
El día que conocí a Vera Rubin: su legado continúa, esta vez desde Chile
Este mes comienza a escribirse, esta vez desde Chile, un nuevo capítulo en la búsqueda de respuestas sobre el cosmos, y esta aventura exploratoria lleva el nombre de la gran Vera Rubin (en la imagen). El Observatorio Vera Rubin, a unos 100 km de La Serena, revolucionará la astronomía.
¿Recuerdan esa sensación que uno tiene antes de dar una presentación o charla, especialmente frente a una audiencia desconocida? Bueno, a eso súmenle que, mientras conectaba mi computador al proyector en un auditorio del Centro de Estrellas y Planetas de Carnegie levanté la mirada y vi entrar en la sala nada menos que a la doctora Vera Rubin, una verdadera gigante de la astronomía y una de mis grandes heroínas.
En ese momento, en el año 2014 en Washington D.C, Rubin tenía cerca de 86 años, y francamente yo (un estudiante de doctorado) no sabía que ella aún seguía trabajando, y mucho menos me imaginaba que a ella le interesaría asistir a la charla de alguien como yo. En ese momento me invadió una preocupación: ¿qué podría tener de interesante mi charla para alguien que revolucionó nuestra comprensión de las galaxias?
Déjenme explicarlo con un poco más de detalle. En los años 70’ no teníamos un conocimiento sistemático y detallado de cómo se mueven internamente las galaxias. En las hermosas imágenes que solemos ver en libros o en Internet, las galaxias aparecen como islas de estrellas, gas y polvo suspendidas en el tiempo, flotando en el vacío.
Sin embargo, hoy sabemos que la mayoría de las galaxias en el Universo cercano rotan en torno a un eje imaginario que atraviesa su centro, de manera similar a cómo los planetas giran alrededor del Sol. De hecho, nuestra estrella, el Sol, tarda unos 230 millones de años en completar una órbita alrededor del centro galáctico. Puede parecer un movimiento lento, pero en realidad nuestro Sistema Solar viaja a una velocidad cercana a los 220 km por segundo (¡ojo, por segundo, no por hora!).
Esta información crítica sobre cómo rotan las galaxias espirales, a qué velocidad y de qué forma, fue posible gracias al trabajo pionero de Vera Rubin y su colaborador, Kent Ford. Pero eso no es todo. Lo que descubrió la doctora Rubin resultó desconcertante para la época. En las curvas de rotación de las galaxias observaron que las estrellas en las regiones exteriores orbitan a la misma velocidad que aquellas cercanas al centro, algo que no debería ocurrir si solo existiera la materia visible.
¿La explicación? Bueno, había que dejar de lado la idea de que la materia en las galaxias estaba compuesta exclusivamente por bariones (los átomos de los que estamos hechos tú y yo), y era necesario invocar un nuevo tipo de materia: una que no brilla, pero que sí interactúa gravitacionalmente con la materia visible. Esto es lo que hoy conocemos como materia oscura.
Este hallazgo revolucionario, logrado gracias al trabajo de Rubin, fue la coronación de una carrera llena de obstáculos tanto culturales como institucionales. Una historia muy conocida ocurrió en el Observatorio Palomar, donde ella realizó gran parte de su investigación utilizando el telescopio Hale de 200 pulgadas. En ese entonces, Palomar era uno de los observatorios más prestigiosos del mundo. Sin embargo, a las mujeres se les había impedido históricamente observar ya que no había instalaciones adecuadas para ellas.
En 1965, Rubin se convirtió en la primera mujer oficialmente invitada a usar el observatorio. Pero cuando llegó, la puerta de ambos baños en el observatorio decía “HOMBRES”. Tomando el problema en sus manos, encontró un lápiz y papel, dibujó una figura con falda y la pegó en la puerta del baño, declarando: “Listo, ahora tienen un baño para damas”. La siguiente vez que observó en Palomar, la figura con falda había desaparecido, pero también el cartel de “HOMBRES”. A lo largo de su carrera, Vera Rubin fue una firme defensora de las mujeres en la ciencia, y su mentoría ayudó a guiar a generaciones de investigadoras e investigadores.
Este mes comienza a escribirse, esta vez desde Chile, un nuevo capítulo en la búsqueda de respuestas sobre el cosmos, y esta aventura exploratoria lleva el nombre de la gran Vera Rubin. El Observatorio Vera Rubin, ubicado en Cerro Pachón, a unos 100 km de La Serena, revolucionará la astronomía al ofrecer un estudio del cielo profundo, amplio y con una resolución temporal sin precedentes. Esto permitirá avances clave en el estudio del Sistema Solar, la evolución de las galaxias, el mapeo de la estructura de la Vía Láctea y, por supuesto, en una de las componentes más enigmáticas del Universo y fundamentales en la vida académica: la materia oscura.
Podemos decir que, desde Chile, el legado de una gigante de la astronomía seguirá más vivo que nunca. Las observaciones que la comunidad astronómica analizará desde el Observatorio Vera Rubin no solo impulsarán las fronteras de nuestro conocimiento, sino que también contribuirán a formar a una nueva generación de astrónomas y astrónomos, lo que constituye el mejor homenaje que una pionera como ella podría recibir.
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