
Janet Toro, 40 años de arte íntimo y radical
Por primera vez expone en el principal espacio del arte visual chileno, con una muestra antológica que resume cuatro décadas de carrera. La muestra “Janet Toro. Intimidad radical. Desbordamientos y gestos” se inaugura este jueves en el Museo Nacional de Bellas Artes.
“Todo arte es político”, afirma y reafirma Janet Toro (Osorno, 1963), y lo dice con conocimiento de causa. Lo ha hecho desde mediados de los años ‘80, cuando integró la Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ), con una honestidad brutal. Siempre fiel a lo que la afecta, ya sea al exponer su intimidad, con temas como la violencia de género que sufrió en carne propia, hasta los relacionados con los horrores más extremos de la dictadura.
Por primera vez desde 1985, cuando inicia su carrera, llega con una exposición individual de carácter antológico al Ala Sur, en el primer piso del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Un recorrido de 40 años: ‘Janet Toro. Intimidad radical. Desbordamientos y gestos’, cuyo montaje realiza acompañada de la curadora Cecilia Fajardo- Hill, reconocida por la muestra Radical Women: Latin American Art 1960-1985 (2017-2018). Antes ya había expuesto en este espacio ‘El cuerpo de la memoria’, en el marco de la II Bienal de Arte Joven Ala Sur (1999).
La exhibición se introduce al público este jueves 15 de mayo en el Salón Blanco del MNBA, a las 17:00 horas, con un conversatorio entre la artista y la curadora, que contará con la moderación de la académica e historiadora del arte Amalia Cross, para luego dar paso a la muestra, desde las 18:00 horas, que estará abierta hasta el domingo 7 de septiembre.

La exposición
La directora del MNBA, Varinia Brodsky Zimmermann, revela que, para decidir exponer la obra de Toro, se pasó por “una evaluación de la comisión de exposiciones”, y se concretó porque consideraron que “su obra y trayectoria, ya desde los años ‘80, cumplen con los criterios de relevar figuras que han tenido un significativo aporte al campo de las artes visuales”, abordando problemáticas que les parecen atingentes al mundo actual.
Además, coincide con uno de los focos editoriales del Museo en su administración, “asumir un compromiso de dar un espacio de reconocimiento a mujeres artistas, muchas de las cuales consideramos debieran contar con una mayor visibilización de su trabajo”, explica la también artista visual y gestora cultural, al frente del MNBA desde septiembre de 2023.
Brodsky, agrega que en 2024 ofrecieron un programa de exposiciones dentro del cual el 80 por ciento estuvo destinado a difundir a creadoras, y en algunos casos pudieron adquirir obras para la colección del Museo, “de manera de avanzar en la abrumadora brecha de género que considera apenas un 12 por ciento de representación de mujeres”.

La flor negra. El encierro. En confinamiento, en la propia casa, Santiago, Chile 2020. Documentación fotográfica: Marucela Ramírez
Y destaca que, además, para esta exposición ha sido “muy enriquecedor contar con la curaduría de Cecilia Fajardo-Hill, una de las voces más relevantes para comprender la escena latinoamericana y latina de artistas mujeres”.
Fajardo-Hill ha manifestado un gran respeto por el trabajo de Janet Toro, y en específico respecto de la exposición, expresa que han “curado una exhibición que rinde cuenta de cuarenta años de trabajo ininterrumpidos donde se perfilan las temáticas principales de la artista, que son todas catalizadas a través del cuerpo”.
La curadora detalla que han “marcado tres secciones en la muestra que nos enfrentan a formas de resistencia y denuncia de diferentes formas de violencia: de Estado, de género, y de las creencias de la sociedad, bien sean religiosas, o de las estructuras normativas que encasillan a los seres humanos en roles que nos limitan”.

