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Andrés Troncoso: “El arte rupestre nos incita siempre a interpretar e intentar decir cosas sobre él” CULTURA|CIENCIA Crédito: U. de Chile

Andrés Troncoso: “El arte rupestre nos incita siempre a interpretar e intentar decir cosas sobre él”

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Sophia Cabrera
Por : Sophia Cabrera Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile.
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El arqueólogo del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile presenta Arte Rupestre, un libro que invita a descubrir la relación entre historia, arqueología y memoria a través de las expresiones gráficas más antiguas del norte del país.


El nuevo libro Arte Rupestre, publicado por Editorial Universitaria, invita a adentrarse en una de las expresiones más antiguas y enigmáticas de la humanidad: las imágenes grabadas o pintadas sobre roca.

Su autor, Andrés Troncoso, arqueólogo del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, propone una mirada que combina historia, arqueología y memoria para comprender cómo estas manifestaciones visuales fueron parte activa de la vida social de los pueblos prehispánicos del norte del país.

A través de un lenguaje accesible y un notable registro fotográfico, el libro recorre los cerros de la Región de Coquimbo, uno de los territorios con mayor concentración de arte rupestre en Chile. Troncoso invita a reflexionar sobre el sentido que tuvieron estas obras a lo largo de cinco mil años de historia, revelando cómo distintos grupos humanos –desde cazadores recolectores hasta comunidades diaguitas– utilizaron el arte para construir identidad, territorio y comunidad.

El investigador, con más de dos décadas dedicadas al estudio del arte rupestre, ha liderado numerosos proyectos de investigación en el norte y centro del país, aportando a la comprensión del patrimonio visual prehispánico chileno y su vínculo con los paisajes culturales.

—¿Qué te motivó a abordar el arte rupestre desde esta mirada, que une historia, arqueología y memoria?

– La razón por la cual creamos este libro es porque llevamos cerca de veinte años desarrollando distintos proyectos de investigación para comprender la relación del arte rupestre con la vida social prehispánica en la Región de Coquimbo, una de las zonas con mayor cantidad de arte rupestre del país.

Eso la convierte, por un lado, en un patrimonio muy sensible y, por otro, en una fuente inagotable de riqueza creativa y conocimiento.

Como habíamos acumulado mucha información, hace algunos años editamos un libro más científico que reconstruye la historia de la región a partir del arte rupestre. En esta ocasión, nos pareció importante publicar un texto orientado a la divulgación, que acercara este patrimonio a todo público.

Además, el arte rupestre despierta un enorme interés –tanto dentro como fuera de la Región de Coquimbo– y es un patrimonio frágil, que puede ser fácilmente dañado. Pero al mismo tiempo, me parece fundamental para pensar el futuro y las crisis sociales y ecológicas actuales.

—¿Qué te sorprendió más durante el proceso de investigación o en el trabajo de campo?

– Uno de los hallazgos más interesantes fue identificar que en esta zona se produjo arte rupestre durante unos cinco mil años, por distintos grupos humanos: cazadores recolectores, comunidades sometidas al Estado incaico e incluso diaguitas en tiempos coloniales.

Nuestra investigación buscó, una vez establecida la cronología, entender cómo los lugares donde se hacía arte rupestre, los tipos de imágenes y la ubicación de los sitios se relacionaban con los espacios de vivienda, los caminos prehispánicos y otros elementos del paisaje.

En el fondo, queríamos comprender cómo, a lo largo de la historia, el arte rupestre funcionó de distintas maneras para generar comunidad, paisaje y territorio.

—¿De qué manera podemos proteger el arte rupestre que existe hoy en día?

– La mejor forma de proteger el arte rupestre es dejándolo estar como ha estado siempre. Podemos visitarlo y admirarlo, pero no rayarlo, no echarle agua, no dejar basura.

También es importante entender que, aunque no podemos conocer su significado original, sí podemos comprender cómo funcionó en determinados momentos históricos.

Una misma imagen, realizada por una persona diaguita en el año mil después de Cristo, pudo tener sentidos muy distintos a lo largo del tiempo. Es decir, el arte rupestre no tiene un único significado.

El libro enfatiza precisamente eso: solemos pensar que el arte rupestre pertenece al pasado, pero si recorremos los cerros de la Región de Coquimbo, veremos que sigue ahí, vivo, invitándonos a interpretarlo. El arte rupestre siempre nos incita a intentar decir algo sobre él.

—¿Cómo fue el trabajo con la Editorial Universitaria?

– El trabajo con la editorial fue muy grato: un equipo experto, eficiente y siempre dispuesto al diálogo.

Nos hicieron excelentes comentarios sobre la propuesta y trabajamos juntos para lograr un formato final que cumpliera con los estándares editoriales y, al mismo tiempo, acercara el conocimiento científico a un público no especializado.

Desde la academia muchas veces nos enfocamos en comunicar solo lo técnico, pero el equipo de la editorial nos ayudó a traducir esas ideas para que el libro fuera comprensible y atractivo para todas las personas. Creo que eso se nota mucho en el resultado final.

—¿Qué invitación harías a las personas para leer este libro?

– Los invito a leer Arte Rupestre por tres razones.

Primero, porque este arte es una caja de sorpresas que nos permite, a través de sus imágenes y contextos, entender el pasado y también reflexionar sobre nosotros mismos hoy.

Segundo, porque el libro reúne una gran cantidad de imágenes de sitios rupestres, muchos de ellos en riesgo. Conocerlos nos permite valorarlos y protegerlos, entendiendo qué son esas rocas marcadas en los cerros y por qué es importante conservarlas.

Y tercero, porque el arte rupestre nos recuerda dos cosas esenciales: la creatividad humana –presente en cada trazo– y la profunda relación entre la vida humana, la naturaleza y la historia del planeta.

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