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Apagón estelar, cómo la luz nos roba la noche CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

Apagón estelar, cómo la luz nos roba la noche

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José Miguel Vivanco Codocedo
Por : José Miguel Vivanco Codocedo Estudiante de Ingeniería en Gestión de Expediciones y Ecoturismo en la Universidad San Sebastián.
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De nosotros depende el cielo que verán nuestros nietos. ¿Será una mancha de luz o será aquel cielo mágico que vieron nuestros antepasados?


Nuestro mundo continúa saturándose cada vez más de estímulos artificiales, pero hay uno en particular que nos afecta noche tras noche, el exceso de luz artificial. Recuperar y restaurar nuestros cielos oscuros es una urgencia científica, pero también cultural y ecológica.

Es realmente importante para recuperar nuestra relación con nosotros mismos, con nuestro entorno y con el planeta.

Históricamente la oscuridad ha sido mucho más que la ausencia de luz. Las noches de cielos estrellados han servido de inspiración para el asombro, para la conexión profunda con la naturaleza y para el desarrollo del pensamiento.

Los humanos de la antigüedad solo observando el cielo, descubrieron las constelaciones, crearon explicaciones para las preguntas existenciales, incluso crearon calendarios, así lograron profundizar la antigua tradición de ser uno la humanidad con el ambiente y el cosmos. Pero en la actualidad, esa invaluable herencia cultural peligra debido a una amenaza silenciosa, la contaminación lumínica.

El exceso de luz hoy en día afecta los entornos rurales y naturales, avanza borrando el cielo estrellado que siempre estuvo ahí siendo un refugio espiritual para la soledad y sirviendo de brújula para los antiguos navegantes.

En la región de Antofagasta, por ejemplo, contamos con uno de los cielos más prístinos del planeta, allí precisamente se está construyendo el Telescopio Extremadamente Grande (ELT), una de las más ambiciosas iniciativas astronómicas de lo que va del siglo.

Este telescopio busca explorar exoplanetas lejanos para analizar su atmósfera y composición. Lamentablemente esa misión se ve cada vez más dificultada por el implacable avance de la luz artificial.

Un ejemplo sencillo de esto sería: Imagine una sala de clases. Desde un lado de la sala, alguien susurra una frase mientras usted intenta oírlo, pero al mismo tiempo la sala esta llena de alumnos gritando. Exactamente ese “ruido” es el que provoca la contaminación lumínica y que evita que podamos recibir ese mensaje que nos envían los astros. Ejemplo de estos son las enanas rojas, estrellas imposibles de observar por el ojo humano, incluso en la noche más oscuras.

Aún peor, la contaminación lumínica no solo está afectando a la astronomía, impacta profundamente al bienestar humano y a la biodiversidad. Las frías y blancas luces LED, alteran nuestros ritmos circadianos, dificultan que tengamos un sueño reparador, empobrecen nuestra salud mental y afectan procesos hormonales esenciales. Actualmente la noche ya no es noche.

Los animales tampoco están libres de su efecto. Aves migratorias, e insectos encuentran la muerte al ser atraídos por luces artificiales, mientras que las tortugas marinas se desorientan y otros animales marinos se desorientan al ver las costas y confundirlas con estrellas. Todo por luces que naturalmente no debían estar ahí.

Repensar nuestros hábitos, nuestras prioridades como sociedad y nuestras políticas públicas para volver a tener una relación respetuosa con la noche oscura, no significa volver a tiempos antiguos ni apagar el mundo. Significa usar la inteligencia para iluminar, dirigir las fuentes de luz para que no se dispersen al cielo, usar tecnologías adecuadas, a fin de cuentas, diseñar los entornos para la coexistencia respetuosa.

Actualmente existen iniciativas que buscan proteger los cielos, por ejemplo, existe glowatch.cl “una plataforma para detectar, reportar, registrar y visibilizar casos/fuentes de contaminación lumínica” (según su web). Plataforma en la que cualquier persona puede denunciar y geo referenciar fuentes de contaminación lumínica para ayudar a crear un mapa de la contaminación en Chile.

En Chile, además podemos aprovechar el reconocimiento mundial hacia nuestros cielos y potenciar el desarrollo del astroturismo o turismo astronómico, esta herramienta puede beneficiar a las comunidades ya que permite un desarrollo sustentable, la revalidación de los cielos como muestra de nuestra cultura, y además permite que niños, niñas, jóvenes y adultos puedan descubrir, empaparse y enamorarse de la inmensidad de nuestros cielos, de esta forma podemos fomentar el interés por los cielos estrellados, por su protección y las ansias por develar los secretos que estos esconden.

Actualmente la Fundación Cielos de Chile tiene disponible una página en la que “reunimos a todos los oferentes a nivel nacional, proporcionando información relevante sobre destinos, actividades y servicios.(…)Nuestro objetivo es fomentar la apreciación del universo y facilitar el acceso a experiencias inolvidables bajo un cielo estrellado, conectando a los ciudadanos con la maravilla del cosmos y promoviendo un turismo sostenible y enriquecedor para todos los públicos y sus diversos intereses”(según su web).

De esta forma podemos aprovechar la inmensa riqueza de la oscuridad, potenciar el interés astronómico de nuestros niños, y los adultos, reencantarnos con aquellos cielos que de niños pudimos conocer en los campos, y que hoy solo son recuerdos que nuestros niños cada noche reemplazan más por las pantallas.

De nosotros depende el cielo que verán nuestros nietos. ¿Será una mancha de luz o será aquel cielo mágico que vieron nuestros antepasados?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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