Performance Distopía. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago 2015. Documentación fotográfica: Marileu Avendaño
Para Janet Toro es importante, como para cualquier artista, exponer en el MNBA, y realza que ha sido enriquecedor para ella trabajar en esta muestra en el marco de esta etapa que atraviesa la institución. Para ella “esta exposición recoge un quehacer visual crítico, social, político, estético, corporal muy intenso y controversial, que invita a reflexionar, y que cuestiona el estado de las cosas de manera radical, pero también poética y filosófica”.
En eso coincide Cecilia Fajardo-Hill, quien considera que “desde varios puntos de vista, Janet ha sido una de las artistas que más consistentemente ha hablado desde el cuerpo, a partir de un discurso político que se enuncia abiertamente desde el género femenino”. Según dice, “siempre ha mantenido un discurso coherente, donde lo social, lo político y el género, confluyen de forma única”.
“Trabajar estéticamente desde el dolor, desde lo terrible, desde el escombro, es una forma de resistencia, es una forma de rebeldía y de poesía”, complementa la artista. La intimidad radical a la que alude el título de la exposición, “es un concepto al que llega Cecilia Fajardo-Hill, luego de estudiar mi obra”, dice Janet Toro.

El cuerpo de la memoria, performance 16. Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago, 1999. Documentación fotográfica: Ximena Riffo
Quienes asistan, se van a encontrar con que les permitirá acercarse a la obra que se ha hecho en las calles, espacios públicos, tanto cerrados como abiertos, o incluso lugares que ella misma habitó en Alemania y Chile.
Fajardo-Hill explica que lo que se podrá observar desde el 15 de mayo “no sólo presenta fotografías y videos de las performances, sino que hemos coreografiado instalaciones, dibujos, esculturas, etcétera, además de elementos y objetos utilizados en las performances, para así poder entender los procesos y lo multidimensional que es hacer una performance, particularmente en el caso de Janet”.
La artista radical: “El pasado sigue pasando”
Janet Toro, cuando integró la APJ, en los años ’80, pensaba que su camino sería convertirse en una artista plástica especializada en grabado, pero encontró en la performance una forma de expresión que le permitiría desarrollar una veta significativa que le ha valido un gran reconocimiento estos cuarenta años. Es una disciplina desde la cual puede desarrollar procesos, que logran expresar lo que busca decir, pero sin abandonar sus otras facetas, y una conexión con el público, que es fundamental para ella.
“Mi trabajo es radical en varios aspectos —señala Toro—, primero, en la exposición y el riesgo a los que supedito a mi propio cuerpo y a mi integridad; segundo, el transgredir ciertos límites de “normalidad”, y cuestionar cánones sociales; tercero, en franquear los márgenes hogareños, urbanos, sociales y políticos, polemizando sobre el poder y sus aristas, y el ser humano en su contexto. Sí, podría afirmar que radical es una palabra que describe y define mi trabajo visual”.
“Mis obras son radicales, porque se mueven en los límites, los explayan y/o los traspasan”, agrega.

Dos preguntas. En el Paseo Ahumada, Santiago, 1986. Cooperación de Claudia Winther. Documentación fotográfica: Cucho Márquez
Según quienes han estudiado su trabajo artístico, establecer una relación con el público, es un asunto que ocupa un lugar importante en sus reflexiones antes y después de exhibir sus obras, las cuales ha realizado con materiales reciclados o lo que tiene a su alcance. En un comienzo, según relata, también obedeció a condiciones difíciles desde lo económico, pero desarrolló una manera de conciliar la conciencia ecológica, con una realidad material difícil para no dejar de expresarse.
Janet Toro está en permanente proceso de creación. Se puede advertir que, desde abrir su casa, o instalaciones y acciones, incluso durante el encierro de la pandemia, ella está diciendo, reaccionando con arte ante lo que la aqueja, y de qué manera eso afecta la vida de las personas, y por eso se esmera en encontrar una reacción en el público, o incluso antes del montaje para ser exhibido.
Sus obras reflejan una preocupación por la vida en sociedad y en colectivo. Su reflexión sobre los temas que la conmueven la llevan a encontrar cuál es la mejor forma de expresarlos, no sólo con recursividad sino con una creatividad desbordante, que la lleva a investigar, a involucrar e involucrarse. Sus obras se convierten en un emplazamiento para la actual sociedad, que ha consolidado la exacerbación del individualismo y en una forma de vida en la que poco importan las personas.

