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Cuentos escogidos de González-Vera: un acierto editorial CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

Cuentos escogidos de González-Vera: un acierto editorial

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Eddie Morales Piña/Letras de Chile
Por : Eddie Morales Piña/Letras de Chile Profesor de Estado en Castellano por la Universidad de Chile. Ex director del Departamento de Literatura de la Facultad de Humanidades de la UPLA. Es autor de varios libros, entre ellos “De Literatura y Religiosidad” (1999), “Mito y antimito en García Márquez” (2002, segunda edición en 2011 por la Editorial Académica Española).
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La lectura de estos cuentos reunidos por la nieta de González-Vera, mostrarán al lector a un autor que puso énfasis precisamente en las vidas mínimas, pero que en su escritura adquieren una valía universal.


Desde el punto de vista histórico es saludable ir al rescate de un escritor chileno del siglo pasado como lo fue José Santos González-Vera. Lo mismo puede decirse respecto a la puesta en acto de su escritura, con el fin de que nuevas generaciones lectoras puedan conocerlo.

Según los biógrafos del autor, el Premio Nacional de Literatura 1950, constituye dentro de la literatura chilena del siglo XX uno de los que han hecho de sí mismo el personaje principal de su obra. Hernán del Solar sostenía que González-Vera realizó como escritor el gran hallazgo de un personaje que lleva su nombre; mientras que Enrique Espinoza en un prólogo decía que el autor “pertenece a un tipo de artista cada vez más raro, hijo de su propia obra”.

Nació en 1897. Crece en Talagante y luego se trasladó a Santiago junto a su familia. Estuvo en el liceo Valentín Letelier, pero duró poco porque no asistía a las clases de caligrafía, canto y gimnasia. Desde allí empieza un periplo que lo lleva a ejercer diversidad de oficios: aprendiz de pintor, de peluquero, ayudante de anticuario, mozo de sastrería, lustrador, barbero, vendedor de revistas hasta llegar a escritor. Todo esto de acuerdo con los biógrafos.

Probablemente, en esta multiplicidad de actividades supo retener las experiencias de vida que luego traspasará a la narración, especialmente a los relatos como los cuentos. En este sentido, el recordado escritor y crítico literario Hernán del Solar, sostiene que este aprendizaje vital “parece no acabar nunca, es la aventura más pintoresca y honda para un escritor que se propone, desde un principio, contar lo que vive, lo que conoce, lo que es suyo y de los otros, sus pasajeros o permanentes acompañantes por cuanto recoveco forja la vida”.

La sentencia del crítico no deja duda a quien conoce la obra la González-Vera, y quien acceda a estos cuentos escogidos podrá comprobarlo con acierto. Pareciera ser que los autores de la primera mitad del siglo pasado buscaban los temas y motivos escriturarios en sus vivencias existenciales para luego traspasarlas a historias de carácter ficcional, es decir, transformarlas en literatura.

En algún momento, Manuel Rojas afirmó que todo lo que escribía no era más que el acontecer de la vida propia y de quienes le rodeaban, lo que efectivamente era así. Sin embargo, al momento de traspasar al formato escriturario literario aquello se convertía en ficción. Lo mismo sucede con González-Vera.

Al momento de recibir el Premio Nacional de Literatura, sólo había publicado dos textos: Vidas mínimas (1923) y Alhué(1928). De acuerdo con la historiografía literaria, “los que nunca supieron leer ponen el grito en el cielo, disgustados de que se distinga a un escritor que ha publicado pocos libros; pero el resto del país celebra con viva satisfacción que él haya sido designado”.

Efectivamente, González-Vera fue un escritor exiguo en cuanto a su producción, lo que no quiere decir que esta no tenga valor estético. Lo mismo podría decirse con la escritura de María Luisa Bombal o la del mexicano Juan Rulfo, que con lo que escribieron dejaron una impronta y una valía escrituraria insoslayable y perdurable en el tiempo, tal como González-Vera con su obra, la que es más abundante que los anteriores. Sin duda que las obras más leídas del autor son las mencionadas, y Cuando era muchacho en que encontramos certeras imágenes autobiográficas y un repertorio significativo de tipos humanos.

Los cuentos escogidos que se presentan en esta antología están tomados de La copia y otros originales (1961) y de Necesidad de compañía (1968), realizada la selección por Carmen Soria, nieta del escritor, quien en una presentación argumenta que los relatos “no fueron seleccionados por razones estéticas o literarias. Eso no lo podría realizar. Mis razones son más bien sentimentales: cada cuento de mi abuelo reunido en esta selección es, para mí, una enseñanza y un viaje”.

Los cuentos recogidos por la nieta desde el punto de vista sentimental, como dice ella, aciertan. Se trata de relatos que interesarán al lector por la abundancia de anécdotas -algunas trágico-cómicas- que sirven de sostén a la trama de las historias narradas. Los cuentos de González-Vera corresponden a los márgenes de la escritura de relatos acorde con los márgenes de época en que están situados. Es decir, son relatos de un escritor promediando el siglo XX.

A veces, la narratividad se ve suspendida por las reflexiones que realiza el narrador frente al acontecer. En múltiples ocasiones estas meditaciones adquieren un matiz reflexivo de corte filosófico que ponen en suspenso la acción -en el sentido de detención de la trama. – Carmen Soria sostiene que “lo más característico de su obra es ese humor elegante y sutil, y la brevedad, la concisión. Con pocas palabras lograba adentrarse en el ‘alma’ de sus personajes, en algo profundamente humano, muy a la manera de los escritores rusos”. Efectivamente, es así.

La lectura de estos cuentos reunidos por la nieta de González-Vera, mostrarán al lector a un autor que puso énfasis precisamente en las vidas mínimas, pero que en su escritura adquieren una valía universal. Demás está decir que la recuperación de escritores/as de la historia de nuestra literatura chilena es un acierto editorial.

Ficha técnica:

González-Vera. Cuentos escogidos. Selección de Carmen Soria. Alfaguara. 2025. 207 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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