Publicidad
“Apuntes para John” de Joan Didion: infelicidad en medio del éxito CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

“Apuntes para John” de Joan Didion: infelicidad en medio del éxito

Publicidad

Si bien este registro obsesivo y con ciertos toques perversos tienen el objetivo central de ser palabras para John, una especie de legado a su marido, más bien son palabras a sí misma, en un intento desesperado para entender mejor su propia vida, sus motivaciones.


Joan Didion (Sacramento, 1934 – Manhattan, 2021) fue una escritora, periodista, guionista de cine y crítica literaria y de cine, autora de una extensa obra que incluye novelas y ensayos.

Después de su muerte, de manera casual, su editora encontró una carpeta dirigida a su marido, John G. Dunne, escritor también, cuyo contenido eran ordenados y fechados cuarenta y seis textos que son los que dieron origen a “Apuntes para John”, su último libro. Había comenzado a escribirlo en 1999, cuando ya tenía más de sesenta años, como una especie de diario de la vida familiar junto a John y su hija adoptiva, Quintana Roo.

Transcribe las sesiones con su psiquiatra, a la vez que leemos, escuchamos sus diálogos, los que se perciben como una reproducción textual. Este doctor MacKinnon se va transformando en un personaje más de la historia, con quien revisa su vida íntima y como escritora, analizando una y otra vez lo que hizo y no hizo, las palabras que dijo y no dijo, sus formas de enfrentar los duelos, con un permanente cuestionamiento en el que no se da tregua, no se perdona, no quiere ni puede olvidar. En la realidad, no deja de sorprender que en las últimas páginas sepamos que aún se ven cuando él ya tiene más de ochenta años.

Si bien este registro obsesivo y con ciertos toques perversos tienen el objetivo central de ser palabras para John, una especie de legado a su marido, más bien son palabras a sí misma, en un intento desesperado para entender mejor su propia vida, sus motivaciones, su necesidad de reconciliarse con ella misma y, especialmente, con su hija, con quien ni ella ni John lograron nunca un mínimo de comprensión o empatía.

Algunos comentarios sobre esta obra la han definido como de “no ficción”, tema discutible, porque todo diario incluye también una interpretación -con toda la carga emocional que conlleva- de lo que allí se recoge como experiencia vivida que, finalmente, es una selección de determinados hechos. En este caso, tiempos siempre muy complejos para un grupo que nunca logró ser una familia.

Página tras página desmenuza su vida y las posibles justificaciones de las complejas interrelaciones entre tres seres humanos que sufrieron la disarmonía de sus vidas entrelazadas. También va apareciendo el anhelo de alcanzar una especie de resbaladiza verdad que, cuando parece haber sido encontrada y surge como una pequeña luz, solo desata nuevas crisis.

Pareciera insalvable su constante sentimiento de culpa con respecto a su hija, con una clara adicción alcohólica y repetidos intentos de suicidio; su propia depresión y la permanente rumia sobre su infelicidad, sentimientos que sus reconocidos éxitos como escritora no lograron cambiar a una mirada más positiva de sí misma.

Todo pasa por las palabras, por contar y volver a contar, pero una y otra vez las palabras se demuestran como insuficientes e ineficientes; los flancos que les causan angustia y ansiedad están siempre abiertos y las palabras no se convertirán en un conjuro que les cambiará la vida. Es un mundo de palabras, y lo que solemos llamar acciones tiene una mínima presencia en esta novela.

Verbalizar lo que sucede -ya sea oralmente o por escrito- es el único camino humano para sostener la propia vida en cualquier espacio. Las exhaustivas sesiones de terapia van (de)mostrando que las palabras no cambiarán nada, pero facilitan la exposición de esos torrentes de desdichas narradas e interpretadas de formas diversas y, a menudo, contradictorias. Así, las palabras no cambiarán ni las situaciones ni los sentimientos, pero son las que nos permiten vivir mientras las contamos/narramos.

De alguna forma, es la gran tragedia que empapa cada página de este amargo y lacerante relato, especialmente para quien las palabras han sido una forma de vida y un camino para descifrar los significados de esa misma vida, la propia, la de otros. Así como Beckett pudo decir nos quedan las palabras, este libro refrenda que somos seres de palabras: dichas, pensadas, escritas, comunicadas… y solo gracias a ellas podemos revisitar los dolores y las alegrías, las culpas, los arrepentimientos, la irremediable muerte.

La primera fecha de este diario es 29 de diciembre de 1999 y la última con el doctor MacKinnon es el 3 de enero de 2002, prácticamente el final del diario, en el que no hay mayores cambios en las sesiones con el psiquiatra respecto al gran tema: su hija Quintana y ella, como su madre. El diálogo es el siguiente:

“¿Qué pasa si no puede hacerlo?, dije-.

-Entonces no puede. Usted no puede controlar o influir en eso. El único mensaje que tiene que transmitirle es que no sería el fin del mundo. Es una aventura. Déjela probar. No espere lo peor, no la trate como a una enferma”.

Y en esta aventura literaria hemos recorrido espacios y tiempos mediante palabras que no han cambiado la ‘realidad’, pero al terminar de leer este libro esas mismas palabras se habrán transformado en un discurso dirigido a cada lector y lectora, quienes lo interpretarán de acuerdo a sus propias angustias.

Ficha técnica:

Joan Didion, “Apuntes para John”, Penguin Random House, Chile, 2025, 254 páginas.

Publicidad