El reflejo. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y calle Matucana, 2015. Documentación fotográfica: Marileu Avendaño
Así es como de acciones y montajes individuales, también ha pasado a incorporar a diversos colectivos que son directamente afectados con la los problemas que abordan algunas de sus obras.
Por ejemplo, un grupo de ex pobladoras y un ex poblador de la Villa San Luis, de Las Condes (‘El despojo’, 2019); de mujeres víctimas de la tortura (‘Ausencia/Presencia’, 2022); con inmigrantes (‘El Reflejo’, 2015); o de mapuche, (‘Nemeln’ —Palabra—, 2015), entre otras, en las que se involucra en un proceso que no sólo racionaliza, sino que también escucha, siente y afecta.
Desde la intervención en grandes espacios a gritos reproducidos gráficamente centenas de veces sobre papeles blancos rozados por labios pintados (‘Carmín’, 2013), que problematiza la violencia del tráfico de niñas; objetos de la vida cotidiana que se cubren y envuelven en papel de periódicos, que esconden la realidad más compleja en lo más simple (‘Entre líneas’, 2011); o teñir el río Mapocho de rojo con sangre del Matadero (‘La sangre, el río, y el cuerpo’, 1990); o cubrir con objetos cotidianos 22 pisos por el frontis del edificio Villamizar —torre del GAM—, en 2018 con ‘La Torre Vive’, la cual cambió su destino social violentamente, tras la instauración de la dictadura.

Ausencia /Presencia. Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y calle Matucana, 2022. Documentación fotográfica: Marucela Ramírez
Conmover
Joselyne Contreras, curadora y docente investigadora de la Escuela de Artes de la Universidad Diego Portales, piensa que “Janet logra conmover con su arte porque ella se conmueve primero”. Y elige la técnica o disciplina de acuerdo a lo que mejor sirva para expresar el mensaje que necesita compartir, según explica. “No todo eso es medible, porque no tiene por qué serlo, nos saca de esa lógica, y nos confronta —reflexiona la experta—, para volver a pensar que somos colectivo”.
Así lo ve también Mauricio Barría, dramaturgo e investigador de la Facultad de Teatro de la Universidad de Chile, quien opina que “lo que hace la obra de Janet Toro es conmovernos, estremecernos. Yo creo que donde hay estremecimiento, hay aprendizaje. Las personas aprenden cuando tienen experiencias que las conmueven, que las remecen”.
Y agrega que, lo que hace su performance “es poner en presente, en eso consiste la performance, pero ella logra estremecer a la persona que está ahí. Y eso es lo que la invita a reflexionar. No es una obra, por lo tanto, discursiva de una idea, de un panfleto, de una cosa por el estilo. Es decir, es un tipo de trabajo, más bien, de una reflexión afectiva, que discursiva. Es un pasado que sigue pasando”, dice el investigador.
“El pasado al que alude a la memoria, siempre afecta y determina nuestro presente. El pasado sigue latiendo, es un derecho y un deber seguir avivando su llama”, agrega en ese sentido Janet Toro.

Objeto Einsamkeit (Soledad). Dortmund, Alemania, 2007. Documentación fotográfica: Michael Kuchenbekcer
Afectación que confronta y/o emplaza
Joselyne Contreras coincide con Barría en términos de lo que provoca, pero dice que lo que le interesa de eso es “el tema del ‘afectar’ en la propuesta de Janet”. Es “porque creo que es algo que busca conmover. No solamente en términos de sentimientos, sino que también en términos de los sentidos de las otras personas y de quienes se encuentran con su trabajo. Sus obras se complementan con lo que provoca en el público”.
Al respecto, Toro dice que muchas de sus obras “se completan cuando el público participa activamente y de manera más emocional. Se completan y adquieren mayor sentido con los espectadores. Por ejemplo, la performance ‘La tarjeta’, en la explanada del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (2015), donde estoy amarrada de brazos, de piernas y de pies y además estoy amordazada con lanas gruesas y tarjetas de créditos.
“Los espectadores tenían la opción de desatarme con unas tijeras que yacían en el suelo, podían atarme aún más con lanas a su alcance o ignorarme y dejarme ahí. Pero se abalanzaron sobre mí, a liberarme y quedarse con las tarjetas, que eran auténticas, pero anuladas”. Esa obra duró mucho menos de lo que pensó previamente, porque el público reaccionó.

