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Esther García, productora de Almodóvar: “Tengo grandes deseos de conocer más el cine chileno” CULTURA Crédito: Cedida

Esther García, productora de Almodóvar: “Tengo grandes deseos de conocer más el cine chileno”

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Fue una de las invitadas destacadas del Festival de Cine de Lebu. “La motivación es siempre el guión, que haya un guión con una historia detrás que merezca ser contada y que me conmueva o me entretenga, o me parezca experimental, o me parezca divertida. Siempre la clave es el guión”, resume.


La productora española Esther García (España, 1956) fue una de las invitadas destacadas del festival de cine de Lebu, que terminó este domingo.

García, conocida como producir numerosas cintas del cineasta Pedro Almodóvar, vino como jurado de corto de ficción internacional, una categoría que clasifica al ganador para competir en los Oscar y los Goya.

Además el lunes tuvo una actividad en la Universidad San Sebastián de Concepción en el marco de Bio Bio Conecta, una instancia que reúne a realizadores y a personas del mundo audiovisual, llamado “Encuentro con mujeres realizadoras de Chile”.

Asimismo, en el mismo lugar dictó al día siguiente la MasterClass “La mirada de una productora: experiencias y aprendizajes”.

Orígenes

García se inició en el mundo de cine a mediados de los 70, cuando terminaba la dictadura de cuatro décadas del dictador Francisco Franco (1939-1975). Es de un pueblo pequeño, Cedillo De la Torre, en el municipio de Segovia, en el centro-norte del país.

“Empecé en el mundo del cine casi por casualidad. Nunca pensé que podría tener acceso a algo que me parecía maravilloso para ver, pero del que estaba muy alejada”, recuerda.

“Entrar en el cine era difícil porque es una familia y no existía la escuela de cine. Pero más allá de eso, es que yo nunca pensé que me iba a dedicar al cine. Tenía un compañero de una asociación cultural a la que pertenecía que sí que hacía cine y necesitaban una persona para que resolviera unos problemas en una película”.

Era la película “Pim, pam, pum… fuego” (1975), de Pedro Olea, un drama que habla de unos personajes -vencedores de la Guerra Civil- que se aprovechan de jóvenes muy pobres que buscan trabajo como coristas, y que fue censurada por el régimen franquista.

“En ese momento yo continuaba estudiando y acababa de terminar un curso de taquimecanografía y el sindicato requería de la presentación de unos contratos”, imprescindibles para la filmación. Y ella fue la encargada de realizarlos.

“Cuando me estaba marchando pedí por favor asistir a un rodaje al que nunca había ido en mi vida. Entonces, cuando llegué, era un rodaje en una noche en la estación de Delicias de Madrid, una salida de un tren, y había muchísima figuración extra que se llaman un equipo muy grande, actores, actrices, eléctricos, cámara, lo que hay siempre en un rodaje. Pero visto desde fuera era algo muy sorprendente para mí porque realmente no entendía que hacía cada persona dedicándose a cosas un poco extrañas y en un momento dado y a la orden del ayudante de dirección, todo el mundo deja lo que está haciendo y se convoca alrededor de una cámara para siguiendo sus órdenes actuar como un ballet de precisión”.

Le pareció emocionante.

“Pensé que era precioso y que me gustaría dedicarme a eso y pertenecer a esa familia de personas entusiasmadas y apasionadas con el trabajo que hacían. Y a partir de ahí empecé”.

Trabajo de “mujer”

García trabajó para volver a hacer una película y empezó “en los únicos espacios que en aquella época, en los años 70, estaban reservados a las mujeres”.

“Entonces solo podía ser secretaria de producción, sastre si había mujeres en el reparto para poderlas vestir, había alguna maquilladora o peluquera, muy pocas, y montajistas. No había otras cosas. Esto era exclusivamente a lo que te podías dedicar”.

Así, empezó a trabajar de meritoria de producción, secretaria de producción y pagadora. Hizo una serie que se llamaba “Curro Jiménez”.

“Aprendí muchísimo”, en una época en que había “caballos, carruajes, especialistas, vestuario de época, nos desplazábamos fuera, con lo cual había dietas, transporte, era una peluquería y maquillaje muy especial. Fue una escuela increíble”, recuerda.

“Hice 36 capítulos de aquella serie, se rodaba en 16 milímetros, era negativo todavía, y salí absolutamente preparada para continuar en cualquier puesto del departamento de producción. Muy pronto empecé a ser auxiliar, ayudante, no había mujeres, pero conseguí poco a poco, trabajando mucho y demostrando que también nosotras podríamos hacerlo, avanzar”.

Con Almodóvar

Un punto de inflexión fue cuando conoció a Pedro Almodóvar.

“Soy muy mala para las fechas, no recuerdo exactamente en qué año le conocí, creo que fue en el 77 o así, haciendo un cortometraje”.

Durante ese tiempo ella seguía haciendo la serie “Curro Jiménez” y en uno de los periodos de vacaciones Almodóvar estaba haciendo un cortometraje.

“Nos conocimos e iba a empezar a trabajar. Pero como los cortometrajes no tienen una dotación económica, no podíamos empezar porque no teníamos dinero, con lo cual me volvieron a llamar del ‘Curro Jiménez’ y continué trabajando. Y ya no coincidí con él hasta ‘Matador’ (1986)”.

García seguía siendo freelance, porque Pedro y Agustín todavía no habían creado la productora El Deseo, pero cada vez que había una película, ella trabajaba con él.

