Cineasta peruana: “Migrar es una experiencia universal, pero profundamente asimétrica”
La película “Reinas” cuenta la historia de una madre que quiere migrar con sus hijas a Estados Unidos, en medio de una grave crisis económica y política, y para ello necesita la autorización judicial de su ex marido. Fue parte del reciente Festival de Cine Europeo y ahora está en FILMIN.
Una película sobre un padre ausente y migración fue parte del reciente Festival de Cine Europeo, realizado en Santiago y regiones.
Se trata de “Reinas” (Suiza/Perú/España, 2024), de Klaudia Reynicke (1976, Lima), una historia coming-of-age ambientada en el Perú de los 90, estrenada en Sundance y premiada en Berlín. Actualmente se puede ver en la plataforma FILMIN.
La cinta, que fue la candidata de Suiza para el premio Oscar, cuenta la historia de una madre que quiere migrar con sus hijas a Estados Unidos, en medio de una grave crisis económica y política, y para ello necesita la autorización judicial de su ex marido.
Las raíces
La propia Reynicke abandonó el país inca siendo una niña, en los años 80.
“‘Reinas’ nació del deseo de contar una historia más cercana a mis raíces, a Perú. Vivo fuera desde que tengo 10 años. El tema de la migración estaba ahí, pero sentía que muchas películas lo abordaban desde el después, el desarraigo, la adaptación, la nostalgia, y no desde ese momento suspendido que es la preparación para irse. Ese tiempo quieto, casi invisible, lleno a la vez de luz y de dolor. Dependiendo de la edad, puedze vivirse de forma muy distinta”, cuenta a El Mostrador.
Al principio quería contar una partida, primero desde el punto de vista de unas niñas. Luego la historia se fue abriendo al punto de vista de toda una familia, y al entrechoque que existe entre esas distintas miradas.
“La película se armó como un rompecabezas emocional y concreto: una familia en tránsito, un país al borde del colapso, adultos no lo suficientemente sólidos para sostener la inmensidad de una despedida… y esa extrañeza que deja la infancia cuando se mezcla con el desplazamiento”, remata.

La cineasta Klaudia Reynicke. Crédito: pantallazo de TV suiza.
Lima en los 90
El Perú de fines de los 80 y principios de los 90 era un país inestable: había una inflación desbordada y la violencia política reinaba en el país de manos de Sendero Luminoso y otros grupos armados, así como el propio Estado peruano.
“Quería capturar ese momento específico de la Lima de los 90: una ciudad suspendida entre la violencia y la esperanza, marcada por la hiperinflación, los apagones constantes y una fragilidad social que se colaba incluso en las cocinas familiares. Era también mi recuerde del único Peru que vivi”, cuenta.
Para filmar en la Lima actual sin que se notara el desfase, buscaron locaciones con cierta atemporalidad —interiores antiguos, barrios poco intervenidos, casas que aún estaban habitadas, y trabajaron mucho con la dirección de arte y con encuadres cerrados, evitando todo lo que pudiera romper la ilusión de época. Y resultó.
“Claro que la Lima de hoy ya no es esa; ha cambiado mucho. Pero en ciertos rincones, su memoria sigue viva, intacta, como si el tiempo se hubiera detenido un poco más”.

Crédito: escena del filme.
Un padre especial
Uno de los personajes claves de la película es el padre, interpretado por el actor Gonzalo Molina. En la cinta destaca por su labia y su afición al trueque: en una escena negocia en un restaurante para pagar una comida con varios kilos de azúcar. ¿Es algo del personaje o de la época?
“El personaje del padre está inspirado en muchas figuras paternas que conocí en esa época: hombres que intentaban sostener la dignidad familiar en medio del derrumbe económico”, responde la cineasta.
Y agrega que en aquella época el trueque no sólo era una práctica común, cuando el dinero había perdido su valor real, sino también una extensión del carácter del personaje: alguien que se resiste al sistema, que inventa estrategias para sobrevivir sin perder la autoridad frente a sus hijas.
“Es un personaje que me conmueve por su fragilidad tozuda, y que a la vez es víctima de una sociedad en colapso, arrastrada por estructuras machistas que no permiten a la figura masculina habitar un entre-medio: no poder proveer, no poder estar presente, no saber cómo acompañar desde otro lugar”, explica.
“Este padre, antes que mostrarse vulnerable, elige desaparecer. Se esconde por culpa y por vergüenza, incluso si eso significa perderse el crecimiento de sus hijas”.