Performance Este es mi cuerpo. Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Santiago, 2017. Documentación fotográfica: Marta Cruz
Performance
Otro ejemplo fue la performance ‘Verbum Adiectivus’ (Verbo Adjetivo), en el marco de la Editaton de mujeres, en el MNBA (2017).
“Yo yacía en el mesón de la entrada al hall central, tenía puesto un vestido rojo, con una escisión a la altura del vientre y del pubis, sobre esta zona habían escritas diminutas palabras abusivas, dichas por hombres. Para verlas, el público tenía que tomar unas lupas que estaban a mi lado y acercarse muchísimo, lo que traspasaba los límites de lo que es mi intimidad. ¡Era fuerte!”, detalla la artista.
María Elena Retamal, investigadora y profesora de la Universidad de Ciencias de la Educación (UMCE), considera que “a Janet, la performance le ha permitido también moverse sobre, y tensionar más fuertemente aquellas reflexiones que había tenido de otra forma más cercanas a una representación más gráfica”.
“Entonces —agrega— siento que en Janet hay como una confluencia de maneras, de formas, estilos, tendencias, como tú quieras llamar, en términos artísticos. Pero por otro lado también ella se vale desde una autobiografía para reconocer formas de ejercicios plásticos”.
Performance Sacer Dolor (Sagrado Dolor) Iglesia Martin Luther, Colonia, Alemania, 2010 Documentación fotográfica: Simon Vogel.
Es así como Janet Toro tiene una obra que refleja episodios muy íntimos, que son un problema político que se deriva de la violencia patriarcal, a otras en que alude a la desaparición forzada de la dictadura, en que su historia personal, relacionada con la desaparición de su tío Enrique Toro Romero, en la Operación Colombo por ejemplo, se funde con lo que es una de las heridas abiertas más profundas que dejó la dictadura; así como las 62 formas de tortura, que quedan plasmadas en su exposición ‘La memoria en el cuerpo’, de 2023, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC).
Cecilia Fajardo-Hill resalta que “es muy importante entender que la obra de Janet es frontal, desafiante, a la vez que ella se pone en un lugar vulnerable, a veces bastante extremo para el cuerpo”. Explica que “de esta forma la artista nos hace concientizar las estructuras de opresión en las cuales vivimos inmersos y a la vez presenta formas de resistencia simbólica, del cuerpo, críticas”.
Y añade que “al fin y al cabo el propósito de la obra es inspirarnos, crear consciencia y empatía desde un lugar que conjuga lo personal y lo colectivo, y que cada espectador encuentre resonancias con diferentes aspectos de su propia vida en las obras que encuentre”.
Desde el punto de vista de María Elena Retamal, la artista Janet Toro “está en primera línea de radicalidad, por todo lo que construye en su trabajo y cómo nos interpela. Su obra es una interpelación permanente a pensarnos desde un hoy, y no solamente desde un pasado”.
“No es puro pasado —insiste—, está problematizando hoy. Hizo un trabajo sobre el auto encierro con que nos sitiaron en la pandemia, también. Entonces, es una artista que está permanentemente mirando las situaciones sociales, contextuales y políticas que nos abordan, y las trabaja, y las reflexiona, y las propone”, piensa Retamal, así como otros temas contingentes, tan vigentes y coyunturales como el de la migración, por ejemplo.
Para Fajardo-Hill, el trabajo de Janet Toro “presenta una dialéctica pasado-presente, con el fin de visibilizar cómo ciertos problemas sociales del presente están arraigados en temas no resueltos del pasado. Uno de los grandes vacíos que ella hace visible es que no se ha hecho justicia todavía ante tanta violencia del pasado, particularmente del período de la dictadura”. Problemas que se arrastran desde hace mucho tiempo y que nuestras sociedades se empeñan en no reconocer.
“Hay una contemporaneidad en esa interpelación. No es una interpelación terminada en una memoria, sino que es una memoria que traslada a un hoy, lo que hace Janet”, complementa la profesora Retamal.
Toro lo explica así: “Mi trabajo es un emplazamiento a la sociedad, es una exhortación a dudar, a cuestionar y a reflexionar sobre las sociedades en las que vivimos, que son patriarcales, dictatoriales, coloniales, neoliberales que nos limitan, nos subyugan y que nos controlan. Es un llamado a la emancipación, a salirse del metro cuadrado de la comodidad y de la desidia”.
Contenido de muestra