“‘Matador’ la hicimos con una compañía que se llamaba Iberoamericana, para la que yo trabajaba también de vez en cuando. En la siguiente película de Pedro, que fue ‘La Ley del Deseo’, se creó la productora El Deseo, pero seguía siendo freelance, porque El Deseo hacía las películas de Pedro y luego no funcionaba más, hasta que Pedro no tenía de nuevo otro guión al que enfrentarse. Solo después de hacer ‘Atame’, me quedé dentro de El Deseo, haciendo las películas de Pedro y empezando a diseñar una carrera para hacer proyectos de otros directores y directoras, unos noveles, otros con más experiencia, pero a partir de ese momento me quedé en El Deseo”.

Un genio

¿Y por qué se motivó tanto a seguir trabajando con él en los proyectos?

“Porque solo con conocerle te das cuenta de que era un genio, alguien que emanaba una creatividad, un talento, una vitalidad que invitaba a estar cerca. Solo cuando conoces a un genio te das cuenta de lo que es un genio, si no lo has visto nunca en la vida. Solo con eso ya supe que ojalá pudiera trabajar con este hombre toda la vida”.

Ahí se quedó y se hicieron grandes amigos y buenos compañeros de trabajo hasta ahora: cuatro décadas de colaboración.

“Trabajar con Pedro de una manera tan estrecha implica que participas en todos los procesos creativos. El primero de los procesos creativos es el guión. Cuando lees el guión, Pedro siempre pregunta ‘qué os parece esto, te gusta, no te gusta'”.

¿Es de recoger la opinión del resto?

“Recoge, pero no necesariamente cambia. Una cosa es que quiera oír y se cuestiona las cosas que le planteas, pero a veces no está de acuerdo y no se mueve. Probablemente si al principio de la carrera de Pedro cualquiera de los que leía sus guiones viera monjas drogadictas en un convento que tienen un tigre, nadie habría dicho qué es esto. Quizá habría que cambiar algo en todo eso, gracias a que su creatividad, su capacidad de decisión y su seguridad en sí mismo le permite no tomar nota estricta en las cosas que le están diciendo”.

En su caso, su trabajo consiste en proporcionar al director lo que la película necesita y convertir en realidad lo que él tiene en la cabeza.

“Cuando lees un guión y estás tan cerca de un director, enseguida piensas en lo que estará pensando él, en lo que le será mejor para el proyecto, en qué hará que su cabeza huele y tratas de compartirlo y hacerlo posible. ¿Hasta qué punto mi participación o la de cualquiera de los miembros del equipo más cercano en sus proyectos influye? Todos influimos relativamente”.

A su juicio, ¿cómo ha evolucionado el cine de Pedro a lo largo de su carrera?

“Creo que hemos evolucionado juntos y Pedro se ha vuelto más conciso y preciso en sus obras. Concretamente ‘La habitación de al lado’, su última película, creo que es una obra maestra de eso, de haber sido absolutamente preciso, escueto, no le sobra ni un plano, ni una palabra, ni un diálogo. Antes probablemente se entretenía más o se divertía más haciendo filigranas con el lenguaje y con la cámara. Ahora es más directo”.

García destaca que el espíritu lúdico del cineasta ha estado siempre por encima de todo.

“Se ha divertido mucho rodando, experimentando, improvisando y ahora va más al hueso, al gallo, como decimos”.

Desafíos

Hoy su motivación es la de siempre: “convertir en realidad y hacer posible los sueños, en el caso de Pedro de Pedro, pero de otros directores también”.

“Y la motivación es siempre el guión, que haya un guión con una historia detrás que merezca ser contada y que me conmueva o me entretenga, o me parezca experimental, o me parezca divertida. Siempre la clave es el guión”.

Explica que a veces es con un director que ya sabe lo que va a hacer porque tiene una trayectoria y otras veces es con alguien que no ha hecho nunca nada y “que vamos a ver qué es lo que hace”.

“La motivación es contar historias que de alguna manera trasciendan”.

¿Cómo detecta a los directores con quiénes trabajar, y qué la motiva a difundirlos? ¿Una buena historia, un buen guión?

“Sí, absolutamente. Nunca hago nada si no hay un guión”.

Dice, por ejemplo, que ha trabajado con el cineasta argentino Damián Szifrón (“Relatos salvajes”, 2014), y que quiere volver a hacerlo, “pero hasta que no lea su siguiente guión, no podré decir si es un proyecto en el que quiero trabajar o no”.

“Porque lo que realmente me parece que es la herramienta imprescindible es el guión. Eso es la base de todo, por supuesto. Hacer cine, hacer algo bueno, una producción que produzca algo, ¿cierto?”.

Cine chileno

En cuanto a su experiencia con el cine chileno, trabajó con Andrés Wood en “La fiebre del loco” (2001).

“Desafortunadamente nunca estuvimos en el rodaje porque era una coproducción”, pero “nos encantó el guión, nos encantaba Andrés”.

“Y lo que hicimos fue, a través de una coproducción y de la participación expresa de El deseo, conseguir que la película se hiciera y entendemos que tuviera unos mejores medios”, recuerda.

“Nuestra experiencia fue muy buena y a Andrés le tengo mucho cariño y recuerdo cada vez que nos hemos encontrado esos momentos con afecto. Ha estado bastante tiempo en España y hemos coincidido en el teatro”.

Con respecto a otros directores chilenos, García lamenta que “desafortunadamente” a España llega poco cine chileno, “cuesta mucho ver películas de otras nacionalidades”.

Entre las cintas que destaca está “El club” (2015), de Pablo Larraín (“me parece una de las mejores películas que he visto”) y también le gustó muchísimo “El agente topo” (2020) de Maite Alberdi. También la obra de Patricio Guzmán y Sebastián Lelio, especialmente “Una mujer fantástica”, que califica de “extraordinaria”.

“Y tengo grandes deseos de conocer más en profundidad el cine chileno”, concluye.

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