Crédito: escena del filme.
El papel de las chicas
Además está el desafío de filmar con las chicas que interpretan a las hijas, que aún así salen bien paradas. ¿Cómo halló a estas actrices?
“Hicimos un casting largo, abierto, buscando niñas que no solo se parecieran físicamente sino que compartieran cierta energía: una mezcla de curiosidad, reserva y desparpajo”.
La directora añade que lo más importante era que no “actuaran” en el sentido tradicional, sino que pudieran habitar los personajes desde su propia sensibilidad.
“Ensayamos poco, más bien convivimos. Y filmar con ellas fue hermoso: impredecible, sí, pero profundamente honesto”.

Crédito: escena del filme.
La flor de la canela
Uno de los puntos más altos de la cinta es un momento de gran emotividad: la escena cuando, en una reunión de despedida, los adultos cantan el vals “La flor de la canela”, uno de los himnos de la cultura peruana. ¿Cómo Reynicke logró ese momento de tanta intimidad?
“Esa escena fue casi documental. La idea era recrear una sobremesa típica, y pedí a los actores que cantaran lo que cantaban en sus casas”, recuerda.
Y cuenta que “La flor de la canela” emergió de forma orgánica, “como un ritual de resistencia, de ternura compartida”.
“Para mí, esa canción encierra una memoria colectiva peruana, una nostalgia luminosa que contrasta con todo lo que estaba cayéndose alrededor. Fue un momento suspendido, y lo sentimos todos en el set”.

El dolor de migrar
Finalmente, el tema de la migración planea todo el tiempo sobre el film. Un tema que ella conoce bien.
“Migrar a los 10 es como cerrar un libro a mitad de capítulo. Una parte de ti se queda detenida allá, esperando retomar el hilo. Ese corte abrupto marcó la escritura: los personajes están llenos de silencios, de preguntas sin responder”, dice.
“La película es, en parte, un intento de recuperar esa infancia interrumpida, de entender lo que no entendí entonces. También es una carta de amor, compleja, a veces incómoda, a ese país que dejé y al que siempre regreso de algún modo”.
Una experiencia universal
Como se sabe, actualmente la migración es un gran tema. Perú históricamente ha sido un país emisor, hace un tiempo se unió la diáspora de Venezuela en América Latina, y el gobierno de Estados Unidos también se ha centrado actualmente en él. ¿Qué reflexión puede hacer Reynicke al respecto?
“Creo que migrar es una experiencia universal, pero profundamente asimétrica. En el caso de Perú, hemos vivido todas las caras de la migración: la necesidad, el exilio, la búsqueda de futuro”.
Y cuenta que lo que le interesa es el impacto íntimo, familiar, casi invisible: cómo una despedida cambia el destino de unas niñas, o cómo una madre toma decisiones imposibles.
“Hoy, con la migración venezolana en Perú, también nos enfrentamos al espejo de nuestra propia historia. La película no pretende dar respuestas, pero sí hacer preguntas incómodas”.
“Reinas” cierra una especie de trilogía informal sobre vínculos femeninos, maternidades tensionadas y desplazamientos emocionales. En sus películas anteriores (“Love Me Tender”, “Il Nido”), Reynicke, en sus palabras, ya estaba esa búsqueda: el cuerpo como archivo de memorias, las relaciones familiares como campo de batalla y consuelo.
“Ahora estoy escribiendo algo que ocurre entre un hermano y una hermana, pero que también habla de extranjería, de cómo habitamos los lugares cuando no somos del todo bienvenidos. Me interesa seguir explorando lo íntimo como espejo de lo político”.
Inscríbete en el Newsletter Cultívate de El Mostrador, súmate a nuestra comunidad para contarte lo más interesante del mundo de la cultura, ciencia y tecnología.