El público se va a encontrar con una selección de 40 años de trabajo visual. Hay videos (10) y documentación fotográfica de performances (más de 50); objetos diversos, tanto obras en sí, especialmente textiles, como materiales /elementos que usó en diversas performances, que son los remanentes de esos trabajos. También hay dos grandes instalaciones, y una pequeña selección de pinturas y dibujos; bitácoras y cuadernillos con bocetos; documentos, recortes de diarios, revistas y libros. Y se podrán ver performances en el transcurso de lo que dure la exposición.
Los cerca de 500 metros cuadrados que comprende la muestra, permitirán dimensionar los alcances que tiene como artista, quien desde la plástica ha desarrollado y ha ido aplicando distintas técnicas y disciplinas para llevar la reflexión de las problemáticas que la afectan, al arte que produce.
Son distintos énfasis que dan para encontrar muchas vetas, desde lo estético, pero también desde lo temático. Hay muchas formas en que Toro vuelca sus reflexiones a investigaciones que le permiten expresar desde lo íntimo, una posición firme —radical— frente a temas que emplaza a resolver también en colectivo, en tanto empuja a reconocer, al observar su obra.
Varinia Brodsky piensa que “la relevancia de la obra de Janet Toro radica en la interpelación y denuncia de cuestiones relativas a la memoria, el cuerpo, problemáticas sociales y otros”, pero dice que en este caso “fundamentalmente, vemos la necesidad de abordar la violencia de género como un problema social de alta gravedad, más cuando en los últimos años vemos como el femicidio y la violencia hacia las mujeres va mostrando un mayor crecimiento”. Y esto a pesar de los esfuerzos por visibilizarlo desde distintos sectores.
Visitar esta exposición antológica es importante, piensa Joselyne Contreras, “primero, porque es una artista chilena. Creo que eso es muy relevante. Es una artista que tiene un cuerpo de obras muy complejo pero que también habla de quienes somos, y que habla de nuestra historia, o de momentos históricos relevantes y que son comunes”. Y asegura que acercarse a las obras de Janet Toro, genera una experiencia. “Ella es más que el performance, hay que conocer a la artista”, asegura.
“Yo invitaría a que trataran de escucharla, primero —ocasión que ofrece el conversatorio con el que se abrirá el espacio para la inauguración del próximo 15 de mayo—; luego, que vieran sus obras, y después que la leyeran”, porque Janet se desprende de una actitud siempre dispuesta a enriquecer la mirada, indica María Elena Retamal.
En tanto, Mauricio Barría, piensa que se debe conocer la obra de Janet Toro porque es alguien “que ha podido realizar un trabajo respetándose a sí misma y a los demás sin tranzar algo”. La otra cosa es que “acá hay un buen ejemplo de cómo el cuerpo se puede convertir en obra de arte. El cuerpo en acción se convierte en una obra de arte. Y por lo tanto es un tipo de experiencia que tiene poco que ver con la experiencia cotidiana”.
“Y —agrega— por qué no decirlo, también, porque creo que a veces, poder experimentar belleza, es tal vez la acción más radicalmente política. Belleza pensante, belleza reflexiva. O sea, un trabajo pulcro, bello, bien hecho, complejo. Esa pulcritud, esa belleza de la obra, es también muy política en un mundo donde todo es simple y feo”.
“Que las personas puedan conocer otras cosas de las habituales, de una artista mujer que se ha hecho sola. Que se ha hecho a sí misma, dado que no ha tranzado sus principios y lo expresa en su arte”, señala Barría.
La obra de Janet Toro es importante por la forma como el cuerpo es capaz de sostener y conjugar una enorme complejidad política y social desde una voz específica, situada y de mujer que se articula desde una intimidad radical hacia lo colectivo.
Para la curadora Fajardo-Hill, “el hecho que (Janet Toro) haya persistido a lo largo de tantos años con una obra que a cada paso ha abordado la urgencia del momento, es lo que hace que hoy podamos ver la magnitud de cuarenta años de práctica comprometida como un gran todo que la hace, indudablemente, una de las artistas más relevantes de su generación tanto en Chile como en América Latina”, asevera con convicción.
Exposición: Janet Toro. Intimidad radical. Desbordamientos y gestos.
Artista: Janet Toro
Fechas: 15 de mayo al 07 de septiembre
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), Parque Forestal (José Miguel de la Barra 650), Metro Bellas Artes.
Inauguración: Salón Blanco del MNBA, Parque Forestal (José Miguel de la Barra 650), Metro Bellas Artes.
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