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Pintados: la voz ancestral del desierto camino a la UNESCO CULTURA|OPINIÓN Crédito: Ministerio de las Culturas

Pintados: la voz ancestral del desierto camino a la UNESCO

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Nélida Pozo Kudo
Por : Nélida Pozo Kudo Directora Servicio Nacional del Patrimonio
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Se trata de un sitio que se compone de un un bien cultural y natural, el primero de esta naturaleza postulado en Chile. El próximo ingreso de los Geoglifos de Pintados a la Lista Tentativa de la UNESCO es apenas el primer paso, pero un paso firme y decisivo hacia el reconocimiento mundial.


En mi reciente visita a la Región de Tarapacá recorrimos proyectos y espacios culturales que muestran la fuerza patrimonial de esta tierra: la futura construcción del Archivo Regional, la restauración de la ex Aduana de Iquique, las normas de intervención para el Paseo Baquedano y Plaza Prat, y el diseño del Museo Antropológico Dragón de Tarapacá. Son iniciativas que fortalecen la identidad y el desarrollo cultural de la región.

Pero hoy quiero detenerme en un escenario distinto, que nos habla con la voz profunda de la memoria y del patrimonio arqueológico: los Geoglifos de Pintados, en plena Pampa del Tamarugal.

Este complejo reúne más de 500 figuras prehispánicas distribuidas en unos 60 paneles en las laderas de la Sierra de Pintados, a 94 kilómetros al interior de Iquique, en la comuna de Pozo Almonte, dentro de la Reserva Nacional Pampa del Tamarugal, a más de mil metros sobre el nivel del mar. Allí, donde aún conviven comunidades que mantienen un vínculo estrecho con el desierto, se trazaron durante siglos símbolos que hoy constituyen uno de los conjuntos de geoglifos más notables de Sudamérica.

Los Geoglifos de Pintados fueron elaborados entre los años 700 y 1500 d.C. por pueblos prehispánicos de la zona —comunidades andinas vinculadas a las rutas caravaneras que unían cordillera y mar—. Sus autores usaron técnicas de acumulación de piedras oscuras y de raspado de la superficie del terreno para dejar ver el subsuelo más claro. El resultado fueron figuras geométricas, animales (como llamas, zorros o peces) y escenas humanas ligadas a la caza, la pesca y el caravaneo. No eran simples representaciones artísticas: eran mensajes que vinculaban la vida cotidiana con lo espiritual, el tránsito con lo sagrado.

Su valor es inmenso. Para la arqueología y la ciencia, representan un testimonio excepcional de la resiliencia y creatividad de pueblos que supieron habitar el desierto más árido del planeta. Para la memoria colectiva, son huellas que nos permiten comprender cómo esas comunidades lograron vincular territorios y cosmovisiones a través de símbolos trazados en la tierra. Y para el turismo patrimonial, ofrecen a Tarapacá una oportunidad única de proyectarse al mundo, siempre que el desarrollo se haga de manera sostenible y respetuoso.

Cabe recordar que los Geoglifos de Pintados ya fueron reconocidos como Monumento Arqueológico de Chile en 1969, lo que les otorgó protección legal. Hoy, más de medio siglo después, hemos dado un paso decisivo: el envío de la solicitud a Unesco para su inscripción en la Lista Tentativa de Patrimonio Mundial. Este no es un punto de llegada, sino el inicio de un proceso que puede durar algunos años para llegar a ser Sitio Patrimonio Mundial , en el que deberemos demostrar que contamos con un modelo sólido de protección, conservación y gestión.

Los geoglifos son parte de una memoria más amplia. En Tarapacá esa herencia no es solo arqueológica: se proyecta en expresiones vivas como la Fiesta de San Lorenzo de Tarapacá, celebrada cada 10 de agosto donde miles de peregrinos danzan y oran en honor al santo patrono o La Fiesta de La Tirana, cada 16 de julio, donde el mismo fenómeno se multiplica en torno a la Carmelita, en plena pampa del Tamarugal. Estas celebraciones, fruto del sincretismo entre tradiciones indígenas y devociones cristianas, refleja la continuidad, diversidad y riqueza cultural de la región.

En este camino, la colaboración interinstitucional es fundamental. Quiero destacar la firma del convenio de cooperación entre el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural y la Universidad Arturo Prat, encabezada por su rector. Esta alianza refuerza la investigación, la formación continua, la difusión del patrimonio y la articulación de mesas técnicas. También agradezco el compromiso de la Mesa Técnica de Geoglifos de Tarapacá, la CONAF, el Gobierno Regional y las comunidades locales; el liderazgo regional es fundamental para llevar a buen puerto estos compromisos con el patrimonio, la memoria y la herencia cultural del norte grande.

Pero junto con la alegría de iniciar el camino para tener un nuevo Sitio Patrimonio Mundial en Tarapacá, que se sumará a las Oficinas Salitreras Humberstone y Santa Laura, que este año cumplen 20 años en esta categoría, debemos asumir una gran responsabilidad como Estado: garantizar la protección, conservación y transmisión de estos vestigios a las futuras generaciones. Los geoglifos no nos pertenecen solo a nosotros: son parte de la memoria de la humanidad.

Tarapacá se potencia como un referente nacional. Se trata de un sitio que se compone de un un bien cultural y natural, el primero de esta naturaleza postulado en Chile. El próximo ingreso de los Geoglifos de Pintados a la Lista Tentativa de la UNESCO es apenas el primer paso, pero un paso firme y decisivo hacia el reconocimiento mundial de un legado que nos enorgullece y nos compromete.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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