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“La memoria infinita”, Augusto Góngora y los 50 años CULTURA|OPINIÓN

“La memoria infinita”, Augusto Góngora y los 50 años

Marisol Águila
Por : Marisol Águila @aguilatop Periodista. Magíster(c) en Ciencia Política y Magister(c) en Gobierno y Gerencia Pública.
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Esperamos que “La memoria infinita” llegue prontamente a las salas nacionales para homenajear la figura de Augusto Góngora, que con su muerte ha reabierto la posibilidad de que Chile se mire a sí mismo en la historia larga y no se deje confundir por voladeros de luces de la historia corta que olvidan su propia identidad, especialmente cuando se cumplen 50 años del golpe civil militar cuyos estertores constitucionales nos constriñen hasta hoy.


Quiso el destino que con menos de dos semanas de diferencia partieran Patricio Bañados y Augusto Góngora, dos periodistas fundamentales en la resistencia a la dictadura y en la apuesta por recuperar la democracia y situar la cultura a nivel masivo a través de la televisión pública, logrando el entusiasmo de audiencias ilusionadas con la construcción de un nuevo período de libertad de expresión y pensamiento, justicia e igualdad para Chile.

En el tiempo actual de peligrosos avances de agendas conservadoras y alertas de retrocesos en derechos fundamentales, pareciera que Bañados y Góngora hubieran testimoniado y hecho recordar con su propia muerte el viejo anhelo de la profundización y el fortalecimiento democrático en Chile, el compromiso societal irrestricto con los derechos humanos y libertades fundamentales, que hasta no hace mucho parecía real.

Cuando la ciudadanía peligrosamente no hace gran diferencia entre la valoración del régimen democrático y los autoritarismos, la desaparición de estos personajes públicos viene a remover y a rememorar los enormes esfuerzos de hombres y mujeres por denunciar las atrocidades perpetradas por el régimen dictatorial, poniendo en riesgo su propia vida expuestos a violaciones a los derechos humanos graves, masivas y sistemáticas. Vulneraciones que, cabe recordar, fueron un concertado y planificado método continental de exterminio de las dictaduras latinoamericanas con el fatídico Plan Cóndor.

Basta revisar los capítulos de Teleanálisis, formato audiovisual de un noticiero clandestino al alero de revista Análisis, que Augusto Góngora condujo y luego dirigió en la segunda mitad de la década de los ochenta (que por estos días se han vuelto a visionar en programas especiales), para recordar las diversas estrategias desplegadas desde la oposición a la dictadura para alertar sobre lo que estaba ocurriendo en Chile.

Para enfrentar la censura de los medios oficiales, los noticieros Teleanálisis eran grabados en cintas VHS fuera de la legalidad (por lo que estaba prohibida su difusión pública en el país, como señala una frase al inicio de cada edición), que luego se distribuían de mano en mano y también en el extranjero, dejando registro visual e histórico para la memoria de Chile.

Son cientos los testimonios y rostros devastados frente al horror que quedaron plasmados en la cobertura de sucesos tan brutales como la ejecución de Loreto Castillo, una mujer dinamitada que el régimen intentó hacer pasar como un enfrentamiento, o el asesinato del Padre francés André Jarlan en la población La Victoria, hasta cuyo funeral llegaron defensores de derechos humanos como el Cardenal Raúl Silva Henríquez, Clotario Blest o Nemesio Antúnez (el documental de Claudio Di Girólamo “Andrés de La Victoria” (1984) da testimonio de la dolorosa pérdida y se puede ver en la web de la Cineteca Nacional). Pero también se documentó la fuerza y la ilusión de miles de chilenos y chilenas que acudieron a multitudinarias marchas convocadas por el Comando Nacional de Protesta frente a la Catedral, cantando al unísono un emocionado “Gracias a la vida”.

El documental de Maite Alberdi

Probablemente también quedará como registro de la historia reciente de Chile el documental La memoria infinita (2023) de la premiada documentalista chilena Maite Alberdi, donde la memoria individual y familiar se entrelaza directamente con la colectiva en el íntimo seguimiento que hace la directora al periodista que jugó un rol de resistencia en dictadura y fue aquejado tempranamente por el alzheimer Augusto Góngora, que acaba de partir a los 71 años. Estrenado mundialmente en el festival independiente Sundance, el largometraje documental tuvo su estreno latinoamericano en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), donde conmovió a la audiencia compuesta por argentinos y buena parte de chilenos y chilenas.

Las películas familiares y grabaciones domésticas dan cuenta del cotidiano de Augusto y Paulina, que lo guía para bañarse, lo ayuda a andar en bicicleta, duerme con él y lo lleva con ella todo el tiempo como si fuera un niño que se adapta a las actividades de su pareja-madre. También están los archivos públicos de la participación de Góngora en diversos programas políticos como el mencionado Teleanálisis y culturales, como los recordados y formadores Cine video, Hora 25 o Chile íntimo. Acostumbrado a estar siempre frente a las cámaras, fue el primero en estar de acuerdo en aceptar la invitación a grabar su intimidad que le hacía la directora Maite Alberdi al principio de su enfermedad, decisión al principio resistida por Paulina, consciente de los desafíos que ello implicaría para su vida familiar.

En el Chile desmemoriado y despectivo de su pasado reciente en el que estamos viviendo, el quinto largometraje de la directora que fue nominada al Oscar en la categoría Mejor Documental con “El Agente Topo”, representa en la figura de Góngora a todo un país que vivió la cruda represión en dictadura, se ilusionó con que la alegría llegaría con la democracia y terminó enfermando de olvido, abrumado por un modelo económico impuesto que claramente no eligió. Es la paradoja de un hombre que dedicó su vida a construir memoria histórica, política y cultural cuando ésta estaba prohibida (de hecho, “La memoria prohibida” se titula el libro de 1989 del que es uno de sus autores), que terminó perdiéndola, igual que el país.

Cuidado amorosa y permanentemente por su pareja por más de 20 años, Paulina Urrutia, el documental va evolucionando desde las actividades cotidianas y la hermosa integración de Augusto que hace la actriz y ex Ministra de Cultura en sus diferentes actividades (ensayos teatrales o reuniones), hacia su deterioro durante la pandemia -etapa en que la propia Paulina se hace cargo de una desenfocada cámara en el encierro de su casa-, en que comienzan a aparecer las alucinaciones y la angustia de no saber qué le está pasando.

En el avance inevitable de la enfermedad, va apareciendo el dolor de Paulina al ver alejarse cada vez más la claridad mental de Augusto, pero sigue guiándolo cariñosamente: “Augusto, no hables con gente que no vale la pena”, le dice cuando él alucina con personas en su propio reflejo en el espejo. Cree que sus amigos ya no lo quieren, que la suya no es su casa, que está solo y que ya no puede más, señales inequívocas para la directora Maite Alberdi de que ya era tiempo de dejar de grabar a esta figura pública, cuidando su dignidad cuando ya no le quedaban atisbos de conciencia de sí mismo (¿igual que al país?).

Esperamos que “La memoria infinita” llegue prontamente a las salas nacionales para homenajear la figura de Augusto Góngora, que con su muerte ha reabierto la posibilidad de que Chile se mire a sí mismo en la historia larga y no se deje confundir por voladeros de luces de la historia corta que olvidan su propia identidad, especialmente cuando se cumplen 50 años del golpe civil militar cuyos estertores constitucionales nos constriñen hasta hoy.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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