existir, sino que lo va haciendo de a poco, cuando los otros ya no te nombran”, y podríamos seguir el discurso desde lo que suponemos continúa, aunque sea solo en nuestra propia lectura y asimilación o de apropiación de la experiencia de Olga: “Por eso yo te nombro y te nombro; por eso yo te escribo y escribo. Nunca dejaré da hacerlo. Nunca estarás totalmente muerta para mí”.

Novela de una sutil y aguda escritora, que sabe ahondar en el alma de sus personajes y en lo poético, la belleza de lo cotidiano y aun del dolor; obra ambientada en los tiempos más duros de la pandemia, con sus miedos y cuidados; presentes el jardín, las flores, los nomeolvides como un símbolo que trasciende la belleza del jardín; los árboles, el “canelo sagrado”, arúspice que habla y predice desde su silencio; la ciudad y el campo; el arte en los que componen mayoritariamente esa familia; la literatura, la pintura: las maravillas, los girasoles que inevitablemente nos llevan a Van Gogh; las culpas, la tragedia, el desgarro brutal, la muerte, el dolor, la orfandad ya no de los hijos, sino de la madre, o de los padres; el diálogo incompleto, la vida sin plenitud; ese hablar o escribir para que no te vayas del todo, porque la muerte solo es total cuando ya nadie te nombre y sobrevino el olvido; todo esto en una novela escrita con una cuidada y bella prosa, con reminiscencias de María Luisa Bombal, autora ligada a la protagonista por esos lazos invisibles de la afinidad espiritual, y plena de poesía; un ahondar en el amor humano “más allá de la muerte”; más allá del mar, eterno, de donde a veces no se vuelve nunca jamás.

Ficha técnica:

“Para que florezca la maravilla”, Ana Ugarte, Editorial Forja, primera edición julio de 2022.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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