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Escritores y escritoras reafirman su queja territorial en el extremo sur del mundo CULTURA

Escritores y escritoras reafirman su queja territorial en el extremo sur del mundo

Antonia Torres Agüero
Por : Antonia Torres Agüero Escritora, Dra. en Filología Románica (Dr. der Phil) por la Heinrich-Heine-Universität de Düsseldorf.
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Entre el lunes 1 y el viernes 5 de abril recién pasado se llevó a cabo el Encuentro Literario y Cultural “Pueblos Abandonados. Territorialidades extremas” en la ciudad de Punta Arenas, con escritores venidos de gran parte del territorio nacional, con excepción de Santiago.


El narrador Óscar Barrientos dice por ahí que los escritores son una especie de isla. Una isla o, al menos, sujetos aislados. Un poco náufragos, varados o relegados casi por voluntad propia. Más adelante, en el mismo texto, sugerirá que en realidad todo Chile es una isla.

De cualquier modo, si acaso los y las escritoras del Colectivo Pueblos Abandonados son islas, se trata de unas islas hermosas y a ratos ocultas que forman parte de ese archipiélago mayor que es la literatura chilena que se escribe y se piensa a espaldas del canon capitalino. Porque de eso se trata el abandonismo: de hacer como si el centro pontificador no existiera o, al menos, no importara tanto.

La periferia sería más una estrategia que una desventaja, como reza el “Segundo manifiesto de los Pueblos Abandonados” que fue leído además solemne y coralmente en el Museo de Historia Natural de Río Seco, en Punta Arenas, el jueves 4 recién pasado por todas y todos sus escritores. De eso se trató justamente el VI Encuentro del Colectivo Pueblos Abandonados en Punta Arenas, de pensar la queja y el resentimiento territorial no tanto como lamento, sino de abordarlo crítica y productivamente.

Visibilizar sus producciones y ponerles ojo desde sus propias trincheras. Porque, tal como planteó el escritor Mario Verdugo en su charla inaugural: “Dicho en jerga abandónico-principitesca: lo territorial suele ser invisible a los ojos, incluso ante los ojos anti-fascistas, anti-imperialistas y anti-patriarcales”.

Entre islas, ruinas y cumbia

Entre el lunes 1 y el viernes 5 de abril recién pasado se llevó a cabo el Encuentro Literario y Cultural “Pueblos Abandonados. Territorialidades extremas” en la ciudad de Punta Arenas, con escritores venidos de gran parte del territorio nacional, con excepción de Santiago.

El escritor maulino Mario Verdugo (reciente premio MOL del Mincap, género ensayo 2023 por Curepto es mi concepto, Overol 2022) estuvo a cargo de la Conferencia Inaugural el día lunes 1º, la cual se titulaba “`Ya se acabó la loma´: materiales para un regionalismo de izquierda” que fue leída en el Auditorio Ernesto Livacic de la Universidad de Magallanes.

Allí abordó las dificultades contemporáneas para definir el espacio de lo regional asociado a las ideas de un cierto progresismo de izquierda, citando, dicho sea de paso, mayoritariamente a filósofas y pensadoras mujeres.

El resto de las ponencias abrieron fuego el segundo día en el mismo auditorio de la UMAG y estuvieron a cargo de Rodrigo Ramos Bañados, escritor antofagastino que hizo una panorámica de las representaciones literarias y artísticas de las masacres salitreras del norte grande; el escritor oriundo de Vicuña Cristian Geisse, quien disertó sobre las ruinas del Qhapacq Ñan o camino del inca como trasunto de “la biblioteca más alta de Chile”; la valdiviana Antonia Torres, quien reflexionó sobre cómo se ganan o pierden la vida los escritores abandonados; y el paillaquino Aldo Astete, que abordó la idea de las mitologías locales como una forma de terror situado.

Esa misma noche en el emblemático Espacio Cultural “La Idea” leyeron sus poemas y textos narrativos el escritor avecindado en Placillas, Marcelo Mellado, Antonia Torres, Mario Verdugo, la puertovarina Poli Roa y el porteño (de Valparaíso) Cristóbal Gaete.

La tercera jornada entraron al ruedo de las exposiciones la poeta Verónica Zondek quien propuso pensar las fronteras como dispositivos a ratos arbitrarios que definen lugares y comunidades; Yuri Soria Galvarro con una algo excéntrica tesis histórica sobre el primer puerto boliviano destruido por el abandono; y los dos últimos de la jornada de la mañana que, sin ser propiamente “escritores abandonados”, hicieron un aporte epistemológico necesario al tinglado teórico de los pueblos abandonados: la definición de ruina, por parte del investigador patrimonial Iván Maureira Ortiz y los cruces transdisciplinares entre arte, ruina y museología a cargo de unos de los anfitriones del evento, el director del Museo de Historia Natural de Río Seco, Miguel Cáceres.

Esa noche leyeron sus textos creativos Verónica Zondek, Rodrigo Massi, Miguel Bórquez, Oscar Petrel, Rosabetty Muñoz y Mariana Camelio. De manera paralela, todas las tardes tuvieron lugar talleres literarios a cargo de las y los mismos escritores abandonados (el Taller Gabriela Mistral de Rosabetty Muñoz, de fanzine de Poli Roa, literatura de terror de Aldo Astete, por citar solo algunos) en el Espacio Cultural La Idea. De ellos participaron principalmente estudiantes de la UMAG, así como miembros de la comunidad local.

La paradoja abandónica: al son de la cumbia en medio del frío patagón

La última jornada tuvo un cierre digno de carnaval. El día partió con las ponencias de la mañana, la primera a cargo del también anfitrión y escritor magallánico Óscar Barrientos, quien habló del síndrome Transnistria (una equívoca y peregrina ex república soviética ubicada entre Ucrania y Moldavia) en la literatura chilena reciente; y la otra del ya citado músico y poeta Petrel, quien hizo un hermoso y nostálgico recuento de su llegada a la música y la idea del arte como ofrenda y herencia territorial.

Por la noche, en un onírico galpón del Museo de Historia Natural de Río Seco, hubo un concierto a cargo del grupo de vallenatos y cumbia afro-chilota “Sendero Sonoro”, conjunto liderado por el también abandónico Óscar Petrel. En el mismo lugar en donde flotaba el esqueleto de una ballena Sei completa y reconstruida de manera volumétrica (fruto del trabajo conjunto entre la artista Aymara Zegers y un equipo de científicos), en medio del humo, las luces y los efectos especiales, figuraba un variopinto público compuesto por escritores, artistas y nativos magallánicos bailando al calor de las percusiones de “Sendero Sonoro”. Así fue el cierre del Encuentro. A orillas del Estrecho de Magallanes, con ballenas flotando y el aire ardiendo de son tropical.

En cada encuentro Petrel insiste en decir que la cumbia es “un fuego de sangre pura / que con lamentos se canta”, citando a Los Gaiteros de San Jacinto. Porque uno de sus temas permanentes como artista es la pregunta por los orígenes de la cumbia y, según él, su natural vínculo con la cultura sureña y específicamente chilota.

Esto es “cumbia afrochilota”, recalca el poeta en las conversaciones de sobremesa de esos días. Porque los abandónicos no romantizan el sur o los regionalismos per se. Tal vez por eso el poeta Petrel busca hace mucho la tropicalidad donde no sabíamos que existía: “lo tropical se da más por la humedad que por la temperatura”, cuenta que le explicó una científica. Y agrega: “La humedad y el acordeón”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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